Capítulo 4

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Mónica sintió, más que vio, a la mujer y su ira salió a la superficie. Estaba enojada con Patricia porque le había dejado plantada y por haberla hecho soportar las sanguijuelas de barras que la veían sólo como carne fresca. Estaba cansada y el pequeño dolor de cabeza de más temprano ese mismo día competía con la música por espacio en su cabeza. Estaba recogiendo las llaves cuando una voz detrás de ella le preguntó:

-¿Quieres bailar?

Por un instante Mónica estuvo tentada de escupir una respuesta cáustica, pero luego se dio cuenta de que esta mujer la había invitado a bailar, no le había lanzado una línea débil y sobre-usada de ligue. Cuando le dio su atención a la mujer, Mónica vio que no había invadido su espacio personal como las demás, no había puesto su cerveza en la barra como si hubiera sido invitada, y estaba mirando su cara, no sus pechos. Esta mujer y su forma de acercarse era diferente.

-¿Cómo dices? - prácticamente tuvo que gritar para hacerse oír por encima del ruido. La mujer de pie junto a ella bajó la cabeza ligeramente, pero sin aprovechar la oportunidad para dar un paso más cerca.

- Pregunté si te gustaría bailar - respondió la misteriosa mujer.

Mónica quería decir que no, sabía que tenía que decir que no, pero algo sobre la forma en que esta mujer se presentó le hizo decir que sí en su lugar. Había estado actuando extraño últimamente, y este era otro indicio de que hiciera algo estúpido. No fue hasta que se levantó del taburete que la mujer puso la cerveza en el bar. La mujer le indicó el camino a la pista de baile, y Mónica se las arregló para encontrar un pequeño espacio desocupado por el que apenas pudieron moverse entre la multitud de mujeres peleando por un pedazo de bienes raíces de madera laminada.

No habían bailado más de una docena de pasos cuando las luces se apagaron y una balada lenta inmediatamente reemplazó a la música a todo volumen. La mujer no actuaba como si quisiera dejar la pista llena de gente, pero miró a Mónica como diciendo: "Todo depende de ti". Contra su mejor juicio Mónica le tendió los brazos y la mujer dio un paso adelante.

- Mi nombre es Vanesa.

Mónica tuvo que inclinar la cabeza para mirar a los ojos de la mujer que la sostenía castamente. Era solo un poco más alta que ella, pero parecía más alta.

- Mónica.

- Encantada de conocerte, Mónica. - Vanesa no dijo nada más, y Mónica disfrutó tímidamente la sensación de estar en sus brazos. Se adaptaban perfectamente y bailaban bien juntas, sin los incómodos tropezones de costumbre en la pista de baile.

Levantó la vista y se encontró con un mentón fuerte y una mandíbula firme. Un flequillo caía sobre la frente de Vanesa, y sus ojos avellana luchaban contra los destellos verdes que los adornaban de vez en cuando. Vanesa sonrió, y por primera vez, Mónica notó los hoyuelos a ambos lados de los labios que le hacían lucir como una niña pequeña. Pero el cuerpo duro tan cercano al de ella era, sin duda, el de una mujer adulta. Una oleada de calor abrasadora recorrió su cuerpo al pensarlo, y dio un traspié. Vanesa la atrajo hacia sí, estabilizándola.

- Lo siento. - dijo Mónica, sacudiendo la cabeza para recuperar su equilibrio. Tenía las manos sudorosas y no estaba segura de que sus piernas la mantendrían en posición vertical. Vanesa pareció darse cuenta de su inseguridad, y la sostuvo un poco más apretado.

- Son las cervezas. Me están mareando. - pensó Mónica. No había cenado y había derribado tres cervezas. Vanesa sonrió y Mónica volvió a tropezar.

- Está bien. Es un poco difícil bailar con alguien que acabas de conocer. Tal vez deberíamos hacerlo más a manudo, y si conseguimos hacerlo lo suficientemente bien podemos presentarnos a Bailando con las Estrellas. - dijo Vanesa.

Mónica se río de su referencia al popular programa de televisión.

- Pero en ese programa la gente común baila con las estrellas, no una con la otra. - respondió mientras comenzaba a relajarse de nuevo.

-¿Te refieres a que me estás contando que no eres alguien famoso? Yo creía que eras Courtney Cox. - Vanesa se echó hacia atrás luego de decir esto, mirando a la cara de Mónica, la parte inferior de sus cuerpos tocándose íntimamente.

