Capítulo 6

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Vanesa continuó sosteniendo la mano de Mónica mientras caminaban por la concurrida calle hacia Starbucks.

- ¿Aquí está bien? - preguntó mientras la bocina de un coche sonaba detrás de ellas.

- Claro.

Sorprendentemente, Mónica no se sentía incómoda con la mano firme de Vanesa sobre la suya al entrar en la cafetería. No era de las de mostrar afecto en público, pero Vanesa no parecía querer dejarla ir. Vanesa era fuerte y confiada, y Mónica necesitaba a alguien que se hiciera cargo por una vez, aunque fuera sólo para sugerir la cafetería a donde ir.

Estaba cansada, cansada de tomar decisiones, cansada de luchar por cada pequeña cosa. Todo parecía ser un problema gigantesco que afectaría el resto de su vida, y últimamente se sentía como si hubiera cometido más errores de juicio que aciertos. Los meses siguientes al ataque y al arresto de Jesús habían pasado en una nebulosa, y había gastado el tiempo transcurrido desde que estaba en Estremera asistiendo a reuniones constantes con los abogados. Su saldo bancario era tan nefasto como su habilidad para tomar decisiones, y ninguno de los dos parecía que se fuera a recuperar pronto. Afortunadamente, su jefe en la tienda de flores comprendía su distracción ocasional. 

Había trabajado en El florista durante seis años, y los propietarios, Raphael y su novio Manuel, se habían convertido en sus amigos. Ellos la apoyaron emocionalmente e incluso siguieron pegándole cuando tuvo que faltar al trabajo para el juicio de Jesús y las citas posteriores. Hoy había sido uno de esos días, que le hicieron perder el almuerzo y beber demasiado en un bar.

El abogado que había contratado para Jesús cobraba trescientos euros la hora por sus servicios, y entre la defensa original de su hermano y ahora su apelación, el dinero que había ahorrado con esmero para abrir su galería de arte estaba prácticamente agotado. Raphael y Manuel no lo sabían, pero ella había tomado un segundo trabajo en un servicio de contestador por la noche para ayudarse con los gastos. Esta era su primer noche libre en más de tres semanas. El día anterior había iniciado los trámites para una segunda hipoteca sobre su casa, y mientras llenaba la información se dio cuenta de que los recuadros vacíos en los formularios interminables simbolizaban el vacío que sentía.

- ¿Mónica?

Mónica retornó su atención a Vanesa, que tenía una mirada extraña en su rostro. Si ella no lo hubiera sabido, habría pensado que era una mezcla de preocupación, sensibilidad e irritación.

- Lo siento, ¿Qué?

- Que si quieres un café o algo más.

Cuando Vanesa se volvió a Mónica para que hiciera su pedido, parecía estar a un centenar de kilómetros de distancia. Su expresión tenía la misma apariencia casi angustiada que Vanesa había visto antes, y quiso hacer que todo lo que preocupaba a Mónica se fuera. Ciertamente tenía el dinero y el poder para hacer casi cualquier cosa. Lo que le molestaba a Mónica no podía ser tan malo. Sí. Y pensó que Joaquín Sabina sería pan comido también.

¿Y qué era lo que había ocurrido antes en el bar? Vanesa no podía creer las palabras que habían salido de su boca. Ella tenía escrúpulos, pero cuando una hermosa mujer se le ofrecía, casi siempre salían volando por la ventana. A ver, que una es persona y tiene sus necesidades..

- Café está bien. Negro, sin azúcar. - Mónica se iluminó y devolvió la mirada a Vanesa con una sonrisa. Su reacción hizo que Vanesa se sintiera aún más curiosa por saber lo que estaba pasando con ella. Con las bebidas en la mano, Vanesa las llevó a una mesa redonda en una esquina que les proporcionaba un pequeño grado de privacidad. La tienda estaba concurrida y quería hablar con Mónica sin una docenas de pares de oídos escuchando. Mónica aún parecía avergonzada, por lo que Vanesa decidió mantener la conversación ligera.

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