Capítulo 28.

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Gracias destino, aunque te odio a la vez.

Buenos días, un día más para contar, mejorado desde primera hora de la mañana gracias a un abrazo de Sasha.

Ya me estoy despidiendo de todos, pues mañana no vengo a clase.

-¿Pero mañana no vienes?

-No, nos vamos a las ocho de la mañana a disfrutar de unas bonitas seis horas sentados en el coche, viendo campo, carretera, nubes, carretera, señales de tráfico, carretera, coches, ¿he dicho ya carretera? -mi tono irónico lo dice todo.

-¡Qué guay! ¿No? -dice Sasha también en un tono muy irónico.

Todos creen que mañana voy a clase y por eso no comprenden qué hago despidiéndome hoy. Dylan no me ha hablado en todo el día, tiene examen a última hora y está repasando como un loco. Yo quiero despedirme, pero no quiero molestar. Además, ya va a ser última hora y deberían ir yendo al aula de exámenes.

-Suerte -digo pasando por su clase. Ni si quiera me mira, tengo algo de miedo, ¿ya la he fastidiado?

-Muchas gracias, Megan -contestan Jack y Melany. Vale, son mis amigos, pero solo lo decía por hablar algo con Dylan.

Salgo de su clase en dirección a la mía, toca las insufribles matemáticas y no me apetece nada. Así que saco una hoja de mi archivador, un bolígrafo azul y comiendo a escribir mi historia, basada más o menos en mi vida, para que se me pase más rápida la hora y poder ir a casa a hacer la maleta. 

La profesora explica las ecuaciones escritas en la pizarra mientras resuelve dudas. Yo, ya llevo mucho rato escribiendo, desahogándome. Imagino a Dylan escribiendo su perfecto examen -digo perfecto porque siempre saca muy buenas notas- mordiéndose el labio por los nervios. Inevitablemente sonrío y vuelvo a la realidad, donde la profesora está mirándome.

-Si tanto te aburre la clase, Megan, ahí tienes la puerta.

-Perdón -aunque siempre que me han dicho esto, me he planteado seriamente si irme o no, pero supongo que es un simple aviso así que no lo hago. Pero no os imagináis las ganas que tengo de salir por esa puerta y no aguantarla más.

Deja de mirarme y sigue escribiendo en la pizarra.

De pronto, suena el timbre, por fin.

Recojo muy rápido mis cosas y cuelgo mi mochila negra y naranja de mis hombros. Salgo de clase, bajando las escaleras, abandonando el edificio de bachillerato, entré pues al de la ESO, solo han salido del examen, que yo conozca, Cathy y Melany.

-¿Y Dylan y Jack? -pregunto.

-Buf -ríen- tardan mucho en los exámenes.

-Ah, -suspiro- lo decía para despedirme de ellos. Bueno chicas, adiós -se despiden con la mano.

Camino hacia el polideportivo y espero impaciente, mirando sin parar a la gente que sale del instituto.

-Bueno, ¿te llevo a casa? -me pregunta Sasha.

-¿Podemos esperar un momento?

-Sí, claro, pequeña, pero solo un momento.

Entonces, veo a Dylan saliendo por la puerta, recolocándose el pelo con una mano y la otra hallada dentro del bolsillo de su pantalón. Espero a que cruce para despedirse de mí, pero mi sorpresa es que Dylan gira a su derecha sin apenas mirarme, junto a su hermano Leo. Me quedo parada en el sitio, absorta, sin habla, ¿por qué no ha querido despedirse de mí?

-Ya está, podemos irnos, Sasha -acaricio su pelo azul.

-¿Pasa algo? -no es tonta, me las caza al vuelo.

-No, tranquila -respondo caminando por la acera, soportando el extraño calor de noviembre.

-Este es el coche -abre la puerta de atrás- sube.

-Hola -saludo a su padrastro, mientras subo al coche, y a Riley, sentado en el sitio del copiloto, mientras Sasha sube a mi izquierda.

Jhon, su padrastro, pone en marcha el motor, apretando los pedales, cambiando de marcha y girando lentamente el volante. En el coche hay un silencio cómodo, solo se oye el motor y la respiración de la chica del pelo azul. Todo esto dura poco, Jhon frena en frente de mi casa. Me despido de todos y doy las gracias por ahorrarme el camino.

Por fin, hogar dulce hogar. Entro en casa, sin ganas de comer, subiendo las escaleras muy rápidamente, lo mejor de los viajes es hacer la maleta.

Alcanzo, subiéndome a una silla, la maleta encontrada en lo alto de mi armario.

La poso sobre el suelo, abierta de par en par. Suelto el teléfono de mala manera sobre la cama. Poco a poco, lleno la maleta de prendas de ropa. También meto mi pequeño peluche con el que siempre duermo -un Pikachu- un cargador, mis cascos y mi game boy. Además de mi querida amiga: mi cámara.

-¿Qué tal la maleta, cariño? -la mira y su cara cambiapor completo -¿¡TANTA ROPA!?

-Mamá, déjame hacerla como yo quiera, por favor.

-Tú sabrás -sale de mi cuarto.

El WhatsApp suena, no me apetece mirarlo pero la curiosidad me puede.

-Te voy a echar de menos.

-¿Por qué te fuiste sin despedirte?

-Mañana te veo, ¿no?

-No, me voy por la mañana, Dylan -respondo muy molesta.

-¿¡QUÉ!? Tú no te vas sin despedirte de mí. Hoy tengo clase de guitarra y salgo a las siete. ¿Quedamos en frente de tu casa? O sea, en el frontón.

-Hecho.

¿Sociedad o suciedad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora