Capítulo 4.

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Por fin sonó la alarma del recreo. Creía que no sonaría nunca. Arthur saca un sandwich de su mochila. Quita el papel albal de su alrededor y hace una pelotita. Intenta encestar en la papelera desde su sitio, pero falla.

Me levanto, la recojo y le miro. Está decepcionado. Me acerco hasta él y coloco la pelota de papel albal en la mesa de Arthur.

-Prueba otra vez.

-¿Eh? -me mira con cara extrañado y coge la pelota.

-Las segundas oportunidades nunca vienen mal.

Arthur vuelve a tirar la pelota de papel y esta vez encesta. Me mira y me sonríe.

-¿Lo ves? -le devuelvo la sonrisa.

-Megan, ¿te vienes a la cafetería conmigo?

-¿Tenemos cafetería en el instituto?

-Claro -ríe Sasha- ¿me acompañas?

-No lo dudes -sonrío.

Salimos por la puerta, dirección al pasillo. De nuevo, el chico. Sigue con las manos en los bolsillos, aunque saca la mano derecha para peinarse el flequillo de una pasada. Me mira, me sonríe.

-Vamos, que la cafetería se llena de gente en muy poco tiempo.

-Voy, voy.

Dylan vuelve a sacar la mano derecha de su bolsillo, pero esta vez para decirme "adiós" gestualmente, con su sonrisa de lado.

El corazón me ha dado un vuelco. ¡Pero si no me conoce!

-Qué ojazos tiene -suspira Sasha.

-¿Qué? -estaba completamente distraída.

-Dylan.

-Ah, sí -lo recuerdo- aún no los he visto de cerca.

-Cuando los veas -dice Sasha mientras cruzamos el patio- me entenderás.

Caminamos juntas, casi al mismo ritmo, hasta que llegamos a la cafetería del instituto. Está llena de gente, pidiendo bocadillos, palmeras, chicles... etc.

Sasha se mete entre la multitud, pide un bocadillo y muerde un pequeño bocado.

-¿Dónde vamos?

-¿A clase, rubia?

-¿Se puede estar allí?

-Claro, son las ventajas de bachillerato.

Eso significa que volveré a verle. ¿Pero qué estoy diciendo? Hace muy poco tiempo me traicionó una persona a la cual yo llamaba "mi vida". Por lo que, "mi vida", es una mierda.

Sasha abre la puerta blanca del edificio de bachillerato, dejándome pasar primero y, detrás de mí, ella.

Subimos las escaleras, pero no hay rastro de Dylan. En clase están la gran mayoría hablando muy alto, sentados sobre las mesas. Ryan, haciendo deberes. Arthur, con los auriculares puestos. No he visto nunca a una persona a la que le guste más la música que a mí. Hasta que llegó Arthur.

Sasha se sienta sobre la mesa del profesor y apoya la espalda en la pared, dejándome un hueco para sentarme.

Después del recreo nos toca gimnasia, y no, no me apetece nada.

-Ahora en Educación Física, bájate todo.

-¿Cómo que todo?

-No te debes fiar de nadie. Ni siquiera de mí. Pero hazme caso -dice la peliazul mientras da otro mordisco a su bocadillo- bájate hasta la mochila. No dejes nada en clase.

-Vale, eso haré.

Arthur se quita los auriculares y se acerca a nosotras.

-Ya va a sonar el timbre, ¿no?

-No, Arthur. Quedan cinco minutos, pero podemos ir bajando al recreo, donde está el gimnasio.

-Vale -dice Arthur.

Joder, yo que me acababa de sentar. De nuevo al recreo. Mientras Sasha se termina el bocadillo, caminamos los tres hacia el gimnasio del instituto, donde aún no se puede entrar.

-¿Qué creeis que vamos a hacer? ¡Hagan sus apuestas! -bromea Sasha- el ganador obtendrá un bocadillo.

-Correr, como siempre -respondo.

-¿Y tú qué dices, Arthur?

-No lo sé.

-Qué soso -resopla Sasha- ¡venga, dime!

-Vale, vale, pues: deporte libre.

-Gracias.

Sasha me hace gracia. Hace que nos sintamos bien con ella. Nos quita la vergüenza.

De repente, alguien me agarra del brazo mientras hablaba con ellos y me separa del lugar. ¡Es Ryan!

-Megan -dice mientras mira a Dylan- hemos pensado que...

-Que como nos has parecido buena gente, queremos unirte a un grupo de gente muy loca -continua diciendo Dylan, que, por cierto, qué razón tenía Sasha.

-¿Cómo? No entiendo nada.

-A ver -se acerca un poco más Ryan- que este chico no sabe explicar -ríe- tenemos un grupo. Un grupo de amigos que lo que hacemos es quedar todos los fines de semana. Hoy, por ejemplo, como es viernes, quedaremos. ¿Quieres unirte?

-¿Así? ¿Sin más? -les miro a ambos, muy nerviosa. Como siempre.

-Lo hemos hablado con ellos y a todos nos pareces muy buena gente -Dylan se cruza de brazos al acabar de hablar y, a continuación, me sonríe.

-Pues... -dudo en qué decir. Está claro qur quiero un grupo de amigos. Pero temo lo que puedan decir o pensar- ¡vale! -soy gilipollas. Ahora tengo más miedo aún.

Hace años que no estaba en un grupo de gente. La última vez lo pasé fatal, todos se volvieron contra mí, y nunca supe por qué. Las personas están fatal de la cabeza, no se deciden nunca.

-¿Qué querían? -pregunta Sasha mientras me acerco a ellos.

-Meterme en un grupo de amigos para quedar y esas cosas, ya sabes -sigo alucinando.

-Un grupo.

-Sí -asiento con la cabeza.

Sasha parece no haberle gustado la idea. Pero me ha confundido, está en mis brazos.

-No sabes cuánto me alegro -dice mientras me abraza.

Qué persona tan agradable. ¿No os ha pasado nunca eso de haber conocido a alguien hace muy poco tiempo y que ya te importe muchísimo? Pues esta es mi primera vez. Siempre hay una primera vez para todo.

El profesor de gimnasia llega, por fin, pero no, no es como os imagináis. No está bueno, ni es guapo.

Suena la alarma del cambio de hora y entramos en el gimnasio, dejando las mochilas en el vestuario.

-¿Quién ganará la apuesta? -ríe Sasha.

-Buenos días, chicos. Yo soy vuestro profesor de educación física. Me llamo Ryan -vaya, otro Ryan- y hoy voy a pasar lista y a daros una hoja que teneis que rellenar y entregar mañana.

Nos entrega las hojas, nombra a cada uno y vamos levantando la mano.

-Bien, y ahora a correr -lo sabía- y después os dejaré hacer el deporte que querais.

Arthur y yo nos miramos y comenzamos a reír.

-Que puta suerte teneis -nos mira de reojo Sasha.

¿Sociedad o suciedad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora