La ayuda del bosque

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La niebla no le dejaba ver claramente por donde iba, pero no podía darse el lujo de volver, debía encontrar la salida del bosque a como diera lugar.

Ya había caminado bastante con el único fin de llegar hasta su nuevo trabajo; sin embargo, el clima no era el más favorable a esas horas de la mañana, y era un hecho que había madrugado lo suficiente para evitar imprevistos.

Caminó por varios minutos hasta un punto donde el camino se dividía en dos y no recordaba claramente las indicaciones. Estaba seguro de que lo había anotado en algún lugar; así, buscó entre su portafolio, pero no encontró nada. Su mente, después le indicó que había dejado la hoja con las indicaciones sobre el mesón de la cocina.

Gruñó y apretó sus manos por aquella torpeza.

Revisó su reloj de pulsera y estaba bien de tiempo, afortunadamente había madrugado lo suficiente porque estaba seguro de que algo como eso podía suceder.

«Torpe Haru, siempre te ocurran unas cosas...» se auto regañó internamente por la situación en la que estaba engullido. No era la primera vez que pasaba, de eso estaba seguro; pero, ¿por qué tenía que surgir un imprevisto en su primer día de trabajo? Seguro se equivocaría de camino y tendría que devolverse sobre sus pasos y tomar el camino correcto.

Sin tiempo que perder, tomó el camino de la izquierda y esperó lo mejor.

No obstante, debió haber pensado más claramente el camino a tomar, pues era un hecho que había tomado el camino incorrecto, pues entre más caminaba, más árboles había y eso no debía suceder. Más y más árboles y esa manta de niebla que lo rodeaba. 

—Torpe Haru, seguro te echarán —esta vez, lo dijo en voz alta, como una forma de dejar claro que había comenzado el día con el pie izquierdo.

A pesar de sus quejas y lo frustrado que se sentía, siguió caminando, pero solo había árboles y más árboles, hasta que llegó a un muro de piedra que, si sus conocimientos eran del todo acertados, se trataba de un templo.

Tras del muro más próximo, surgió una figura grotesca: una figura que solo podría ser fruto de su imaginación o de una terrible pesadilla; un personaje del folclor japonés que solo había visto en mangas y que escuchaba en diferentes tertulias con amigos. 

Era algo que tenía aspecto humanoide, pero su piel era negra y de su cabeza sobresalían un par de pequeños cuernos y un pelo desordenado de color rojo. Tenía un aspecto bastante primitivo, pues solo llevaba en la parte baja de su cuerpo una especie de taparrabos amarillo con rayas negras —que perfectamente podía tratarse de piel de tigre—; le miraba en la distancia con unos ojos intimidantes tan rojos como su pelo.

Oni —pronunció Haru y dio un respingo ante la sorpresa.

Conocía de su cultura como buen nipón, y sabía que lo que tenía frente a sus ojos era un demonio Yōkai, que blandía un enorme mazo que arrastraba por el suelo; tenía un aspecto desgarbado, a pesar de la apariencia tan grotesca que ante sí se desplegaba.

«Pero si es de piel negra, es un espíritu bondadoso», pensó Haru y se relajó un poco. 

El demonio Yōkai movió su mano en señal de que Haru debía seguirlo, si no fuese porque se trataba de un ser bonachón, hubiese salido corriendo como alma que lleva el diablo, pues su rostro era demasiado aterrador: una mirada intimidante, una nariz regordeta y unos colmillos inferiores que sobresalían de sus fauces, sí, similar a un jabalí. 

Seguía moviendo la mano y un nuevo temor apareció, tal vez quería engañarlo y aprovecharse de su ingenuidad, y ¿a dónde pararía?, no quería pensar en ello; de esta forma, para no dejar «esperando» al demonio, lo siguió.

Ambos rodearon el enorme templo y era un edificio de hermosa fachada, tal vez se trataba de un templo de monjes budistas, no profundizó en ello y se limitó a seguir caminando tras el demonio, pero estaba seguro que se trataba de una edificación preciosa y con un pequeño lago en uno de sus costados.

Unos minutos después, el Oni se detuvo y señaló un camino a lo lejos.

—¿Debo ir por allá? —preguntó Haru, y lo último que esperaba era una respuesta por parte del demonio.

Este, simplemente se limitó a soltar un resoplido que tenía gran parecido a un gruñido e interpretó eso como un «sí», que fue confirmado por un asentimiento de cabeza por parte de ese misterioso personaje.

—Gracias —pronunció Haru e hizo una pequeña reverencia—, muchas gracias, Oni.

No esperaba alguna réplica; eso lo haría estremecerse demasiado. Tras el agradecimiento, el demonio simplemente volvió sobre sus pasos y desapareció de la vista de Haru.

Decidió hacer caso a la sugerencia del demonio Yōkai y tomar aquel camino, siguió por ahí porque se trataba de un camino empedrado, y, tras unos minutos, pudo divisar el comienzo de una carretera pavimentada.

«Tras cruzar el bosque, toma el camino pavimentado en dirección al sur y encontrarás el edificio», recordó haber escrito aquellas palabras como si se las hubiesen susurrado al oído para recordarle el camino que debía tomar.

Revisó nuevamente la hora, estaba a tiempo. De no haber sido por aquel misterioso suceso, estaría dando vueltas alrededor del templo y no hubiese encontrado el camino correcto porque era demasiado torpe para orientarse por cuenta propia, pero muy bueno recibiendo instrucciones; se limitó a reír y siguió su camino.

 De no haber sido por aquel misterioso suceso, estaría dando vueltas alrededor del templo y no hubiese encontrado el camino correcto porque era demasiado torpe para orientarse por cuenta propia, pero muy bueno recibiendo instrucciones; se limitó a...

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¡Hola, caracola!

En esta oportunidad traje una historia cortita sobre un demonio Yōkai, bastante popular en la cultura japonesa. Como ya saben esta cultura me encanta y el otro día viendo un video sobre tradiciones japonesas, se me ocurrió escribir algo sobre ellos y, buscando leyendas, me topé con los "Onis".

Este es el resultado de ese golpe de inspiración. Es bastante probable que más adelante traiga más relatos con elementos asiáticos ❤️

Por lo pronto, espero este haya sido de su agrado y hasta una próxima historia.

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