Capítulo 18.

45 2 0
                                    

Tengo frío, no creo que aguante mucho más en este sitio, necesito estar en mi casa. Llevo diez minutos esperando en el supermercado. Estoy deseando verlo. Por fin lo veo a lo lejos, pensé que no llegaría. Lleva una sudadera roja, pantalones negros y zapatillas blancas, casualmente como los colores de la pulsera, que está sobre mi mesa.

-Buenas, perdón por llegar tarde -es imposible no perdonarlo.

-Hola, Ryan, ¿te importa que vayamos a mi casa en vez de estar en la calle pasando frío?

-¿Tienes frío? -se quita la chaqueta y la posa sobre mis hombros- ¿mejor, enana?

-Gracias -sonrío, se me enternece el corazón- pero aún así, vamos a mi casa, por favor.

-Como quieras.

Comenzamos a andar hacia mi casa, es solo una calle. Meto mis manos en los bolsillos de la chaqueta que me ha puesto Ryan. De pronto, noto una mano un poco más caliente que la mía. Lo miro, me sonríe y entrelaza sus dedos con los míos. Son demasiadas hormigas en mi estómago, no puedo creer lo que está pasándome en este momento.

Llegamos a la puerta de mi casa, llamo al timbre, por suerte, aún no se ha marchado mi madre.

-Hola -me abre la puerta mi madre.

-Mamá, Ryan, señalo a ambos- Ryan, mi madre.

-Encantado -se acerca Ryan a darle dos besos.

-Igualmente, Ryan -me mira mi madre- ¿vais al ático?

El ático es la parte más apartada de mi casa, es dónde estaremos más cómodos.

-Sí, ve subiendo, Ryan -odio que alguien suba detrás de mí, por eso le mando subir primero.

Una vez llegando a la primera planta, paso por mi cuarto para coger su pequeño regalo.

-Ryan -digo saliendo de mi habitación con las manos, sujetando su pulsera, detrás de mí -cierra los ojos y extiende las manos.

Él, obedece. Cierra los ojos muy lentamente y extiende los brazos colocando las manos en forma de cuenco. Yo, las separo y coloco muy despacio la pulsera sobre su muñeca derecha. Ryan abre los ojos y la ve. Sonríe muy fuerte y me abraza.

-Eres idiota -me abraza aún más fuerte- no hacía falta.

-Ha merecido la pena; pues me encanta verte sonreír.

Ryan ríe, coge aire y no me deja escapar de sus brazos. Mientras su aire es cogido por la boca, se va acercando muy despacio a mí. Noto cómo sus manos acarician mi espalda y con la derecha, agarra mi mano izquierda.

-¿Vemos una película, Megan?

-Me apetece más ver una serie.

-¿Cuál?

-¿Te gusta Padre de Familia? -su sonrisa me ha dado su respuesta.

Rápidamente, cojo el disco de Padre de Familia y subo las escaleras que dirigen al ático. Ryan sube detrás de mí, algo más despacio, y cierra la puerta.

Enciendo la televisión, introduzco el disco en el DVD y me siento en el sofá. Ryan se sienta a mi lado. La serie empieza y la vemos juntos, literalmente, estamos tan solo a milímetros.

Nos reímos ambos con las gracias de los personajes, me mira, lo miro.

-¿Qué pasa, muchacha?

-Tengo que hablar contigo, aunque supongo que ya sabes todo.

-Megan -me interrumpe- no sé si hacer caso a Dylan.

¿Qué? ¿A qué se refiere con eso? No entiendo nada. Ryan acaricia mi mano posada sobre el sofá, y, mientras Peter Griffin suena en la televisión, Ryan se acerca muy lentamente a mí, a mis ojos, a mis labios. Se muerde el labio y procede a besarme. Mi primer beso en varios meses, pero admito que no es el mejor dado. Nos pasamos horas besándonos en el sofá mientras Padre de Familia suena de fondo, desde entonces: "ver Padre de Familia" fue introducido en nuestro diccionario personalizado como "besarnos".

¿Sociedad o suciedad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora