Capítulo 31

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Mónica suspiró, dejándose caer en los suaves asientos de cuero de la limusina. Estaba agotada, y lo poco que había dormido la noche anterior no había sido suficiente. Inclinó la cabeza hacia atrás en el asiento. El día había sido perfecto. Se sintió hermosa, y cuando vio a Vanesa caminar hacia ella para llegar juntas al altar, deseó haber aceptado la oferta de Joaquín de llevarlas a ambas. Jesús era el hombre que quería a su lado, y debido a que era imposible habían optado por caminar juntas. Lo había echado muchísimo de menos, pero recordó la sonrisa que le llenaba la cara cuando le hablaba de los pendientes de la boda. Incluso son Jesús en su corazón, sentía sus piernas débiles y tuvo que concentrarse para avanzar por el pasillo sin caerse.

Todavía no podía creer lo rápido que había cambiado su vida. Vanesa prácticamente la había enamorado locamente, y ahora aquí estaba, casada con Vanesa Martín. Siempre recordaría como Vanesa había cuidado de todo. No había estado involucrada en los detalles de la planificación de la boda, pero su apoyo era evidente en todas partes. Había hecho tiempo en su agenda para reunirse con el servicio de catering, con los músicos, incluso con la señora que había dispuesto las mesas en la recepción. 

- ¿En qué piensas? - flotó la voz de Vanesa a su alrededor. Era cálida y la reconfortaba como una manta suave.

- Sólo en lo feliz que estoy. Y lo agotada - añadió Mónica, sonriendo.

Vanesa se deslizó sobre ella y la besó en su punto preferido del cuello de Mónica, justo por debajo de la oreja, y Mónica sintió su pulso, por debajo de los labios de ella comenzar a latir de manera irregular. Sonrió mientras Vanesa alargaba el beso.

- Con un poco de suerte no demasiado cansada. Es nuestra noche especial, ya sabes...- murmuró Mónica.

Vanesa había insistido en hacerse cargo de todos los arreglos para la semana siguiente, e incluso no había revelado dónde pasarían su noche de bodas. Le había dicho a Mónica que empacara con moderación, bromeando con que no necesitaría mucha ropa, probablemente ninguna en absoluto.

El cuerpo de Mónica cobró vida en boca de Vanesa. No se movió, simplemente disfrutaba de la sensación de calor y deseo que lentamente se iba extendiendo a través de ella.

- Sabes, he leído en una de las revistas de novias que la mayoría de las parejas no consuman su matrimonio inmediatamente después de la boda porque están exhaustas, tomaron bebidas alcohólicas en exceso, o ambas cosas - comentó Mónica.

La mano de Vanesa fue bajo el vestido de Mónica y subió por su cálido muslo. El pulso de Mónica se disparó y abrió las piernas, concediéndole un mayor acceso a Vanesa. Ambas deseaban el tacto de la otra más que nada en el mundo.

- Eso es sólo porque no se casaron contigo  - respondió Vanesa con su ya típica cara de pilla.

Mónica se estremeció cuando la boca de Vanesa trazó un camino por encima de sus hombros desnudos mientras sus dedos seguían la suave costura que delineaba la entrepierna de sus bragas. Su piel no tuvo que esperar mucho tiempo antes de  que los dedos hábiles de Vanesa encontraran su punto débil y suavemente se movieran sobre la carne apretada. Mónica agarró la cabeza de Vanesa con ambas manos y arrastró su boca a la suya. La besó larga y profundamente, su cuerpo acercándose a los dedos de ella que la exploraban.

- Sigue, por favor - rogó Mónica.

En ese momento no le importaba si el conductor podía escuchar a través de la ventana de privacidad oscura. Estaba en llamas, y Vanesa era la única que podría aliviar su tormento, o hacer que se quemara por completo.

Con lentitud agonizante los dedos de Vanesa deslizaron sus bragas hacia un lado. Mónica levantó el trasero del asiento, dando permiso a Vanesa para que las removiera. Vanesa se deshizo de la prenda breve, ambas gimieron cuando sus dedos encontraron la huella de Mónica.

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