Rutina interrumpida

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Como cada tarde, Cinthia se paró frente al televisor, sintonizó el canal quince y comenzó con su rutina de aeróbicos.

En el programa, un hombre de cuerpo musculoso y de cabello oscuro, se encontraba rodeado de cuatro chicas —todas flacas y curvilíneas—; indicaba a la audiencia la forma correcta de comenzar la rutina. Decía que debían comenzar con un calentamiento para que los músculos se alistaran a lo que vendría.

Cinthia, muy animada, siguió cada indicación.

Una pequeña sensación de vacío en su pecho, le recordó que su teléfono móvil no estaba cerca. Si sus padres llegaran a llamar, estaría en problemas.

Soltó un gruñido y puso el televisor en silencio, pues necesitaba silencio para pensar y recordar dónde lo había dejado. Finalmente, recordó que lo había dejado en la habitación de sus padres la noche anterior, luego de una animada charla con su mamá.

—Soy tan torpe —dijo para sí misma y soltó una fuerte exhalación.

Su mamá estaba trabajando; su padre, también, salvo que él no se encontraba en la ciudad.

Subió rápidamente a la habitación. En la puerta seguía la misma nota que leyó cuando se despertó y a la cual siguió de largo. A estas alturas, una nota de «no entrar», no la iba a detener.

Entró y comenzó a buscar. A simple vista no lo encontró, lo que la obligó a rebuscar entre los cajones más próximos. En el gran tocador, dentro de uno de sus cajones, encontró un diario secreto; el de su mamá. «Lo tenía desde su niñez», aseguró un día. Cuántas cosas guardaría entre aquellas páginas, miles de recuerdos y secretos. Una sensación de curiosidad se apoderó de ella, pero optó por dejarlo donde lo encontró. No era momento de fisgonear.

Siguió con su búsqueda, pero un olor asqueroso inundó sus fosas nasales. Arrugó la nariz y empezó a indagar con sus sentidos de dónde provenía aquel olor nauseabundo, y mucho más importante, de qué era ese olor.

No tuvo que esforzarse mucho, aquel olor la llevó a revisar bajo la cama, para al final encontrarse con algo completamente desagradable: el cuerpo sin vida de su ruidosa vecina.

Gritó frenéticamente y al intentar levantarse, cayó de espalda contra el suelo, para encontrarse con una visión más escabrosa de aquella mujer muerta; que, por la ubicación del cuerpo, parecía solo una persona que estuviera durmiendo boca abajo.

La sangre que había salido desde algún lugar; ya estaba seca.

Se levantó y examinó rápidamente la habitación. Su celular estaba sobre una silla entre un montón de ropa. Con dedos temblorosos marcó a la policía, huyó de la habitación y esperó en la sala de estar, sentada hecha ovillo; esperando a que llegara la policía y esclareciera tal hecho.

Los aeróbicos ahora poco importaban, en su mente se cuestionó cómo había llegado esa mujer a ese lugar. Lo que más vueltas le daba en la cabeza, era el pensar quién había acabado con la vecina.

Solo había una posibilidad.

—¿Mamá? —preguntó.

En su mente sonaba ridículo, pero era una posibilidad; después de todo, no soportaban las peleas diarias de esa mujer con su marido, ni esa asquerosa música que ponía los domingos desde temprano en la mañana.

En su mente sonaba ridículo, pero era una posibilidad; después de todo, no soportaban las peleas diarias de esa mujer con su marido, ni esa asquerosa música que ponía los domingos  desde temprano en la mañana

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Esta historia consta de dos partes: en esta primera parte, Cinthia es la protagonista y deja varias pistas sobre la segunda parte.

En esa segunda parte, conoceremos la historia desde la perspectiva de la mamá de Cinthia.

¡Gracias por leer! 😀

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