Capítulo 9.

51 2 0
                                    

La bronca de mis padres ha sido increiblemente larga, sólo por haber llegado más tarde de las ocho.

Mis padres son así, no me dejan estar fuera de noche y que asco. No entienden que peligro hay en todo el día y noche, y gentuza hay en todas partes y a todas horas. Pero como en las películas todo lo malo ocurre en la noche, en la oscuridad, donde apenas se puede ver, ya creen que sólo pasan cosas malas desde que se va el Sol.

No tienen razón, para nada: los robos, los asesinatos, secuestros, violaciones, apuñalamientos, pueden ser tanto por el día como por la noche. Eso da igual.

Pero bueno, aquí estoy, con el teléfono en la mano, tumbada en la cama, recordando los abrazos de Ryan y sus besos en la frente, su sonrisa y su forma de mirarme tan especialmente suya. Estoy echando un vistazo a WhatsApp, vigilando de reojo la puerta de mi habitación. No quiero que nadie interrumpa mi momento de descanso a decirme que tengo el cuarto hecho un desastre. Y aquí os digo que dentro de mi desastre, hay mucho orden.

Ya estoy en el grupo de WhatsApp que dijo Ryan que me meterían. Están todos hablando sobre si van a salir esta noche. Joder, yo también quiero salir de mi puta casa, pero mis padres son imbéciles.

-Yo no puedo salir de noche -escribo pulsando las pequeñas teclas de la pantalla de mi móvil- y ya echo de menos veros -claro está que lo digo por Ryan.

-No pasa nada, Megan. Ya te veremos mañana -me responde Cathy.

-Y qué ganas tengo -tecleo de nuevo.

Bloqueo el móvil y lo dejo caer sobre la cama, pero pronto lo recojo y lo poso sobre la mesa. Cojo un folio y me dejo abrir la mente con un lapiz en la mano. Deslizando la punta de grafito por la hoja, dibujando lo que hay en mi mente visualizado. No hay sensación que me relaje más.

Mis auriculares blancos se encuentran en la cama, los alcanzo y los coloco dentro de mis oídos, enganchando el cable de estos en el teléfono. Mi música, qué sería yo sin mi querida música. Que, si os parais a pensar, la música también ha creado modas, y distintos grupos sociales. Todo crea modas, estoy cansada ya.

-¿Qué tal tu tarde? -mensaje de WhatsApp de la peliazul

-Me lo he pasado bien pero -entonces dudo si contarle a Sasha la bronca más estúpida que mis padres me han llegado a echar, la de hoy.

-¿Pero?

-Se me ha hecho corto -se lo acabaré contando, pero en otra ocasión. Ahora no quiero hablar de la gilipollez que abunda en la mente de mis padres.

-¿Podemos hablar? -odio esa pregunta.

-Habla. No preguntes si podemos, siempre puedes -respondo mientras sigo dibujando.

-¿Qué harías si estás enamorada de una persona, ella de ti también pero lo vuestro es imposible?

-Nada es imposible, Sasha -qué gilipollez acabo de decir- bueno, me refiero a que podéis estar juntos.

-Hazme caso, no podemos. ¿Qué debo hacer?

-Pero, ¿qué es? ¿Un perro? -bromeo- No, ¿verdad? Entonces podéis -continuo dibujando tranquilamente.

-No, no, a la zoofilia no llego, no soy tan bestia, Megan.

-¿Tan bestia? -esa respuesta me ha sorprendido. ¿Qué querrá decir con eso?

-Ya te contaré cuando nos conozcamos un poco más, bueno -me escribe- me voy a dormir, un besito.

-Descansa, Sasha, buenas noches -tecleo aún con las dudas sobre qué le podrá pasar a Sasha.

-Buenas noches. -se desconecta.

Y, de nuevo, tranquilidad. Sasha me ha preocupado. El amor no tiene edad ni barreras, no sé qué le pasará a esa persona de la que está enamorada para que no puedan salir juntos. 

Trazo líneas en el folio, formando un dibujo de mi pokémon favorito, Pikachu.

Cuando voy a destapar el rotulador amarillo para comenzar a colorear el dibujo, suena de nuevo mi WhatsApp.

-Megan, rubita friolera.

-Hola, Dylan -pensaba que sería Sasha contándome qué le pasa a esa persona.

-¿Estás ocupada?

-Solo estoy dibujando, nada importante, ¿por qué lo dices?

-Deberías levantarte de la silla.

-¿Por qué? Estoy cómoda.

-Me apetece incomodarte para hacerte sentir mejor.

¿Pero de qué habla este chico? Si es una broma no tiene gracia.

-Asómate a la ventana -me dice. ¿Cómo? No puede ser. ¿Ha venido hasta aquí? ¿Por qué? 

Me levanto de la silla, dejo mi dibujo medio hecho sobre la mesa y camino hacia las puertas de mi terraza. Aparto la cortina, bajo el picaporte y tiro de las puertas. Noto el frío de la calle llegando hacia mis mejillas. Apoyo las manos sobre las vallas de mi terraza. Ahí está, en manga corta, ¿no tendrá frío? Recolocándose el flequillo con una mano, con la otra sujetando el móvil. No se ha dado cuenta de que he salido a verle. Está sonriendo a la pantalla del teléfono. Pero sigo sin entenderlo, ¿por qué ha venido? Levanta la mirada y me mira. Nada más cruzar nuestras miradas, una sonrisa aparece en su rostro.

-¿Por qué has venido? -susurro.

-Acabas de decir por el grupo que no podías salir porque tus padres no te dejan. Los demás están en un parque, cerca de aquí, no me ha llevado mucho tiempo en venir a verte -se me ablanda el corazón.

-Pero no puedo bajar.

-¿Tus padres están dormidos?

-Creo que sí, por eso hablo en este tono.

-Escápate conmigo.

Realmente se ha vuelto loco, pero me encanta la idea.

-¿Y cómo bajo?

-Por aquí mismo, yo te cojo, tranquila. Solo tienes que confiar en mí.

-¿Te has vuelto loco? ¿Cómo voy a bajar desde la terraza?

-Tampoco está tan alto -ríe.

-¿Por qué quieres que me escape contigo?

-¿Por qué no? Además, estoy seguro de que la idea no te disgusta, ¿no crees?

¿Pero de qué va? Aunque tiene razón, de hecho, me apetece mucho bajar y abrazarlo. Caminar hacia donde sea, pero no estar en mi casa. Sonrío inconscientemente. Odio cuando alguien tiene razón sobre mis sentimientos. Pero no puedo bajar, me arriesgo a que me castiguen sin poder salir nunca. Eso tampoco es tan malo, tengo la suerte de que están en mi instituto. ¡Joder, no me mires así! No hay quien pueda pensar ni un poco.

-¿Te apetece irte por ahí, conmigo, a perdernos un poco? Te dejo mi chaqueta -esa que ni siquiera está usando, la lleva colgando del brazo- y así no pasas frío.

¿Sociedad o suciedad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora