Capítulo 14.

58 3 0
                                    

Seguimos en el parque, después de varios minutos, horas, de confesiones entre Sasha y yo. Esto lo solía hacer con mi mejor amiga, pero lleva todo el día sin hablarme. Además, WhatsApp no es lo mismo que estar en el parque, en persona, hablando asolas tranquilamente.

Sasha sigue contándome qué quiere hacer pero no debe. Me refiero a hablar con Dylan. Han pasado las horas, son las seis y media de la tarde, un chico vestido de azul, con una mochila alargada se acerca a lo lejos. Ah, no, es una funda para la guitarra. ¡Es Arthur! No se ha dado cuenta de que estamos aquí. Se acerca poco a poco a nosotras, mirando el teléfono. Se va a chocar con alguien al final, puto móvil, nos tiene a todos esclavizados, que asco.

-Eh -grita Sasha para llamar su atención- ¡Arthur!

Levanta la mirada y nos mira: nos saluda con la mano.

-Hola, chicas.

-¿Tocas la guitarra? -pregunta Sasha sorprendida.

-Sí, llevo tocando en el auditorio desde hace cinco años. Además, hoy creo que llego demasiado pronto.

Entonces, Sasha y yo nos levantamos casi a la vez, como si lo hubiésemos ensayado.

-Te acompañamos al auditorio, que está aquí al lado y no nos cuesta nada -digo mientras caminamos hacia el edificio.

Cuando llegamos, un coche blanco para al lado de nosotros. Dos chicos salen de él, pero no me fijo en quiénes son, al contrario que Sasha.

-¡Hola, Dylan!, ¡hola, Leo! -me giro, y veo que ambos llevan una guitarra colgada en la espalda, como Arthur.

Dylan me guiña el ojo, y yo me doy cuenta de que, entonces, es cierto, toca la guitarra, como en mi sueño. 

Leo, Dylan y Arthur entran en el auditorio, diciendo a la vez "adiós".

Sasha me mira con sus castaños ojos intentando decirme lo que creo entender: adora verlo, es más, es posible que lo eche de menos, acabándose de ir y aún pueda olerse su aroma en el aire.

-Gracias.

-¿Por qué?

-Por escucharme y ayudarme. Por entenderme o intentar hacerlo, aunque nadie pueda.

-No me des las gracias, Sasha, ya sabes que me tienes para todo.

La peliazul y yo decidimos sentarnos fuera del auditorio, justo al lado de la entrada. Mientras hablamos, observamos coches pasar, personas hablando, cada uno con su dirección, cada uno con su vida, con sus propias historias.

Sasha juega con mis mechones rubios: hace pequeñas trenzas que, luego deshace.

-¿Puedo confiar en ti?

-Claro, Sasha, aunque en eso deberías decidir tú.

-Prométeme que esto que voy a contarte no se lo contarás a nadie.

-Prometido -cojo sus frías manos y las acaricio.

-Vale -me sonríe- ¿te acuerdas cuando te dije que qué harías con esa persona si ambos estuvieseis enamorados pero no podeis hacer nada?

-Sí -esto me preocupa, ¿se refiere a Dylan? Pero si se quieren... prefiero no pensar y dejar que me cuente su historia.

-Se trata de... ¿preparada? Muy poca gente sabe esto.

-Preparada.

-Mi hermano, bueno, hermanastro. Antes de que te sorprendas, te diré que en realidad no es legalmente mi hermanastro. Te explico: mi padre falleció y, mi madre, rehizo su vida con otro hombre que ya tenía un hijo con otra mujer, así que no, no compartimos sangre. No es mi hermano.

Me he quedado paralizada, no esperaba para nada esa respuesta. Nunca había pensado ese tipo de amor, por eso respondí aquello a Sasha. Ahora todo encaja, todo tiene sentido. Pobre Sasha, pero, entonces, ¿qué pasa con Dylan?

-Entonces, ¿por quién sientes amor?

-No lo sé, Riley y Dylan han sido grandes pilares en mi vida. Riley me sacó del pozo en el que caí cuando falleció mi padre. Dylan pintó mi vida gris a color, apartándome del suicidio, sí, intenté suicidarme por culpa de mi ex, Michael, me hundió la vida, me llevó a tales ideas suicidas y, gracias a Dylan, mi estado de ánimo y amoroso mejoró y renació. Aunque Dylan hiciese lo que hizo después -se recoloca las zapatillas.

-¿Tú también? -mierda, soy gilipollas.

-¿Yo también qué?

-El suicidio por culpa de un ex.

-No me jodas que tú...

Me pilló, así que se lo voy a contar. Cojo aire, lo expulso...

-Mi ex fue un grandísimo capullo. Me dio el amor y luego me lo arrebató con tales insultos y guantazos en la cara y piernas. Con engaños, con prohibiciones, con mentiras. Estuvo dos años así, tratándome de tal manera, este verano por fin me atreví a dejarlo, pero aún sigue atormentándome con amenazas. Estando con él no podía hablar con nadie, ni con hombres ni con mujeres, sentía envidia de que otra persona, sea del sexo que sea, me hiciese más feliz que él. Era un hipócrita, egoista y cínico -me llevo las manos a la cabeza, apartándome el pelo de la cara- tenía el valor de decirme que cortarse era de cobardes y que era una estúpida por hacerlo, ni siquiera quería ayudarme en ello. En el fondo, no le preocupaba que yo estuviese mal por su culpa. Desde entonces, tanto él como mis "amigos" me maltrataban, es por eso por lo que me cambié a este instituto. Odio la sociedad y su suciedad.

Sasha me mira sorprendida, incluso con pequeñas lágrimas al borde de caer por sus mejillas. Me acaricia ambas manos a la vez.  

-Ambas hemos sufrido por culpa de unos niños que no han sabido tratarnos bien. Que no saben el verdadero significado del amor -qué razón tiene la peliazul- no te preocupes, pequeña, todos tenemos nuestros problemas, nuestras razones para estar mal. Es muy difícil ser aceptado en esta sociedad.

-Lo sé, creeme.

-Creeme tú, ¿quieres saber algo?

-Adelante.

-Vale, pero no me gustaría que me mirases raro ni dejases de hablar conmigo, es increíble que estos tiempos aún haya gente que no lo acepte ni lo vea normal y natural -me aprieta las manos mientras hace una mueca- soy bisexual.

La sexualidad, otra razón más que me demuestra la puta mierda en la que vivimos. ¿Acaso cambia algo en esa persona? No, sigue siendo Sasha. Pues eso hay gente que sigue viéndolo raro, extraño, antinatural y, por si no lo sabiais, se han dado casos de homosexualidad en animales. Todos somos bisexuales al nacer. Destinados a enamorarnos de una persona, no del físico.

-Tengo hambre, Sasha. ¿Te apetece que vayamos al supermercado a por dulces y volvemos aquí?

La cara de satisfacción de Sasha es alucinante, moviendo la cabeza muy rápido de arriba a abajo, afirmando mi idea, con la cara de sorpresa que tanta gracia me hace.

-¡Dulces! -grita mientras se levanta tan rápido como si el asiento quemase -¡vamos, vamos! ¡VAMOS!

¿Sociedad o suciedad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora