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Sábado 22 de noviembre, 2008
A pesar de que aún no empieza el invierno (ya que estamos a mitad de noviembre y es otoño), el frío no se hace esperar. El parque cercano a mi casa está cubierto casi en su totalidad por una cantidad considerable para tal estación de hojas secas de diversos colores, marrones en distintas tonalidades, amarillas, hasta vi algunas rojas.
Traigo conmigo mi carpeta llena de los papeles que uso para dibujar, unos cinco lápices de diferentes graduaciones y dos gomas de borrar, por si una de ellas llegase a perderme. Me encuentro sentada bajo un árbol, con mi espalda apoyada sobre el mismo, mis piernas flexionadas y el lienzo sobre mis muslos, mientras que dibujo a una pareja de ancianos que se encuentran sentados sobre el césped con un hermoso paisaje detrás de ellos.
Miro mi dibujo cuando me siento satisfecha.
No soy la mejor dibujante pero me ha quedado bien.
Cierro el lienzo colocandolo junto con los lapices y las gomas dentro de mi cartera marrón dispuesta a irme. Sin embargo, mis ojos captan un automóvil plateado con sus ventanillas bajas y, del lado del conductor, puedo ver a un hombre que jamás voy a olvidar en mi vida. No puedo distinguir con precisión el color de sus ojos (los cuales los recuerdo verdes, ya que son iguales que los míos), pero su perfil basta para que la duda se siembre en mi.
Dura solo una milésima de segundo para que aquel auto siga con su camino, el cual desconozco, pero mi corazón ya se encuentra desacelerado y late con desesperación. Mis manos comienzan a temblar y puedo jurar que las lágrimas pinchan mis ojos, amenazando con salir de los mismos sin que yo quiera permitirlo.
Quiero creer que eso sólo ha sido una mala jugada de mi visión y mi cabeza, que no es la persona que creí ver. Dudo que esté aquí después de tantos años, después de haber sufrido tanto su desaparición y, por consiguiente, ausencia. Me quiero hacer reacia a la idea de que haya vuelto a la ciudad, más me es imposible.
—Qué locura, ¿no?
Levanto mi cabeza al escuchar aquella voz femenina que sé perfectamente a quién pertenece. Kristen es la última persona que quería cruzarme en un momento como este, lo único que quiero hacer es encerrarme n mi cuarto, acostarme, taparme hasta la cabeza con las sábanas y abrazar a Mimi, llevándola a la depresión conmigo.
Sin embargo, tengo que armarme de valor para responderle a Kristen, ya que ni siquiera sé a qué se refiere.
—¿De qué hablas?
—De lo que sucedió hace unos minutos —dice encogiéndose de hombros.
—No entiendo a qué te refieres —confieso sintiéndome apenada. A pesar de que ella y Noah son súper enemigas, no es una persona a la cual odie ya que no tengo ningún sentimiento ni bueno ni malo hacia su persona.
—Ah, claro, qué tonta soy —ríe negando con su cabeza—. Hablo de Liam, tú padre —suelta sin más restándole importancia—, ¿no era él quien pasó con su auto?
—¿Tú que sabes de él?
—Algunas cosas, nada más.
—¿De dónde lo conoces? —cuestiono inmediatamente intrigada. Aunque la tristeza de que ella lo conozca comienza a nacer, y no logro entender el por qué.
—Sólo confórmate con saber que ha vuelto, aunque no lo hizo solo, Lex —me dedica una sonrisa ladeada.
—Estás mintiendo —la acuso intentando que mi voz no suene con temblor e imploro que las ideas que se forman en mi cabeza sobre él se difumen.
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Lexie
Teen FictionLexie no está preparada, ni siquiera se imagina, para el giro que va a dar su vida en tan pocos meses. La presencia de una sola persona hace que todo se ponga patas para arriba.