- Muy graciosa. Courtney Cox es una actriz de ojos azules, no una bollera en un bar de Madrid. - Mónica sonó divertida, pero sólo podía pensar en la presión de la pelvis de Vanesa contra la de ella, que estaba haciendo hormiguear su entrepierna.

Vanesa fingió decepción y luego volvió a sonreír. - Una chica puede fantasear, ¿no? - concluyó.

El estómago de Mónica se cayó con la expresión de los ojos de Vanesa, que era una combinación de lujuria, humor y desafío. Hizo que Mónica quisiera algo que no había querido en mucho tiempo, perderse en sus ojos. Sentir las manos suaves recorrerla y acariciar su cuerpo hasta conocer cada uno de sus lunares. Quería dejar de pensar y desaparecer en esa sensación. Trató de forzar sus pensamientos de vuelta a la realidad, pero fue casi imposible con esta bella mujer envuelta a su alrededor. Las luces se encendieron tan rápido como habían bajado, y el grito agudo de una guitarra eléctrica atravesó la quietud de la pista de baile.

Vanesa se estremeció ante la abrupta transición e hizo una nota para hablarle a Almudena, la propietaria, sobre el orden de las canciones del DJ. De mala gana liberó a Mónica y la siguió hasta donde habían dejado sus cervezas en la barra.

- Gracias por la danza. Eres muy buena. - Vanesa casi se atragantó con sus palabras cuando Mónica inclinó la cabeza hacia atrás, exponiendo su largo cuello mientras bebía el líquido que quedaba en la botella. Su pulso se aceleró y su entrepierna comenzó a latir. Estuvo a punto de dejar caer su botella cuando Mónica se echó a reír. Qué risa más bonita tenía.

-¿Estás bromeando? Te pisé y prácticamente me caí sobre mi trasero, no una sino dos veces. No sé con quién has estado bailando, pero sin duda ella tiene que ser..." - Mónica perdió su tren de pensamiento con la mirada de deseo apenas contenido que ardía en los ojos de Vanesa. Ella misma no podía apartar sus ojos y fue arrastrada a las abrasadoras profundidades. Vanesa parpadeó un par de veces, y el incendio desapareció. ¿Mónica lo había imaginado? La forma en que su cuerpo reaccionó le dijo que había estado allí.

- Mi sobrina. - dijo Vanesa.

- ¿Qué? - preguntó Mónica, confundida.

- Mi sobrina. La persona con la que he estado bailando. En realidad no es mi sobrina, pero casi. Es la hija de mi amiga. Se llama Estrella, y cada vez que nos reunimos, insiste en bailar conmigo. Es pequeña, todo piernas, con dos pies izquierdos y una sonrisa del tamaño de Andalucía.

- Le debe venir de su no-tía. - respondió Mónica. Ante la expresión de asombro en el rostro de su acompañante, añadió. - La parte de la sonrisa. No los dos pies izquierdos. - pensó por un momento y luego miró las piernas de Vanesa, desde la punta de sus botas hasta la parte superior de sus muslos. - Está bien, la parte de las piernas también.

Vanesa se sonrojó por la evaluación directa de Mónica.

- ¡Ojalá! ¿Quieres ir a algún lugar un poco más tranquilo? Tal vez por una taza de café o algo así?

La respiración de Mónica quedó atrapada en su garganta. "¿O algo así?", no estaba de humor para insinuaciones y charla ociosa.

- Sí. - Los ojos de Vanesa se dilataron con evidente emoción ante la respuesta afirmativa.

- ¿Y qué tipo de algo tenías en mente? - Mónica no era, por lo general, tan directa con las mujeres, pero apenas podía recordar la última vez que había estado con una.

- Prefiero decírtelo donde no haya gente alrededor. Te diré exactamente lo que tengo en mente si tú me lo dices primero.

Mónica acortó la distancia entre ellas. Su corazón latía con fuerza y su respiración era superficial.

- Está bien. No hay necesidad de irse por las ramas. Somos dos adultas que consienten en que, obviamente, se encuentran atractivas. ¿Por qué no actuar en consecuencia? - pensó Mónica, y luego de tomar una respiración profunda habló.

- Quiero follarte insensatamente y esperaría lo mismo de ti.


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