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Lunes 17 de noviembre, 2008
—En cualquier momento va a llover —dice con seguridad Noah.
Arqueo mis cejas sin necesidad de mirarla y una sonrisa divertida aparece en mis labios nada más escucharla.
Estamos recostadas sobre el césped del patio del instituto a la espera de que la tercer clase comience. La segunda fue suspendida ya que la profesora no pudo llegar, así que tuvimos una hora y media sin hacer nada. También nos perdimos de Trent, Hunter, Brad y Nelson, pero de seguro ellos salieron a algún lugar a pasar ese tiempo que tuvimos libre. Aunque antes de la tercer clase está el almuerzo.
Hace tiempo que no llueve aquí, en Pittsburgh. El otoño ya ha arribado pero aún no hemos tenido la primer tormenta y, en verdad, deseo que alguna ya llegase. El ruido que hacen las gotas al caer me causa serenidad, es relajador. No sé cómo explicarlo sin ponerme a sonreír como tonta y conseguir que, de esa forma, Noah se burle de mi como lo hace siempre.
Mis días de lluvia me gusta pasarlos cocinando algo de repostería y viendo películas, sin importar el género. A veces arrastro a Noah conmigo pero ya está cansada de que la haga ver mis películas infantiles favoritas, ni siquiera su hermana menor, de nueve años, quiere verlas conmigo; las cataloga como aburridas. El único ser bueno de este planeta que sí las ve es Trent, y a veces se suma Brad sólo para molestar.
—Tú quieres que llueva para que tu padre te venga a buscar —acuso a mi mejor amiga entrelazando mis manos sobre mi vientre.
—Claro que no —exclama como si aquello hubiera sido una ofensa—. Bueno, puede ser, quizás. ¿Sabías que dicen que cuando llueve es porque una viuda se está casando?
—Eso es cuando llueve con sol, Noah —le indico mirando hacia el cielo, el cual está cubierto completamente por nubes grises que dan el aspecto de que en cualquier momento podría anochecer, aunque sólo sean las once de la mañana.
—Es lo mismo —resopló—, para mi que su esposo muerto debe estar llorando porque el amor de su vida ya lo reemplazó.
—Ese es un pensamiento muy malvado —frunzo mi ceño aún sin mirarla.
—Pero es verdad, aunque yo no lloraría por amor, claro está.
—O quizás está llorando porque al fin su mujer pudo encontrar a otra persona que la hiciera feliz.
—Me gusta más mi opción —dice al cabo de unos segundos—. Detesto cuando tus pensamientos positivos, esa alegría, felicidad y cosas que yo no poseo y tampoco quiero poseer, emergen de tu cuerpo.
Esbozo una leve sonrisa ante la diversión y decido no responderle. Prefiero mirar el cielo cubierto de nubes en su totalidad, dejando que la tranquilidad de aquel día me abrace lentamente. Estos días así son mis favoritos, al igual que el invierno. Adoro jugar con la nieve, vestirme con muchos abrigos, ponerme gorros de lana, patinar en la pista de hielo. En verdad prefiero mil veces el invierno antes que el verano, mientras que Noah prefiere andar en bikini bronceándose los 365 días del año si le fuera posible.
Cierro mis ojos por un momento para poder escuchar el breve sonido que hacen las hojas de los árboles cuando una leve corriente de brisa pasa por ellos. De repente, siento caer en mis mejillas pequeñas gotas de agua. Abro mis ojos pero enseguida vuelvo a cerrarlos para poder ponerme de costado y que ninguna gota entre de prepo en mis ojos.
—Ah, mierda —se queja Noah resoplando y se sienta en el césped para luego mirarme desde su altura—. ¿Viste que tenía razón? —cuestiona con arrogancia y sonríe— Vamos —me alienta mientras se pone de pie y extiende sus manos hacia mi para ayudarme a levantar—, es mejor que lleguemos primeras a la cafetería así somos las primeras en comer. Estoy muerta de hambre —aclara una vez que estoy de pie a su lado y comenzamos a caminar hacia el interior del instituto.
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Lexie
Teen FictionLexie no está preparada, ni siquiera se imagina, para el giro que va a dar su vida en tan pocos meses. La presencia de una sola persona hace que todo se ponga patas para arriba.