Sol y sombra

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-Y después nos pusimos a reír como si estuviéramos locos.

-¿A reíros?

-Sí, sí. Fue tocar el suelo, mirarnos las caras y explotar en risas, como si hubiéramos saltado desde en cielo en broma. Fue genial.

-Suena bien.

Jade estaba conmigo apoyada en el tronco rugoso de un árbol, sentadas en el césped entre sol y sombra. Yo entrelazaba hilos de colores como aprendí cuando era pequeña, haciendo nudos de macramé para crear pulseras. Jade me había hecho un segundo agujero en la oreja y ahora me parecía que me ardía. Ella me había dicho que la teníamos siempre agujereando y a mi me había resultado una amena verdad. Se puso un mechón de pelo tras la oreja y se encendió un palito de la muerte cubriendo el mechero con ambas manos. Exaló el humo cerrando los ojos.

-Lo echo de menos cuando estoy con Rubi. -Dijo hablando del tabaco. Rubi lo odiaba a muerte.

-Pues no se lo escondas. De todas formas creo que de alguna manera ya lo sabe, pero está eperando a que tú se lo digas. -Mis dedos iban cada vez más rápido y ya estaba terminando una pulsera de chebrones rosa y azul que iba a darle a Jade.

-Si es que debí haberle dicho la verdad desde el principio, pero es que a quién se le ocurre decir "Soy Rubi, soy lebiana y me gustas mucho. No fumarás, ¿no? Porque perderías todo el encanto".

-Suena tan Rubi que me abruma.

Estábamos en el campus de la escuela de artes escénicas en la que se conoieron Angel, Rubi, Holly e Ingrid. Ninguno de ellos llegó a terminar sus estudios allí, pero ser famoso tiene sus ventajas, y el mero hecho de que fueran un grupo generalmente conocido que había estudiado allí, hacía que se pelearan por dejarles una sala para ensayar. Así que mientras el nuevo Luck ensayaba para probar nuevos sonidos, nosotras, que ni pinchábamos ni cortábamos dentro, nos vinimos aquí. Si cerrábamos los ojos, podíamos oir los pájaros y los instrumentos musicales que trabajaban dentro de la escuela. Terminé la pulsera de Jade y se puso muy contenta cuando se la di. Luego empecé una para calum en negra y roja. Tenía el mismo ímpetu que cuando aprendí a hacerlas con 9 años.

-Pulsera. -Dijo Jade antes de sacar humo de sus pulmones.

-Rozaduras en los dedos.

-Mechero.

-Fuego.

-Fénix

-Dumbeldore.

-Harry Potter.

-Harry Styles.

A veces jugábamos a eso. Una decía una palabra y la otra tenía que decir lo primero que se le venía a la cabeza. Estuvimos así unos diez minutos hasta que Calum salió de la sala y se bajó sus gafas de sol, de lo más alto de su cabeza hasta lo más alto de su naríz. Mi mundo podría rodar rellenando cada poro de sus brazos manga abajo pasando por todos sus tatuajes y cada una de sus cicatrices. Cada paso que daba iba acompañado de una música sorda que solo existía en mi cabeza. Una mezcla entre Police y The killers que no tenía sentido si no vivías dentro de mis pensamientos.

-Hola, señoritas. -Había allí una Daniela que casi un año después de conocerlo, seguía derritiéndose con cada vocativo que Calum diseñaba.

-Hola. -le sonrió Jade. No seguimos jugando.

Cal me dio el beso más pequeño del planeta tierra y para mi fue suficiente. Voy a ser pesada con la listas descritivas.

Lo que esconden los besos pequeños de Calum Hood:

1) Te besaría de verdad si no hubiera nadie delante (no quiero parecer pegajoso, aunque los dos sabemos que lo soy).

2) Que todos se enteren de que puedo besarte. No es por marcar terreno ni nada de eso, pero en realidad sí.

Dandelion IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora