Blanco y negro

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Debo confesar que ver a Luke, Dan y Calum jugando al Twister tiene un puntillo erótico que me asusta. La expresión de tensión y tozudez por querer ganar me hacía tener ganas de reír, pero a la vez, mis hormonas se revoloteaban ligeramente. Acabé por mirar al otro lado del sofá y ver a Angel jugando con Michael a un video Juego. Ella llevaba unas botas de tacón ancho encima de la mesa y un jersey holgado verde militar. Gritó cuando perdió la primera partida y Mike se rió con malicia. Recordé que por algún corto tiempo fuimos amigas. Intenté pensar en cómo dejamos de serlo, pero dudo que fuera por algo, simplemente pasó. Di por hecho que Ash estaba ayudando a Rubi a emborracharse, pero los vi venir por la esquina agarrados de la cintura y asintiendo como si estuvieran muy metidos en su propia conversación.

-Jade va a ponerse celosa. -Dije doblando el cuello para poder mirarlos. Ellos me ignoraron.


-Pasan de ti. -Me dijo Angel muy metida en el juego.


-Ya... No recordaba que te gustase jugar a video juegos.


-Ni yo que te fueran los rubios.

En ese momento me sentí como un gigante recién despertado por unos enanos que le han echado agua helada en la cara. El gigante se levantó y se dedicó a tirar chinchetas desde las alturas a los enanos. Todos los enanos tenían la cara de Angel.

-¿Perdón? -Dije haciéndome la tonta. Ella sonrió sin mirarme y se mordió el labio inferior.


-Nada, solo era una broma.

Michael estaba muy callado, pero estaba allí y pude interpretar su movimiento de lengua como un "te acaba de dejar muy tirada". Lo que me había dejado era con ganas de gritarle en en su dulce rostro, pero me lo merecía, no vamos a engañar a nadie. Para colmo, me había perdido quién de los chicos se había caído primero. Dan ya estaba de pie y frotándose la frente con cara de dolor. Lo agarré por el hombro para poder levantarme sin utilizar mi pierna mala.

-¿Me acompañas al porche? -Le digo bajito-. Me apetece tomar el aire.

-Sí, vamos. Tengo que contarte algo.

La curiosidad me carcomía más a medida que daba un torpe paso hacia la puerta, aun así no podía dejar de molestarme un poco más cada vez que pensaba en lo que me había dicho Angel. Cuando llegara a casa, me pondría a trabajar la página "escribe aquí cuando estés muy enfadado", se me ocurrían millones de cosas que poner. Cuando salimos al porche, Dan separó la silla de la mesa y me hizo un gesto para que me sentara. Me guiño el ojo de forma picante y me dijo:

-¿A que soy todo un caballero?

-¿Qué me tenías que decir?

-Me vas a sermonear, así que voy a por un par de chupitos, y vuelvo en un minuto.

-Qué cara tienes.

Me dejó sola sentada en el metal frío y me dediqué a mirar las pocas estrellas que se veían desde donde estaba sentada. La noche estaba limpia, tal y como estaba la noche que pasé aquí cuando fue mi cumpleaños. Cerré los ojos y recordé la mirada nerviosa de Cal, cómo sus manos temblaban al rozar las mías, el calor que desprendía el foco de la habitación de invitados... Dan volvió con una botella entera de licor de melocotón.

-Tendremos que beber a morro -dijo-. ¿Te da asco compartir virus conmigo?

-Será un placer. -Cojí la botella y bebí. Los de dentro encendieron música y tan estéreo como si me hubieran envuelto la cabeza con un plástico y acercado el altavoz de un teléfono. El licor ardía en mi exófago- Te repito: ¿Qué tenías que decirme? Dime que no has dejado embaraza a nadie, por favor.

Dandelion IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora