Cuando Mónica despertó sintió un peso sobre su barriga. Con cuidado, levantó la sábana y comprobó que Vanesa tenía su brazo sobre ella. En algún momento durante la noche Vanesa se había "abrazado" a ella. Estaba de lado, ofreciéndole a Mónica una vista perfecta de su cuerpo, sólo cubierto por una camiseta larga que ahora estaba más alto de lo que debería. La clara línea de bronceado en su cadera, ponía en manifiesto que Vanesa no estaba totalmente amarrada detrás de su escritorio.
Vanesa se dio la vuelta, y los dedos de Mónica sentían comezón por trazar las líneas suaves de su espalda y la elevación de su cadera.
Quería despertar a Vanesa con sus dedos, su boca y su cuerpo, deslizarse ligeramente sobre su piel suave y sentir sus músculos responder. Ansiaba explorar cada centímetro de ella y luego hacerlo una y otra vez. Tenía que salir de la cama antes de actuar sobre sus deseos.
Una tos sutil en la habitación de al lado sofocó cualquier otro pensamiento de entrenamiento matinal. A Mónica sin duda no se le antojaba que los Sabina oyeran su encuentro sexual.
Mónica se levantó y bajó las escaleras en busca de la cafetera. Joaquín ya estaba sentado en el patio.
- ¿Puedo entrar?
- Por supuesto que sí. Por favor, siéntate - Joaquín señaló una silla a su derecha - Veo que has encontrado el café - dijo, indicando la taza humeante que sostenía Mónica.
- Sí, gracias. No puedo funcionar en la mañana sin él. No estoy segura si es un mal habito o una adicción. De cualquier manera, soy una cascarrabias hasta que tomo mi primera taza - Mónica se inclinó hacia atrás en el sillón y puso sus pies en alto. Era temprano y la brisa que soplaba desde el mar era todavía fresca. El sol se sentía cálido en su cara y el cielo estaba despejado. Joaquín respetó su primera taza de mal humor y no dijo ni una palabra. No hubo necesidad de llenar el silencio con conversación.
- ¿Puedo servirte más? - Joaquín la miraba expectante.
- No tienes por qué. Puedo hacerlo yo misma - Mónica osciló sus pies fuera de la silla para ponerse en pie.
- Tonterías, me voy a servir un poco de todos modos. Tú quédate. Estaré de vuelta en un santiamén, canija - él tomó su taza y se metió en la casa.
¿Santiamén? Mónica no podía recordar a nadie usando esa palabra en años. Los Sabina eran realmente poco pretenciosos. Había disfrutado de la cena de anoche. Joaquín y Jimena eran más jóvenes de corazón y opiniones que la mayoría de la gente de la mitad de su edad. No es que conociera a muchas personas mayores, pero los que conocía sin duda no actuaban como los Sabina. La forma en que hablaban y hacían preguntas acerca de su infancia y la familia la hicieron sentir cómoda y en casa. Cuando tropezó con una pregunta que podía haber implicado una discusión sobre Jesús, parecieron entender sus dudas y rápidamente se trasladaron a otro tema.
- Me encanta aquí fuera en la mañana - dijo Sabina, poniendo su taza en el posavasos - Podría sentarme aquí todo el día. De hecho, algunas días es eso exactamente lo que hago.
- Puedo entender eso. Es hermoso - Mónica no podía recordar la última vez que había estado tan relajada. Había estado aquí menos de veinticuatro horas, pero se sentía como si siempre hubiera vivido allí. El sol proyectaba sombras en la playa, y se sorprendió cuando deseó haber traído sus pinturas y su libreta con ella. No había tomado un pincel ni un lápiz para escribir desde el ataque.
- Espero que hayáis dormido bien - dijo Joaquín.
Mónica creyó detectar un elemento de burla en su pregunta y se sonrojó al recordar la pasión y la risa de la noche anterior. La casa era pequeña. ¿Cuánto habrían oído él y Jimena? Cualquier persona escuchando los sonidos que emanaron de su dormitorio podría muy bien haberlos con charla de almohada y hacer el amor.
- Muy bien, gracias - fue lo único que pudo decir. Trató de ver la cara de su acompañante por el rabillo de su ojo, pero estaba sentado en un ángulo alejado.
- Vanesa es una individua interesante.
La declaración de Sabina era más una oportunidad para conversar sobre Vanesa que una simple observación. Mónica pisó con cuidado.
- Sí, lo es.
- Ella es demasiado intensa, una adicta al trabajo del Tipo A, clásico, motivada al éxito, siempre en movimiento, incluso cuando está dormida. Necesita aprender a relajarse. La vida pasará por ella sin que sepa cuándo pasó.
Esta vez, Mónica se volvió para mirar a Joaquín. Sonaba como si estuviera hablando de sí mismo, y le preguntó si era así.
- Sí, estaba demasiado ocupado cuando mis hijas estaban creciendo. Apenas recuerdo ir a sus exposiciones de arte. Fue la graduación de la madre de Gala y yo estaba en Latinoamérica esa noche. Me perdí un montón de sus años. Doy gracias a Dios todos los días por Jimena. Ella es el pegamento que mantenía unida a nuestra familia. Aún lo es, de hecho. No sé dónde estaría sin ella. En realidad sé dónde estaría, trabajando por ahí y con una docena de niños repartidos por todo el país.
Mónica se rió de su descripción - Apuesto a que tienes algo que ver con todo esto - dijo, moviendo sus manos señalando el lugar.
- No, sólo escribí el cheque. Jimena es la que lo cobró - Joaquín tomó un sorbo de café durante unos minutos antes de continuar - Veo mucho de mí en Vanesa.
- ¿En serio? Jimena dijo lo mismo en la cena. La llamó sinvergüenza y gamberra.
Joaquín se echó a reír - ¿Lo hizo ahora? Solía llamarme así antes de que me asentara y nos casáramos. Entonces, Vanesa es definitivamente mucho como era yo cuando era más joven. Es fuerte, impulsiva, cautelosamente imprudente, y muy exitosa.
- Parece que has hecho tu investigación - los items que Joaquín había enumerado eran ciertamente más de lo que podía decir acerca de su compañera de cuarto.
- Soy un hombre de negocios. Conozco a la gente con la que estoy tratando.
Mónica detectó una sensación de tristeza en su voz - ¿Y te gusta lo que ves en Vanesa?
Joaquín se volvió en su silla y se encontró con su mirada de frente - No estoy seguro todavía - respondió.
Mónica se sorprendió por la honestidad de la confesión de Sabina. Tenía que saber que repetiría su opinión a Vanesa. Era o bien muy sabio o muy imprudente. Dudaba que fuera lo último.
- ¿No estás seguro de qué, cariño? - la voz fuerte de Jimena entró en la conversación.
Si Joaquín dio alguna indicación de que estaba molesto por el espionaje de su esposa, no lo notó. En su lugar, vio su cara iluminarse, y cómo se levantaba de la silla para besar a Jimena en la mejilla.
- No estoy seguro si tienes algún plan para hoy. Me imagino que a Mónica y a Vanesa les gustaría un tiempo a solas para explorar la isla. Mónica, sólo porque nosotros las invitamos a venir aquí, no significa que ustedes estén obligadas a pasar el fin de semana con nosotros. Somos sólo un par de viejos.
- Habla por ti, Joaquín - Jimena juguetonamente golpeó el bazo de su marido - Voy a tener que recordarte que soy más joven que tú. No soy ninguna chapada a la antigua, que no se te olvide.
¿Chapada a la antigua? Ahora Mónica estaba segura de que había retrocedido en el tiempo. Estos dos eran las personas más agradables que había conocido en un largo tiempo. Esperaba que cuando tuviera su edad, siguiera así de enérgica y combativa.
Mientras Mónica seguía perdida en sus pensamientos, un cosquilleo en la nuca le dijo que Vanesa estaba de pie detrás de ella.
...
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Solo un negocio
DiversosLo que debería haber sido únicamente un tema de negocios se convierte en mucho más cuando dos mujeres acuerdan un trato que cambia sus vidas. Adaptación Vanica, todos los derechos reservados a la autora.