Capítulo 8

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-¿Qué esperas que entienda, DiSantos?

- Que no hay azar en estas víctimas, señor.

Mi "pequeño" descubrimiento en el despacho del profesor Zinca había vuelto de ese caso una maraña, un nido de ratas sin forma ni estructura alguna. El que las dos víctimas estuviesen emparentadas (estrechamente emparentadas) no fue lo único que reafirmó que no eran delitos aislados. Si la inscripción de "Anapeithos" en ambas escenas del crimen demostró que era una misma secuencia, el noviazgo entre Miranda y Cristián lo dejaba más que claro.

Todo esto se lo planteé a Flores luego de irme de la Universidad.

-Si lo que dijo Zinca es cierto- continué, sacudiendo las fotografías de Miranda frente a su cara- es porque existe una conexión, un lazo que el asesino sigue. Miranda Trujillo y Cristián Lezin no murieron por mala suerte.

Flores se frotó la cabeza calva, denotando una sensación de inquietud y tedio.

- ¿Y qué tiene que ver el libro?- Preguntó.

-No lo sé- Respondí- pero Cristián lo había tirado a la basura antes de su muerte. Y el criminal firmó con la palabra "Anapeithos" en ambos casos, nombre que figura en el principio del libro.

-¿Y el que no sean víctimas al azar lo supones porque eran pareja?

-No hay que descartar la posibilidad, que es más que sólida-expresé. Sentía que estaba al borde de un pico de ansiedad, pero evité hablar acerca del libro, pues no sentía que fuera una hipótesis muy clara por el momento- ¿Qué probabilidades hay de que el tipo haya elegido justo a la pareja de la primera víctima?

-Nadie sabía acerca de su noviazgo. Ni los padres de Miranda Trujillo sabían al respecto ¿Y los padres del chico?

- No se encuentran acá. Cristián Lezin se mudó a estudiar acá hace un par de años. Sus padres viven en el sur de la provincia, en San Rafael o Alvear. Pero dudo que supiesen más que los de Miranda.

-Entrevista a los padres de ella. Los oficiales trataron con ellos la otra noche, pero... no fue fácil.

Tengo una creencia que muchos les parece extremista, pero la esponja de un crimen exige solo ser estrujada por las manos del inspector. Muchas manos, entorpecen el caso. Y aunque no suelo ser desconfiado, no todos los oficiales del departamento me parecían de fiar.

Sin embargo, di un profundo respiro.

-Bien-Exclamé-Veré que hago.

-Supongo que la muerte de Cristián Lezin es ahora tu caso. 

Asentí. Era evidente que quien los hubiese asesinado no los eligió porque sí. No fue una decisión azarosa ¿Qué probabilidades había de que justo las dos víctimas fuesen novios? Supongamos que haya sido azarosa ¿Acaso el asesino se dedicó a matar a Miranda, y luego se tomó el trabajo de rastrear a su novio, e ir a dispararle al día siguiente, porque sí?

Puede ser que Cristián lo sabía. Tal vez lo había visto, o sabía quién era el asesino y por eso es que debía morir. Pero estas aún eran suposiciones que no podía darme el lujo de tomar.

Todavía quedaba otra posibilidad, aunque ya la sentía más dudosa:

-De todos modos -agregó Flores- No descartes aún la posibilidad de que sean lo que parecen ser: suicidios.

Agradecí y me decidí a dejar la oficina. Pero algo me dio curiosidad:

-¿A qué se refiere con que no fue fácil tratar con los padres?

Dicen que las circunstancias nos determinan. Vaya forma de des-responsabilizarnos de nuestras acciones. Es extraño creer que el país donde crecemos, o la familia donde nacemos sea lo que define nuestra forma de pensar, juzgar y actuar. Es raro –e insuficiente- creer que la sociedad moderna donde nos desenvolvemos fijan nuestro criterio. Si es así, la libertad definitivamente se va por el caño, y con ella la responsabilidad. "¿No podrían juzgarme si he asesinado a alguien, verdad?" "No pueden echarme en cara que soy un fracaso ¿o sí? pues yo no lo elegí".

El canto del galloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora