Me llamo Daniela Graham.
Hoy, un año después del veinticinco de marzo de dos mil catorce, me he dado cuenta de que el tiempo no es estático. Las circunstancias cambian y eso hace a las personas diferentes. Ya no tengo quince años. Ya no pienso igual que cuando tenía quince años. Y eso que no hace tanto tiempo que los tuve. Me gustaría decir que soy una de esas personas que tienen tanta suerte en su vida que nunca necesitan llorar, cabrearse ni salir a gritar a los cuatro vientos, pero personalmente, creo que ese tipo de personas no existen en realidad. Ahora sé que en la vida real hay más teatro del que parece, que todo el mundo finge ser lo que no es e intenta alcanzar una meta intangible y maquillada con falsos colorines. Permitidme malhablar: crecer es una mierda. Poco a poco te vas dando cuenta de que solo naces para vivir y luego, mueres. No hay nada más salvo codicia. Quiero la felicidad, quiero ropa nueva, quiero a esta persona, quiero esa casa con cuatro plantas y viajar a Miami todos los veranos. Cuando realmente, solo nos hace falta comida y amor.
Vengo a contar todo esto porque ha llegado un punto de mi vida en el que he tenido que decidir qué es lo que escojo. He abierto mi corto abanico de posibilidades y he aprendido que no todo me va a salir como yo quiero. Estos últimos meses no he estado tanto aquí como a mi me hubiera gustado, y no es porque no haya querido, sino que no puedo llevarlo. Este blog es para mi un refugio, un lugar donde puedo ser libre y no tener fronteras, ya que el mundo se me queda muy corto. Por eso creo otros, seamos honestos, mucho mejores. No voy a dejar de crearlos, pero debemos volver a mi abanico de posibilidades. Ser Dandelion ha acabado por ser una posibilidad rechazada. Esta es la última entrada del blog. Gracias por vuestras visitas, comentarios, apoyo y cariño. Gracias por decidir ser lectores, no de mi, sino de cualquier cosa. Nunca olvidéis que todo lo escrito se merece ser leído, y es por eso que necesito un primer y último favor: estad pendientes de las librerías entre el treinta de marzo y el tres de abril. Andares a la destrucción os espera.
Dejo aquí muchos recuerdos y mucho tiempo muy bien gastado. Sin duda volveremos a encontrarnos. Gracias de nuevo por formar parte de los mejores años de mi vida hasta ahora. Siempre os tendré en cuenta.
Dandelion.
Efectivamente, aquí es donde acaba todo. Es la primera vez que subo una entrada de mi blog desde un móvil, pero estoy aquí, de nuevo sobre la tumba de mi abuela, mirando el viejo campo de dientes de león, sola como la una. Suspiro y cierro los ojos, sonriéndole a la nada. Una lágrima rebelde cae por la falda de mi nariz. Retomemos donde lo dejamos.
Hace como más de mes y medio que no me duele el pie y ya solo es un recuerdo, pero tardé como dos semanas en recuperarme del todo. El día después de que Calum durmiera conmigo, tuve el placer de ser visitada por las inigualables Rosalie y Alicia, las propietarias de Cookies and Cakes bookshop, que siempre tienen algo para sorprender. Me trajeron un ejemplar de "destroza este diario", y nos pasamos la tarde tiñendo páginas con instrucciones de bombardeantes colores. Y digo bombardeantes porque acabamos con pintura hasta en las cejas. Hay una página con una diana en el cuaderno, que colgamos en la pared y tiramos bolígrafos mojados en pintura, cada una de un color. Ahora la pared de mi habitación tiene un nuevo look. Me dispuse a hacerles un chocolate por primera vez yo a ellas y no ellas a mi y merendamos abundancia de calorías. Llevaba con un nudo en la garganta desde que las había visto aparecer por la puerta, pero no sabía como decirles lo que quería decir.
-Chicas -pronuncié mojando un dulce de chocolate en chocolate caliente-, me gustaría preguntaros algo -ambas me miraron con cara de extrañadas e intrigadas a la vez-. No es algo que me guste hacer y jamás pensé que iba a acabar así pero no sé dónde ir y... podéis decirme que no si es mucha molestia.