˚⁀➷⚘ c. 1990
_____ trabaja en el cementerio de Poblenou. Un misterioso joven se muda a la ciudad y, rápidamente, los vecinos comienzan a esparcir rumores sobre él, puesto que luce peligroso y aterrador como un criminal.
Sin embargo, _____ descubre q...
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_____ veía a Killer ayudando a los vecinos con sus bolsas de la compra, entablando conversaciones banales con la gente del bar... Las marujas de la puerta hasta le fueron a pedir disculpas, admitiendo que ella tenía razón y que era un chico estupendo.
¡Ja! Victoria. Aquel sentimiento le iba a durar unos cuantos días.
Tras otra semana de trabajo en la que aún no se encontró con Marco, se despertó el fin de semana con una sonrisa en la cara.
¿Por qué?
Porque el hecho de que las marujas le dieran la razón respecto a que Killer era un buen tipo se sentía mejor de lo que _____ jamás hubiera imaginado. Era como una droga que aún le hacía efecto.
¡Que aprendan la lección! Quizá así no volverían a martirizar a nadie más. No hay que juzgar a un libro por su portada.
_____ se levantó y preparó el desayuno para los dos, viendo que Killer aún no se había levantado. Preparó unas tostadas mientras tatareaba una canción, feliz.
Ella tuvo que soportar las malas miradas durante mucho tiempo, así que se alegró de que Killer no las tuviera que haber soportado el mismo tiempo que ella. Cualquier día menos era algo que agradecer.
—Bon dia —saludó Killer con la voz ronca de recién levantado. _____ no creyó que fuera posible, pero acababa de ver que se equivocaba: su voz sí se podía volver más grave aún.
—Bon dia —le sonrió, poniéndole el desayuno en la mesa—. ¿Has dormido bien?
—Sí —bostezó, y le lanzó la misma caja de chocolatinas que regaló a aquel niño en el cementerio—. ¿Y tú? Te veo contenta —se giró para dar un bocado a su tostada sin que _____ le viera el rostro. Cada día tenía más curiosidad por saber qué necesidad tenía de ocultar su cara, pero no le preguntaría. Se lo había prohibido a ella misma por respeto al hombre que la salvó de tener que vender la casa. Tomó la caja que le había ofrecido y le quitó el envoltorio a una chocolatina. Se permitiría un pequeño capricho aquella mañana.
—¿Sí? —rio un poco—. Digamos que el sentimiento de victoria es poderoso —bromeó—. Que esas marujas se hayan disculpado por su comportamiento al ver que estaban equivocadas ha sido... —cerró los ojos, como si lo saboreara, cuando en realidad saboreaba el chocolate— divino —Killer rio.
—Te lo agradezco mucho. Sin tu ayuda, no habría podido tener a la gente en el bote tan rápido.
—¿Tú crees? —se sintió orgullosa, pero luego reparó en la manera en la que había expresado aquello—. Espera, ¿qué? —Killer se levantó de la silla, estirándose.