˚⁀➷⚘ c. 1990
_____ trabaja en el cementerio de Poblenou. Un misterioso joven se muda a la ciudad y, rápidamente, los vecinos comienzan a esparcir rumores sobre él, puesto que luce peligroso y aterrador como un criminal.
Sin embargo, _____ descubre q...
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_____ estaba volviendo a casa. Se frotó los brazos, escondiendo su cuello del frío dentro de su abrigo.
—Voy a tener agujetas mañana... —se tuvo que quedar horas extra para poder limpiar la pintura, por lo que se le había hecho de noche.
Como cada día, se alegró de vivir tan cerca de su trabajo. Hoy por un motivo bien diferente, pues llevaba unos minutos sintiendo que alguien la estaba siguiendo.
Su respiración se aceleró, pero intentó actuar con normalidad y no acelerar el ritmo de sus pasos. Si alguien la estaba siguiendo, no quería hacerle saber que lo había notado.
Había pocas personas en la calle, pero era mejor que nada. El problema es que, a medida que avanzaba hacia su casa, estaban las calles desiertas. Aquello no le daba buena espina...
Que le den a todo.
Aceleró el ritmo, trotando hasta su casa. Se atrevió a mirar por encima de su hombro, y vio una figura negra escondiéndose tras otra calle. Fue tan rápido que dudó de si creer a sus ojos. ¿Se lo habría imaginado? ¿O de verdad alguien la había estado siguiendo?
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Cuando estaba a pocos pasos de la puerta de su casa, vio que Killer estaba fuera con una chaqueta, de brazos cruzados.
—¿Killer? —lo llamó.
—_____ —se acercó a ella—. Me tenías preocupado; no sueles llegar tan tarde a casa.
¿Estaba esperándola? ¿Con el frío que hacía a esas horas de la noche? _____ se mordió el labio, intentando que todo el cúmulo de emociones del día no salieran ahí mismo. En serio, ¿había salido este hombre de un cuento de hadas?
—Gracias, Killer —su voz se quebró por culpa del nudo que se le estaba formando en la garganta. Al rubio no se le escapó ese detalle.
—Eh, eh, ¿estás bien? —le preguntó con voz calma, acariciándole los hombros por encima del abrigo—. Entremos a casa —la acompañó a dentro.
Killer echó un último vistazo a la calle: todo estaba desierto.
—¿Ha pasado algo? —le preguntó una vez el calor del hogar los abrazó.
—Me he quedado un rato más para limpiar unos grafitis que habrían hecho unos gamberros —le quitó importancia al asunto—, y al volver sentía que alguien me estaba siguiendo —rio un poco, sintiéndose estúpida—. Seguro que me lo habré imaginado —tenía tendencia a malinterpretar las cosas, así que lo apartó de su mente como otra de sus paranoias.