Capítulo 26.

20 2 1
                                    


Mi vida comienza a tener color, a dejar de ser tan gris. ¿Nunca os ha pasado que vuestra vida depende de otra persona a la que, a veces, llamas así? Aunque eso no me guste en algunas ocasiones. La mía ya depende de ese alguien. A veces miro la mesa de detrás de mí, veo a Ryan y pienso que, gracias a él, en parte, ahora siento lo que siento. Empiezo a vivir esa sensación de no dejar de hablar de esa persona; pensarla, hablarla, contarle todo lo que te pasa. Saber qué hace, qué piensa, si a ella le pasa lo mismo que a ti, que no dejas de pensar en aquella persona que te alegra los días.

Estoy en el instituto, faltan pocos minutos para salir al recreo. Las ganas que tengo de salir al pasillo y verlo.

De repente, suena el timbre, me levanto muy rápido, recogiendo todas las cosas de la mesa guardándolas lo más rápido posible en la mochila. Salgo al pasillo.

-Voy a salir a fumar -dice Adam- ¿vienes?

-Claro -respondo viendo que Dylan también lo acompaña.

Salimos del edificio, abriendo la puerta para salir a la calle. Yo, como siempre, miro al cielo: no me gusta, no es azul hoy, es gris, hace daño a la vista. Lo único bueno que puede tener es el olor a lluvia que trae. 

Adam se aleja de nosotros, fumando en frente, apoyado en la pared del polideportivo hallado en frente del instituto. 

-Vamos con él -digo.

-Deberíamos hablar de lo de ayer -responde- ¿no crees?

-Vale, hablemos.

-De acuerdo -coge aire- ¿recuerdas que te dije que Cathy sabe demasiado? -asiento con la cabeza- ¿y el día de casa de Andy? -sí, cuando me corté- pues ese día acompañé a Cathy a casa y, necesitaba contárselo, además, no dejaba de preguntarme el por qué estaba así.

-¿Y qué dijiste?

-Que me estoy enamorando, que eres la chica, que te quiero, que me importas -¡me he estado odiando todo este tiempo!- Megan, te quiero -no puedo creerlo.

-Y yo a ti, Dylan.

-No sabes cuánto me alegra oir eso.

-Tanto como a mí -sonrío con lágrimas en los ojos.

-¿Y qué hacemos?

-No lo sé.

-Pero, ¿a ti no te gustaba Ryan?

-No te ofendas, pero estos días he decidido fingir para que nadie se metiese entre tú y yo como pasó con él. Gracias, aún así, por ayudarme con él.

Todo parece una típica historia escrita para adolescentes donde todo sale bien, donde la protagonista siempre gana y es feliz. Mientras Dylan me abraza con todas sus fuerzas, yo tan solo apoyo mis manos en su espalda. Me siento una idiota.

-¿Vamos a clase, rubita?

-Vamos -digo mientras me doy cuenta de la manera en la que nos miran todos, como si hubiésemos hecho algo malo.

Entramos en el edificio de bachillerato y nos quedamos en el pasillo.

-Creo que tengo que entrar a clase -digo muy nerviosa. Quiero entrar para poder pensar tranquilamente.

-Aún no ha entrado tu profesor.

-Ya, pero tengo que hablar con Sasha. Luego te veo, Dylan -miro como suspira y no se lo termina de creer.

Entro a clase y cierro la puerta para que Dylan no me mire más. Estoy demasiado nerviosa, necesito escribir tranquilamente algo, para desahogarme, como un diario pero con personajes, y algunas partes inventadas. No sé muy bien por qué, pero tengo una sensación en el cuerpo que no me gusta, es como si tratase de evitar estar con Dylan. Ahora tengo miedo a quedarme asolas con él por si intenta algo conmigo. ¿Veis? Soy una estúpida. Estaba deseando ser yo y, ahora que sé que soy yo la chica, me da miedo.

¿Sociedad o suciedad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora