Ruidos

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Ellos

La ciudad anunciaba la llegada del invierno con un frío constante durante todo el día. En las noches, la lluvia con truenos se hacía presente y la familia Johnson era consciente de que esa era la señal de dar uso al viejo calentador para que sus noches no fuesen tan aterradoras.

A través de las ventanas se podía vislumbra la incesante lluvia que golpeaba ferozmente sobre las casas, árboles y pavimento. El clima no era favorecedor y, tal situación, obligó al hombre de la casa a bajar hasta el ático de la vivienda y subir el viejo calentador para poder instalarlo en la habitación. En el día se encontraban trabajando, así que los encuentros entre ambos se daban muy temprano en la mañana para despedirse y desearse un buen día, y, por la noche cuando se reencontraban nuevamente. Afortunadamente los fines de semana podían dedicarlos para pasar tiempo de calidad como pareja.

—Tranquila, cariño, no tardaré —le dijo el hombre a su esposa, quien, a pesar de estar envuelta en un mullido abrigo y una cobija, sentía el frío que calaba hasta los huesos.

Así, el hombre bajó hasta el sótano de la vivienda, tocaba las paredes para guiar su camino y, ya en el interior de aquella habitación, prendió la luz. Frente a él se desplegaban un sinfín de aparatos y un montón de cajas de las cuales no recordaba su interior. en una de las esquinas estaba el calentador, con una fina capa de polvo que revelaba el tiempo que permaneció allí guardado. Un montón de meses.

Sin embargo, de la parte superior de la casa escuchó algunos ruidos, primero como pisadas fuertes y después como gruñidos. Luego un leve silencio y después el sonido de cosas que caían al suelo.

—Cariño, ¿todo en orden? —preguntó el hombre.

No obtuvo respuesta. Tomó el calentador y lo subió para regresar a la habitación, su idea era llevarlo a la cocina, limpiarlo un poco y después llevarlo hasta su destino; no obstante, en medio de su trayecto. Encontró el cuerpo sin vida de su esposa, sobre un charco de sangre que se extendía bajo ella y tenía las entrañas a la vista de una forma grotesca.

El hombre gritó, y gritó tan fuerte que sintió que su úvula iba a estallar.

Ella

Cuando su esposo bajó, ella se arrebujó entre las cobijas de la cama, con un pantalón acolchado y un abrigo de material similar. La cobija que había sostenido a lo largo de los minutos, la dejó sobre una silla y optó por quedarse dentro de la cama mientras el hombre llegaba.

Un ruido en la ventana la distrajo y, no, no eran las gotas de la lluvia. Fue como si hubiesen lanzado un objeto enorme, pero lo más curioso de todo, era que la ventana no presentaba grietas, ni nada similar. ¿Acaso era su imaginación?

Salió de la cama e investigó aquel sonido al que no hallaba explicación. En la ventana solo podía ver el vacío del exterior y cómo gruesas gotas de lluvia se estrellaban contra el pavimento y contra las casas vecinas.

Ante la demora de su marido, decidió salir de la habitación y poder averiguar porqué tardaba tanto, seguramente no encontraba aquel viejo aparato, pero recordaba haberlo dejado a la vista, por lo que aquella tarea no representaba mayor dificultad.

El ruido de un vidrio al romperse se hizo presente. La mujer regresó sobre sus pasos justo cuando iba llegando a las escaleras. Ante ella, una bestia enorme hizo presencia. Era como un hombre lobo, pero mucho más grande, puro musculoso de piel aceitosa en color negro, su boca voraz se abría ante ella y le propinó un fuerte rugido.

Al principio le temblaron las piernas, pero salió de su ensimismamiento y corrió en dirección a la planta baja, corrió tan rápido que temía que sus piernas se enredaran y cayera rodando por las escaleras, había visto varios accidentes similares en el hospital en su labor como enfermera; no quería ser parte de ese grupo.

Ya en la primera planta, lo primero que pensó fue en salir de la casa, pero la bestia saltó y le bloqueó el camino; trastabilló pensando en un nuevo movimiento, tropezó con un mueble y la criatura nuevamente se lanzó sobre ella, pero esta lo esquivó e hizo que cayera lo que había sobre la mesa; antes de que intentara algo, la bestia se abalanzó sobre la mujer nuevamente y la devoró. Al inicio le mordió a la altura del cuello, haciendo que la mujer cayera al suelo. Luego rodó con su cuerpo para atacarlo con sus pies, sin embargo, él le arañó sus extremidades y se comió sus entrañas, mientras ella, gritaba de dolor hasta perder la consciencia.

Él

Ante su grito, la bestia salió de su escondite, gruñó y se aproximó hasta el señor Johnson.

Recordó que había dejado su móvil en la habitación y el teléfono de la vivienda estaba junto a la cocina. La criatura se acercaba lentamente, como si estudiara su lenguaje corporal. El hombre tomó el calentador con fuerza y lo lanzó en dirección a la criatura, pero ésta de un manotazo, hizo que el aparato chocara contra la puerta de su hogar.

¿Qué podía hacer ahora? Era una bestia grande, fuerte y muy veloz.

Aunque intentara correr, lo atraparía.

Así, con un miedo que se apoderó de su cuerpo, esperó a que la criatura siniestra estuviera sobre él para completar su festín en aquella noche lluviosa.

Así, con un miedo que se apoderó de su cuerpo, esperó a que la criatura siniestra estuviera sobre él para completar su festín en aquella noche lluviosa

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Hace unos días me enseñaron cómo poner en movimiento el motor de la piscina, básicamente hay que bajar a una pequeña habitación y encender la máquina. El caso es que, cuando lo puse en práctica, era de noche y tuve que alumbrar cuando llegué hasta abajo y, cuando encendí la linterna, una araña estaba junto al interruptor y me dio tremendo susto, luego de ello, volví a casa y oí ruidos de una casa vecina, al parecer algo dejaron caer.

Lo anterior, fue inspiración para esta historia, espero la hayan disfrutado.

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