-Pasá, sentate -dijo Esteban. Se sentó en uno de los sofás y sacó un encendedor plateado y un cigarrillo. Sin mirarme, se llevó el vicio a la boca y le dio mecha.
Yo no me senté. Tenía mucho por indagar y poco tiempo disponible. Además, ante tipos como Esteban, uno debe asumir un porte más, por así decirlo, "intimidante".
Él me miró de reojo, y volvió a bajar la mirada.
- Me vas a disculpar -exclamó -pero estos giles aún no aprenden. Les dije no sé cuántas veces que tenemos un acuerdo entre los dos.
Mantuve el silencio. Me limité a mirarlo fijamente.
-Escuchame, Disantos -prosiguió - yo entiendo que tenemos un acuerdo y eso... pero estos días los tengo complicados. Andamos con uno que otro negocio encima, y me exige cierto tiempo. Te ayudo en lo que pidas. Pero voy a pedirte que seas paciente...
Lo interrumpí, rompiendo mi silencio:
- Calmate, Esteban. Vengo nomás a que me digas si has escuchado algo.
-¿Algo cómo qué?
-¿Te enteraste de las dos muertes de los últimos días? ¿La de la flaca esa del lado sur?
-Sí, y la del muchacho del departamento frente a la Alameda -concluyó Esteban -Salió en los diarios.
Asentí y me asomé por la ventanilla. A los pies del monoblock se volvieron a instalar los amigos de Esteban a resguardar la entrada.
-¿Qué querés saber? - dijo.
-Si tenés idea de esto -exclamé mientras volteaba a mirarlo de nuevo -Si vos o tus amigos han escuchado algo al respecto, en las calles, en los barrios.
Él se encogió de hombros.
-Ni idea, che. No parecían flacos que estén metidos en estos quilombos.
-Opinamos igual, -comenté -pero la chica esta vivía cerca del territorio de Isidoro. Algo debieron haber visto sus hombres. Alguien pasar, algún indicio, alguien entrando a sus villas.
Esteban hizo una pausa reflexiva.
-La verdad que no, Disantos. Isidoro tiene hombres deambulando en la zona toda la noche. Pero no he escuchado a nadie decir algo de ese día.
-¿Y de otro día? Alguna rareza o cosa que haya llamado la atención, algo deben haber visto. No pueden morir dos personas una misma semana y que las villas no tengan idea de nada.
-Y bueno, facha, no siempre se dice lo que pasa -exclamó exasperado -y no toda la gente que se muere está familiarizada con los chorros o los transas...
Se calló inmediatamente, y frunció el ceño. Su reacción captó mi atención, disipando mi impaciencia ante la falta de respuestas.
-Hace un mes creo que fue -recordó -Uno de los amigos de Isidoro, o era el cuñado, no recuerdo, nos contó que fue un flaco. Jovencito, alto. No era un tumbero, aunque tampoco vestía como cheto...
Me acerqué y me senté al frente suyo. Él prosiguió:
-Me contó que se metió a la villa una tarde.
-¿Y qué hacía? -pregunté.
-Andaba buscando a alguien para comprar un arma.
-¿Un arma? ¿Qué tipo de arma?
- No sé, un chumbo, una de esas.
-¿Y qué pasó?
-El cuñado de Isidoro le ofreció.
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El canto del gallo
Mystery / ThrillerCuando las creencias se desmoronan, la esperanza se desvanece y el silencio de los dioses invade el alma, ahí es donde realmente uno se pregunta ¿Por qué? ¿Por qué pasa todo esto? ¿Y si es verdad que Dios ya nos ha abandonado a nuestra suerte? ¿Qué...