A la mañana siguiente y con el cielo completamente despejado y los rayos de sol calentando la tierra todavía húmeda por la noche anterior, Kyogre observaba desde su lugar en el agua a un dormido Groudon quien, panza arriba y con la boca enteramente abierta, aún dormía después de que el otro le hubiera llamado varias veces sin conseguir nada. Le parecía gracioso el hecho de que un pokemon con el temperamento de Groudon pudiera dormir tanto, aunque él no era nadie para juzgarle: se quedaba tendido en su lecho oceánico durante días cuando le atacaba la pereza.
Le esperó otro rato, pero como nada ocurriera, el gran pez regresó al mar y probó mejor suerte algunas horas luego. Para su sorpresa, encontró al enorme pokemon sentado a varios metros lejos de la orilla, contemplando algo diminuto en el suelo que había captado su atención.
— ¡Oye! ¡Groudon!—le llamó él desde el agua.
El aludido alzó la cabeza al escucharle. Se levantó repentinamente, corrió hasta la orilla y metió medio cuerpo en el mar, para sorpresa del otro.
— ¿Qué haces…?—estaba preguntando el más bajo, espantando mientras el pokemon de tierra lo subía sobre su espalda y luego lo sacaba del agua— ¿Qué crees que estás haciendo? —demandó saber, moviéndose para intentar bajarse de la espalda del otro.
Groudon no respondió, solo avanzó por la arena cargando al enorme pez azul sobre su espalda y con no mucho cuidado lo depositó sobre el suelo, en el mismo sitio donde estaba él antes.
— ¿Qué es esto?—seguía preguntando el menor, sin comprender nada.
—Mira—ordenó el mayor, apuntando al suelo.
Kyogre bajó la mirada y para su sorpresa, vio un diminuto brote verde y brillante asomando desde el suelo. Abrió la boca ante la impresión pero no dijo nada. Luego levantó la cabeza para mirar al otro: Groudon tenía sus grandes ojos fijos en el capullo, con tanta emoción en la mirada que el pokemon azul se sorprendió todavía más.
—Es muy bonito…—dijo el pez.
El otro asintió con la cabeza y sonriendo.
—Hay varios más por toda la isla. Y ha sido gracias a ti—dijo, volviéndose a ver al más bajo.
El aludido le sonrió compartiendo su felicidad. Sin embargo, no pudo evitar poner mala cara.
— ¿Ya puedes regresarme al mar, por favor? La arena está muy caliente…
Groudon dio un respingo. Luego se agachó y lentamente puso al pokemon azul sobre su espalda, evitando clavarlo con sus picos y cargándolo nuevamente de regreso al océano. Kyogre sintió la tibieza y la coraza pulida y suave del pokemon. Sonrió y cerró los ojos, sintiéndose extrañamente cómodo allá arriba. Groudon metió medio cuerpo al mar y tomó una de sus aletas para dejarlo en el agua, pero el otro se sostuvo haciendo un esfuerzo.
— ¿Qué…?
— ¿Puedo quedarme aquí un poco?—pidió el pez.
— ¿Por qué? Acabas de decirme que te regrese al agua…
—Puedo aguantar algunos minutos.
El otro no supo qué decir. Se sentía en deuda con Kyogre por haberle ayudado dos veces, y quedarse un breve rato en el mar no le haría daño, a pesar de que no le gustara. Se sentó en el suelo de arena con el agua llegándole hasta la cintura. La cola del pokemon azul era la única extremidad que tocaba el mar, y la movía lentamente de arriba abajo. Parecía muy a gusto, y Groudon no pudo explicarse la razón. Esperó pacientemente hasta que el sol comenzó a herir en la piel azulada del otro.
—Ya puedes bajarme—pidió él.
El pokemon le tomó por una aleta y lo movió regresándolo a su ambiente. Kyogre se sumergió un momento para humedecer su piel seca y volvió a salir. Sonreía de una manera amable y cálida que sorprendió un poco al contrario.
