Capítulo 014

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Adam y Liam suspiran por enésima vez en la noche. Desde que Noah llamó diciendo que no encontraban a Lexie, Jenna se desmoronó y no podía pensar con claridad. Liz trataba de calmarla pero, por primera vez en muchos años, su mejor amiga le gritaba que no se metiera y muchas otras cosas que a la rubia le dolían, pero entendía que no estaba en posición para decir que imaginaba su dolor porque no era a su hija a quien habían secuestrado.

Hace un tiempo que Jenna pudo calmarse pero poco duró ya que ella y Danielle comenzaron a pelear como lo hicieron el último año de preparatoria. Nunca se llevaron bien y ahora, después de más de veinte años, no lo iban a hacer tampoco.

—¡Basta! —pide Adam ya cansado. Las dos mujeres se quedan en silencio y miran al rubio que se había afeitado la barba días atrás— Mientras sus hijas están en quién sabe dónde ustedes están discutiendo por cosas sin sentido. Dejen esas peleas para cuando tuvieron diecisiete y eran unas adolescentes, ahora son adultas y cada una tiene su familia. Piensen en eso.

—¿Qué te hace creer que no pienso en eso? —inquiere Jenna mirándolo con enfado.

—Jen, te quiero y lo sabes, pero recordándole lo perra que fue años atrás no podrás tener a Lexie nuevamente. Y tú —mira a Danielle que se cruzó de brazos— no ganas nada respondiéndole a sus acusaciones. Ninguna gana nada diciendo que es la culpa de otra.

—Adam tiene razón —coincide Liz mirando a su amiga con compasión—, hay que pensar con la cabeza fría. Lion, Trent, Hunter, Noah y Connor están en tu casa rodeados de seguridad, están bien. Ahora hay que pensar en Lexie y Emily.

—De acuerdo —suspira Jenna rendida sentándose junto a Ian. Este lleva una de sus manos a su muslo acariciándolo para reconfortarla.

—¿Y si Helena miente? —cuestiona Danielle después de unos segundos— Digo, fueron papeles solamente, pueden ser truchos.

—No lo son —asegura Liam, que se había mantenido al margen de la pelea—, hablé con Gerard y me confirmó la enfermedad de Helena.

—Podríamos hablar con su psicólogo o psiquiatra, no sé si tiene ambos o uno —opina Jenna desde su lugar y todos asienten hacia ella.

—Yo diría que revisemos su casa —habla Liz nuevamente ganándose la atención de todos—, no se acuerda de nada pero debe haber algún escondite o algún diario en el que escriba todo lo que piensa.

—No podemos entrar a su casa así como así, Liz —le recuerda su esposo.

—No —lo interrumpe Liam sin dejar de mirar a la mujer que fue su mejor amiga tiempos anteriores—, Liz tiene razón. Tenemos que hablar nuevamente con Helena, algo vamos a encontrar en su casa aunque sea mínimo.

—Yo iré —dice Jenna de inmediato.

Ella no pensaba quedarse en esa casa esperando alguna noticia, iría y, de ser necesario, amenazaría a esa mujer. Haría lo que fuera por encontrar a su hija. Ian enseguida dijo que también los acompañará, por lo que Liam les pidió a Adam y a Liz que se quedaran con Danielle y Melissa.

Los tres suben al auto de Liam, él como conductor, Ian de copiloto y Jenna en el asiento trasero. Son las dos de la madrugada con tres minutos cuando salen a las calles para conducir directamente hacia la casa de la mujer que tanto mal les hizo sin darse cuenta. Ninguno de los tres quiso decir palabra alguna durante todo el camino, no existen palabras para un momento como este y ellos tres bien lo saben.

Diez minutos después, Liam estaciona el auto en la puerta de aquella casa de madera. Ni siquiera toma en cuenta que no puede estacionarse de ese lado, sólo quiere respuestas y es lo que esa noche obtendrá. Golpea con ímpetu para despertar a la mujer que tanto aborrece en ese momento, le es difícil de creer que Helena no pueda recordar todo el mal que le hizo por años mientras que él lo recuerda a la perfección y ni siquiera es capaz de perdonarse a sí mismo por no haber luchado más.

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