- Mónica, dulzura, ¿Qué te pasa últimamente, pequeña? No pareces poder pensar con claridad. Sin juego de palabras, cariño.
La voz del jefe de Mónica llegó por encima de su hombro derecho, y sabía que la había atrapado soñando despierta de nuevo. Había sido una semana y un fin de semana aún más largo, y tenía que deshacerse de este pensamiento constante acerca de Vanesa. Donde quiera que fuera buscaba el oscuro pelo y su flequillo. Cada vez que sonaba la campana sobre la puerta de la tienda de flores, alzaba la vista esperando que Vanesa entrara a través de la puerta. Caía en la cama agotada y aún así no podía dejar de ver sus suaves ojos de colores.
- Lo siento, Raphael, estoy un poco distraída, eso es todo. - se ocupó con el arreglo que estaba preparando. Era un ramillete sencillo y podía hacerlo en sueños. Pero entre sus trabajos y viajar una hora en cada sentido cada semana para ver a Jesús, dormir no estaba en lo alto de su lista de prioridades.
- ¿Qué pasa, Mónica? Sé que estás preocupada por Jesús, pero él es un tipo inteligente. Sabe lo que tiene que hacer para estar seguro allí. Va a estar bien. Tienes que cuidar de ti misma por una vez.
Mónica posó con sumo cuidado una rosa sobre la mesa y abrazó a Raphael. - Lo sé, lo sé. - dijo, suspirando.
- Estoy tratando. Salí el fin de semana pasado.
No le dijo que fue sólo para cumplir con Patricia, y que salvo por haber hablado con Vanesa había pasado un mal momento. No quería que Raphael supiera que Vanesa había desviado su atención. Más de una vez se había pateado por rechazar su invitación a cenar, pero sabía que era lo correcto. No podía manejar involucrarse con alguien en este momento.
- Cuéntame. - exigió Raphael con entusiasmo.
- No fue gran cosa. Fui a Incógnito, tomé un par de cervezas, bailé un poco, y me fui a casa. Sola. - añadió ante la mirada expectante de su amigo y jefe.
- ¿Eso es todo?
- Eso es todo. - Mónica sabía que Raphael quería que hubiese conocido a alguien que le hubiese barrido los pies. Era una vieja reina, y quería que todos fueran tan felices como él y Manuel lo eran.
- Mónica, dulzura ¿Cuándo fue la última vez que te acostaste con alguien? un polvo... algo..
No pudo evitar reírse. Raphael era una de esas personas que pensaban que el sexo era la cura para cualquier cosa, desde la depresión a los pies doloridos, y todo lo demás.
- Probablemente tú lo sabes mejor que yo, Rapha.
- Hmmm, creo que fue en algún momento de la primavera de 2007, creo.
- Primiviri di dismilsiiti crii. - respondió ante su burla.
Mónica amaba el sentido del humor de Raphael, y siempre podía contar con él para ahuyentar la tristeza. Seguía riendo cuando la puerta se abrió. Levantó la mirada y su risa se atascó con una expresión que recordaba de la pista de baile. En realidad, la recordaba cada noche, cuando cerraba los ojos. Se agarró del mostrador para sostenerse, según Vanesa se acercaba.
- Hola - dijo Mónica tímidamente.
- Hola - Vanesa encontró su voz en alguna parte. La otra noche, Mónica no había reído como lo hacía cuando ella entró en la florería. El sonido era lleno y profundo, y le hizo cosquillas en el interior del estómago. Lo hizo a un lado, absorta en su plan.
- Espero que no te importe que haya pasado por aquí. - dijo, mientras miraba alrededor de la tienda.
El hombre de pie junto a Mónica le dio un codazo. - No, no, está bien. - balbuceó. - ¿Cómo me has encontrado?
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Solo un negocio
AcakLo que debería haber sido únicamente un tema de negocios se convierte en mucho más cuando dos mujeres acuerdan un trato que cambia sus vidas. Adaptación Vanica, todos los derechos reservados a la autora.