Regalo de aniversario

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—Qué buena manera de pasar su aniversario —indicó la psicóloga con una sonrisa.

Tanto optimismo que deslumbraba, hacía que Larry se saliera de sus casillas. Sin embargo, mantuvo la compostura y carraspeó. Luego me fulminó con una mirada.

—¡Dijo que iríamos a la bolera! —se quejó Larry, mi esposo.

Sí, lo había engañado, pero era por el bien de los dos, y el pobre aceptó a regañadientes. Nos encontrábamos en un enorme sofá, cada uno en una esquina; yo, con la esperanza de tener la ayuda que buscaba; y él, haciendo pucheros, como un niño.

¿Qué mejor regalo que asistir a terapia en pareja?

Las cosas materiales estaban mandadas a recoger. Además, los últimos años se limitaban al mismo perfume para él y un montón de joyería para mí; muchas de las joyas, después de un tiempo, terminaban guardadas en un cajón. El ritual se repetía año tras año, luego íbamos cenar y terminaba la noche con una pésima sesión de sexo. Doce años después, acá nos encontrábamos.

—Sí, es cierto, lo engañé —dije, alzando los hombros—. Fue por una buena causa, teníamos que hacerlo.

—¡Patrañas! —gritó Larry—. Pudimos haber ido a los bolos para hacer algo diferente y después...

—Cena en el restaurante italiano —lo interrumpí.

—Te encanta ir allá, mujer.

Solté un bufido. Es cierto, su comida es excelente; pero reitero, las cosas no iban bien. No se trata de infidelidad, de hecho, es el hombre más honesto y fiel que conozco. El problema está enfocado en...

—Sexo —dijo la psicóloga—. Ese es el problema ¿No es así, Florence?

—Sí, ese es el problema —contesté, y sonaba más espantoso escucharlo en boca de aquella mujer.

—¿Qué? —canturreó Larry y abrió los ojos de par en par—. Aún se para.

—¡Ay, por Dios! —exclamé y puse ambas manos cubriendo mi cara.

La vergüenza se hacía cada vez más grande. Apenas comenzaba y sentía que había sido una mala idea. Larry se mantenía cruzado de brazos mirando a la psicóloga y de vez en cuando me miraba.

—¿Cuál es el problema, Florence? —preguntó ella.

—N-no, no sé como decirlo. —Hice una pausa y lo volteé a mirar. Si las miradas mataran...

—Hemos tenido buen sexo, o al menos, eso es lo que ella dice.

—Lo encontré el domingo masturbándose en el baño, doctora —dije en mi defensa.

—¡Por Dios, mujer! Un poco de prudencia.

Pude notar como las mejillas de Larry tomaban un tono rojo. Tan rojo como un tomate. Mi yo interno tenía un deseo enfermizo de soltar una carcajada. Sabía que Larry era refunfuñón, sin embargo, verlo remilgar como niño pequeño, era divertido.

—Estamos en confianza, no pasa nada. —Ahí estaba de nuevo con esa voz calmada y optimista. Se centró en Larry y continuó—: cuéntame, Larry. ¿Cómo te masturbas?

—¡Santo cielo! —se quejó él y si antes estaba rojo, luego parecía que su cabeza iba a estallar en cualquier momento—. Es decir... como los hombres... lo hacen.

La psicóloga soltó una risa divertida. Al parecer no era la respuesta que esperaba. Se incorporó en su asiento y tomó un par de notas en la libreta que reposaba sobre su regazo.

—Larry, me refiero a si usas la imaginación, usas revistas ¿piensas en Florence? ¿ves videos? —Las posibilidades que daba aquella mujer parecían no tener fin; mientras Larry, se mantenía rígido, sin mediar palabras.

Carraspeó nuevamente antes de responder a las preguntas.

—Hubiéramos estado en la bolera —se quejó en voz baja, pero alcancé a escuchar sus palabras. Se incorporó en el asiento y luego respondió—: tenía... tenía una revista en mis manos y... ejem... también... pensé en Florence, la imaginaba... ejem... vistiendo lencería de encaje... de esa, de esa transparente, también.

Mi mente quedó en blanco. Con este cuerpo de lobo marino no me imaginaba usando ese tipo de ropa interior; mucho menos, después de haber parido dos hijos.

—Es decir, que Florence todavía te excita —dijo la mujer.

—S-sí, obvio, las chicas de las revistas son solo una tontería sí, son sexys esas mujeres! Pero nunca podría estar con ellas, y... tampoco es que desee tener sexo con otra mujer ¡Por Dios, soy un hombre! ¡Los hombres tienen revistas! ¡Los hombres se tocan su...!

—Entonces, ¿cuál es el problema? —interrumpió la psicóloga.

—Doctora —comencé a decir—, Larry... Larry termina antes de tiempo.

—Oh, entiendo —respondió la psicóloga y comenzó a escribir en su libreta—. En ese caso les daré la fecha de su próxima cita y profundizaremos en eso.

Sentía como Larry cambio del rojo al blanco. Se veía tan pálido, tan avergonzado. Yo, por mi parte, sonreí. Si él no tenía el valor de decirlo, era mi deber hacerlo. Necesitábamos ayuda y alguien debía plantear una solución, aunque para él no resultara un problema.

—¡Feliz aniversario, cariño! —dije y estiré una mano para rozar la suya.

—Sí, sí, ahora vamos a los bolos —respondió Larry y se levantó del sofá para salir del consultorio.

Esta historia surgió tras ver una película de comedia cuyo nombre no me acuerdo y no creo que lo recuerdo porque era muy aburrida 😂

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Esta historia surgió tras ver una película de comedia cuyo nombre no me acuerdo y no creo que lo recuerdo porque era muy aburrida 😂

Lo que alcancé a ver en la película es que se reunían dos familias (la de una pareja de novios) estaban como en casa de una de las familias celebrando un cumpleaños (si mal no recuerdo) y se hacían visibles temas como la falta de deseo en la edad madura, la dificultad para tener sexo ya sea por parte del hombre o la mujer, entre otras cosas de pareja, y eso fue lo que me inspiró a hacer el relato.

La verdad me divertí demasiado escribiendo esto y espero hayan disfrutado la lectura. 😊

Catarsis © [antología de relatos] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora