Me sorprende que no hayan traído pizza. En su lugar, tenemos una lasaña de carne, alitas de pollo y una ensalada de piña para Rubi. Nos gustan tanto todos los platos que decidimos volver al mismo sitio para recoger comida otro día. Mi madre es la que pone orden en la mesa, todos la obedecemos. Después de comer hay un pequeño revuelo, donde todos nos levantamos a la vez para recoger, lavar o, en mi caso, escabullirme de hacer las tareas por estar coja. Mi hermana se viene conmigo al sofá.
-Gracias por traerme los manga. -le digo- Engancha mucho, aunque creo que tú no deberías leerlo.
Escucho su risa y se sonroja. Se lo he dicho solo para burlarme de ella, no lo pienso de verdad, pero aun no está acostumbrada a hablar conmigo de "cosas de mayores".
-Es un poco subido de tono, sí. -Afirma vergonzosa. Yo me río de ella y le paso la mano por los hombros para aglutinar nuestras redondas mejillas Graham. Cada día nos parecemos más y nos hacemos más diferentes a la vez.
Cuando pasa alrededor de una hora, la gente empieza a desaparecer. Los chicos se van, Rubi me dice que va a acompañar a Jade a su casa, que vendrá luego, mi madre casi se queda clavada cual raíz en el suelo y por poco tengo que echar una bomba fétida para que se vaya.
-¿Tienes agua? ¿Te dejo una botella en tu habitación? -Me dijo.
-Sí, mamá, ya tengo agua allí.
-¿Seguro que no quieres venir a casa? ¿O que me quede? Estarás mejor.
-Que no, mamá, que no eres mi criada.
-Ay, hija, que estás inmóvil.
-¡Mamá! Que estoy bien, vete ya.
Mi hermana se reía ya sujetando la puerta abierta. Conseguí que mi madre se quedara a medio metro de la salida antes de volver a hablar.
-Cierra bien la puerta y no le abras a nadie.
-No serías tú de verdad si no dijeses eso.
Admiro su sonrisa y como me entorna los ojos, diciéndome que soy mala por decirle esas cosas y encima reírme de ella. Les doy un beso a ambas y suspiro aliviada cuando oigo cerrarse la puerta del ascensor. Camino lentamente y relamiéndome los labios hasta llegar a la puerta de mi habitación. Apoyo las dos muletas en un mismo sitio y abro. Calum está sentado en el suelo con la espalda apoyada en el colchón de mi cama.
-Te he visto escaparte hasta aquí. -Sonrío con malicia- muy buena estrategia: esperas a que todo el mundo se conglomere para salir y aprovechas para hacer de fugitivo -antes de cerrar la puerta, le doy la vuelta al cartel que hay colgando de una chincheta. Es una pizzarra con dos caras, la cual acaba de pasar de decir "eres tan bienenida como un millón de dólares" a "No entres. Mis tetitas quieren trabajar". Con Rubi hay que ser así de sutil. Las corbatas en el pomo pasaron de moda hace mucho-. Muy astuto. Y retorcido.
Se levanta dejándome ver sus dientes relucientes y la punta de su lengua, que asoma de vez en cuando, cuando es un buen momento.
-Ahora sí estamos solos de verdad. -Me dice sujetándome por la cintura. Acerco nuestras frentes y tiro las muletas al suelo para abrazar su cuello hasta tocarme los codos con las manos.