—Gracias—dijo el más bajo.
Esto extrañó aún más al pokemon de tierra.
— ¿Por qué me agradeces?
Kyogre bajó la mirada, sonriendo tontamente y preguntándose lo mismo. ¿Qué le estaba agradeciendo? Solo había sido un breve viaje desde la tierra al mar.
—Por dejarme aquí—mintió, solo para decir algo.
Groudon se encogió de hombros y se volvió para salir del agua. Calentó su cuerpo para evaporar la humedad y gran cantidad de vapor salió de su coraza rojiza.
—Esto que has hecho—dijo Kyogre, llamando su atención—realmente ha sido increíble.
— ¿El qué?
—Haber levantado una isla desde la profundidad y haberla nutrido para que floreciera tan rápido. En verdad eres alguien muy poderoso.
—También tú tienes tus cualidades. Puedes levantar olas gigantescas y hacer llover. La isla no podría florecer de no haber sido por tus lluvias.
El menor sonrió aún más, dándose cuenta de una cosa.
—Es como si…
Groudon lo observó en silencio, con el otro quedándose callado y mirando hacia abajo.
— ¿Cómo si…?—repitió el pokemon rojo, esperando que el otro terminara de hablar.
Sin embargo, Kyogre no respondió. Se sumergió lentamente mientras muchos pensamientos pasaban por su cabeza y lo confundían. Terminó de desaparecer bajo el agua, se dio la vuelta y nadó alejándose de la isla, sin prestar atención a los llamados de un confundido Groudon quien por cierto, acabó con una rabieta de que el otro le dejara hablando solo y sin decir ni siquiera adiós.
—Es como si nos complementáramos..— pensó el pokemon azul, nadando lejos y a gran profundidad —Como si hubiéramos sido creados a la par. Para ayudarnos… para hacer estas cosas juntos.. Tal vez por eso cada mañana quiero venir a saludarle. Tal vez por eso me agrada su compañía y que me cargue en su espalda…—
Nunca antes le había pasado eso.
Nunca se había sentido tan cómodo al lado de alguien, mucho menos de un ser terrestre.
Para él, las criaturas más hermosas vivían en el mar: la tierra era seca y áspera…extrañamente parecida a la personalidad de Groudon. Era tan tosco y sin embargo tan honesto en su hablar y expresarse, que Kyogre se quedaba largamente repasando sus breves conversaciones y recordando la de veces que el pokemon rojo había intentado esconder algo o mentir, haciéndolo sonreír. Ni aún durante su pequeño "distanciamiento" Kyogre había podido evitar ir a verle, haciéndole una breve visita cada noche mientras el otro dormía, y deseando ansiosamente que el pokemon le llamara para que él le regalara algunos minutos de lluvia. Ni siquiera le importaba que el otro se disculpara por su actitud o le diera un agradecimiento más amable. Solo era una cuestión de ir a verle y estar un rato con él. Conversar. Eso era todo.Kyogre pasó largas horas meditando en todos estos extraños sentimientos y pensamientos que acababa de descubrir. Cuando finalmente pudo descifrar de qué se trataba sintió mucho temor, y se decidió a no volver a visitar a Groudon hasta dentro de varios días. Cuantos más días pasaran para que aquello se disipara, mejor.
Pero no pudo. Hacerse el fuerte no era del todo lo suyo. Él era él y no podía intentar engañarse, por lo que al día siguiente y como cada mañana, emergió de nuevo a la superficie solo para verse con aquel pokemon.
Continuará...
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Canción de las olas (KyogrexGroudon)
FanfictionEsta historia está parcialmente basada en el génesis de pokémon (y los juegos), que pueden leer en Wikidex. Así mismo, están modificados algunos eventos de este génesis canónico tanto en orden como en hechos, pero sigue siendo bastante similar al or...