Entre las rocas

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Elisa vivía en una campiña. Ella y su familia, eran felices alejados de la vida citadina. Vivir en el campo y estar rodeado de naturaleza, era algo sobrecogedor; sin embargo, su madre le repetía incansablemente que no se acercara al valle de las rocas.

Aquel lugar mencionado, no tenía nada fuera de lo común; simplemente una gran cantidad de formaciones rocosas de diferentes tamaños, rodeadas de helechos, flores y un tapete verde que se extendía varios kilómetros.

No estaba muy lejos el valle de las rocas, un kilómetro desde su casa.

Pensó infinidad de veces en ir hasta allá y descubrir que misterios ocultaba, pues a la distancia, se veía como un lugar común; además, cada vez que lo intentaba, sus padres truncaban sus planes de exploración.

Una tarde, logró distraer a sus padres y salió muy precavida en dirección al valle de las rocas. Salió corriendo y cuando se vio rodeada de rocas y plantas, se detuvo.

¿Eso era todo?

Miró a su alrededor, las rocas se desplegaban por un largo tramo; miró  al suelo. Solo veía plantas y rocas pequeñas, pero una de esas rocas pequeñas llamó su curiosidad; era una piedra peculiar, pues en su centro tenía tallada formas que no supo descifrar.

Era pequeña; cabía en su mano

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Era pequeña; cabía en su mano. Aquellas inscripciones eran en relieve y era algo que jamás había visto.

Cuando las yemas de sus dedos hicieron contacto con la roca, aquella forma tallada se iluminó; luego, Elisa sintió como el objeto la arrastraba hacia más allá de las rocas.

Un círculo de luz apareció de la nada; como si de un agujero negro se tratara. No había forma de dar marcha a atrás, pues se veía empujada a ese haz de luz de una forma que no podía explicar y que no había forma de detener.

Al traspasarlo, se encontró con un lugar no muy diferente al que había dejado; salvo por un montón de árboles frutales que la rodeaban, y mucha, mucha vegetación.

La chica inspeccionó a su alrededor, no sabía dónde estaba, pero de algo sí estaba segura; era un lugar precioso y lleno de luz del sol. Aunque no dejaba de ser un lugar desconocido.

Un pequeño hombre de ropaje colorido y bastante risueño se acercó a ella; tenía una barba blanca y unos ojos pequeñitos. Por su aspecto, diría que se trataba de un duende, ¿o un gnomo? pero esos seres solo vivían en su imaginación.

El pequeño hombre se acercó a Elisa y sonrió.

—Bienvenida, su alteza ¡qué maravilla tenerla al fin con nosotros! —pronunció el pequeño hombre.

Elisa abrió la boca para responderle, mas no pudo, no salieron palabras.

La llegada de ella a aquel lugar, auguraba una batalla para reclamar un trono que por derecho —aunque no recordaba nada de ello—, le pertenecía.

La llegada de ella a aquel lugar, auguraba una batalla para reclamar un trono que por derecho —aunque no recordaba nada de ello—, le pertenecía

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En diciembre del año pasado, salí a viajar. En el trayecto me encontré con un paisaje: una pequeña montaña con rocas y pequeñas plantas.

Una aproximación, es la imagen de multimedia (gracias Google Maps) y con esa imagen en mi mente, comencé a escribir este relato.

El lugar de la imagen es en mi país, en una carretera cercana a la capital, llegando a un pueblo llamado "La Mesa". Sí, así se llama xD

La piedra que encuentra, es una piedra con inscripciones budistas y son conocidas como "piedras mani" que contienen mantras en sus inscripciones. En el relato, fue la llave para llegar al mundo al que pertenece Elisa.

Gracias por tu visita. 😊

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