Capítulo 29.

15 2 0
                                    


Creía que me faltaría la suya, pero no, llevo horas impaciente, bailando, escribiendo y jugando para hacer tiempo, incluso tocando el piano, pero al fin, llegaron las siete.

-Ya estoy aquí, Megan.

-Voy -salgo nerviosa y muy impaciente, cruzo la calle y llego al banco de siempre: al banco del frontón.

-Hola, rubita.

-Hola, Dylan.

Se nos nota, se nota la tensión tanto como los nervios.

-Hoy no tengo que comprar.

-Jo, yo quería ser tu conductora de carros otra vez.

-Ya lo eres.

-Qué agradable es estar contigo -me sonrojo.

-Bueno, ¿y cuántos días te vas? ¿Cuándo vuelves?

-Aún no me he ido y ya deseas saber mi regreso.

-Claro, me ocurre a diario, en el instituto.

-Creeme: a mí también.

-Qué mona, es más, podría decir que aún no te has ido y ya te echo de menos.

-Te digo lo mismo, Dylan -miro al suelo, temblando.

-¿Sabes? Sólo he tenido una novia en mi vida -¿Sasha?- y duramos poco, cada vez que quedábamos, como nos veíamos poco, aprovechábamos.

-Osea, que no eres virgen -¿se lo estoy preguntando? Soy imbécil.

-Sí, sí lo soy -eso me alegra y no sé por qué.

-Yo, por desgracia, no.

-Eso no es malo.

-Para mí sí.

-No te entiendo.

-Da igual, por mucho que te explique no lo entenderías -aunque tampoco es muy dificil de comprender.

-Me gusta no entenderte -masajea mis hombros- te hace más interesante, pero, ¿por qué te gustaría ser virgen?

-Yo creía que solo lo iba a hacer con un hombre en mi vida. Cuando beso a alguien, igual. Pero todo salió mal, como de costumbre.

-Qué complicada eres.

-Tengo mis pequeñas manías, supongo -como todos.

-Alégrate de que no eres virgen, has podido disfrutar de esa experiencia.

-Daría lo que fuese por volver a ser virgen, Dylan.

-¿Por qué? ¿Eres tonta?

-Para poder hacer un acto tan bonito como ese con alguien que me importe de verdad, y a la vez.

-En ese momento te importaba tu pareja.

-En ese momento.

-¿Y si tu pareja no es virgen, Megan? -Dylan es idiota, no pilla ni una.

-Supongo que tendría que aguantarme, aunque me molestaría un poco, pero no puedo hacer nada contra eso.

Dylan suspira y aparta sus suaves manos de mis hombros. Saca su pequeño teléfono nuevo, el cual no para de sonar marcando nuevas notificaciones. Mira la hora y me levanto corriendo, tengo que volver a mi casa.

-Es tarde ya -digo alterada- he de irme.

-Ven aquí -me abraza muy fuertemente, acariciandome con su mano derecha el pelo y, con su mano izquierda, mi mejilla derecha.

Me muero de nervios, adoro los abrazos, pero de pronto veo como Dylan comienza a tirar de mí para mirarnos. Yo, hago fuerza hacia abajo porque tengo muchísimos nervios. Al final, cedo y lo miro a los ojos, pero pronto dejo de verlos. Los cierra, acariciando aún mi mejilla, a mi pelo, posa sus labios sobre los míos, chocamos sin querer nuestros dientes. Suelo una pequeña risa pero me arrepiento en seguida dado que no es un momento bueno para reirse. Ahora entiendo por qué quería despedirse con tanta prisa. Os puedo asegurar que en estos momentos estoy flotando gracias a las mariposas, o los murciélagos, lo que sea que tenga en el estómago. 

De vez en cuando abro los ojos para confirmar que es verdad, que está pasando. Pronto dejan de ser solo los labios, comienza a dejarse llevar. Sus manos empiezan a cambiar de sitio; mano izquierda se posa sobre mi cintura y, su mano derecha en mi espalda.

Yo tan solo acaricio su pelo recortado, en la parte de la nuca. Enredo los cortos mechones en mis dedos, lo poco que puedo. El tiempo pasa mucho más rápido ahora, justo cuando debería ir más lento.

Cruzamos la carretera agarrados de la mano, yo, sin sentir apenas los labios. Me acompaña hasta la puerta de mi casa.

-¿Sabes? -me dice- ojalá pudiese llevarte otra vez al auditorio, al parque de los patos, a la montaña, como aquella noche -¿¡QUÉ!?- pero mañana madrugamos.

-Ojalá -entonces es verdad, no fue un sueño, todo ocurrió, no tengo buena imaginación. Lo beso sin avisar, como forma de agradecimiento- en serio, ojalá, pero no puedo.

-Venga, Megan, que te van a echar la bronca por mi culpa -llamo al timbre- adiós, mocosa -dice Dylan mientras anda tan deprisa que ya apenas lo veo.

-Adiós, cielo -digo mirando al frontón mientras la luz de mi casa se enciende para abrir la puerta y dejarme pasar.


¿Sociedad o suciedad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora