Capítulo 13

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Al día siguiente Kyogre despertó emocionado. Estaba ansioso por ver a Groudon y preguntarle si ya había averiguado quien era el pokemon de quien se había enamorado. No estaba seguro de si el otro caería en cuenta, pero esperaba que sí. Salió de su caverna submarina y no alcanzó a nadar más de algunos kilómetros cuando un pequeño grupo de Sharpedo se atravesó en su camino. Esto raras veces ocurría y siempre era por una razón importante.

—Señor—dijeron los pokemon respetuosamente al verle—; nosotros...teníamos que avisarle de algo que vimos.

El enorme pez azul se extrañó un poco. Los tiburones lucían algo nerviosos y eso era raro en los de su tipo.

— ¿Qué ocurre?

—Ayer...ayer vimos una cosa rondar estas aguas—le dijeron, mirando en rededor, como buscando eso de lo que hablaban—. Lo habíamos visto una vez hace varios días, pero después desapareció y no le dimos importancia, pero...

—Pero ayer apareció de nuevo—siguió otro Sharpedo—. Parecía estar revisando algo por estos lugares: miró en su cueva...

Kyogre puso mala cara.

— ¿Qué pokemon era?—quiso saber.

—N-no era un pokemon, eso es seguro—dijeron los otros—, no parecía animal. Más bien era como una de esas máquinas que a veces arrojan los humanos...

—Esas que tienen luces y después regresan a la superficie. Era un poco diferente a las que vemos siempre, pero era una máquina sin duda.

— ¿Dónde está ahora?—preguntó Kyogre.

—Se fue—dijo uno de los pokemon—, ayer, poco antes de que usted regresara. No quisimos despertarlo y por eso...le hemos avisado ahora.

El pokemon azul desvió la mirada, pensando: desde que había despertado hacía algún tiempo había tenido que aprender a lidiar con extraños aparatos que los seres humanos dejaban caer al mar y que luego regresaban por sí solos a la superficie. Le parecían muy raros, especialmente porque tenían luces y se deslizaban por las rocas. No conseguía comprender para qué eran, especialmente porque solo se paseaban de acá para allá durante un par de horas y luego se marchaban. Si éste había sido otro de esos aparatos pues no resultaba peligroso, pero los Sharpedo lucían preocupados al respecto. Sin embargo Groudon le estaba esperando, y considerando que esos eventos de las máquinas nunca habían reportado nada grave...

—Si vuelven a verlo por aquí, avísenme—aconsejó el pez, antes de retirarse.

—Sí señor...

Los pokemon intentaron quedarse tranquilos con esta respuesta y se alejaron nadando con su propulsión a chorro. Kyogre los vio irse y observó un poco en rededor. Luego retomó su rumbo y apareció dentro de un par de horas en la isla de Groudon.

El pokemon estaba donde siempre, echado en la arena y con su típico gesto de desinterés. La arena se le pegaba al cuerpo, pues estaba todavía húmeda después de la lluvia que había caído la noche anterior, por parte del pez. Las plantas de su pequeño jardín lucían un poco mejor, pero tardarían algunos días en volver a tener el esplendor que habían perdido durante la rabieta del pokemon. Se lamentó por ser tan irascible y que su propio trabajo pagara las consecuencias.

— ¡Buenos días, Groudon!—dijo el aparecido, levantando algunas olas y saludando con su característica amabilidad.

El pokemon rojo se levantó lentamente de su sitio, se quitó un poco la arena y en vez de responder al saludo, se quedó mirando al pez fijamente. Éste se extrañó.

Canción de las olas (KyogrexGroudon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora