Veintidós

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Zee y Saint se miraron tras un breve silencio.

—Tras la muerte de ni madre, mi padre  se quedó muy mal y cayó en una fuente depresión—hablo finalmente el mayor—…el se intentó suicidar varias veces por eso no pude dejarle y me quede aquí.

—Oh vaya, lo siento pero ¿por qué no me lo dijiste?—preguntó el castaño muy apenado.

El mayor se encogió de hombros.

—No sé, supongo que no quise preocuparte y que ...

—Creí que te quedabas porqué ya no me amabas, que preferías Francia a Tailandia porque yo no estaba aquí—interrumpió el más joven con un puchero.

Zee negó.

—Nunca ha pasado eso, yo nunca preferiría un lugar donde tú no estuvieses, jamás...sé que fui egoísta pero no podía seguir sin hacer nada, necesitaba trabajar y lo de la casa, bueno eso lo hice para ayudar a mi amigo...el estaba mal de dinero y esta casa era de su famila y a mi siempre me había gustado, así que se la compré...no quería perder a mi padre también, ni perderte a ti, aunque finalmente ya ves...os perdí a todos.

Saint suspiró y seco sus lágrimas, las cuales habían empezado a brotar de sus húmedos ojos.

—Oh vaya me siento como un idiota, ahora mismo por no darte la oportunidad de explicarte y no responder a ninguno de tus mensajes ni llamadas...oye, por cierto, ¿Por que tu tampoco me contestaste nunca?

Zee suspiró.

—La última vez que regresé de Bangkok, me robaron el móvil y la cartera y bueno perdí todos los contactos, además creí que ya no querías saber de mi nunca más.

Saint negó y sonriendo tomó la iniciativa y tras inclinarse, besó los labios del maestro.

—Yo nunca he dejado de amarte, Zee.

El mayor se inclinó entonces y lo besó también.

—Yo tampoco mi dulce y precioso alumno...jamás he amado ni amaré a nadie como te amo a ti.

Saint sonrió y acto seguido se abalanzó sobre el asombrado mayor, haciéndolo tumbarse en el sofá.

—Te amo Zee y te necesito...dejemos todo atrás y empecemos se nuevo.

El mayor asintió conforme y entonces comenzaron a besarse hasta que de repente saint se detuvo y se apartó levantándose rápidamente.

—¿Q-Qué o-ocurre?—preguntó el maestro jadeante.

—He olvidado pagar al taxista, ahora vuelvo.

Tras salir corriendo, el castaño pagó al hombre, le dio las gracias por la espera y regresó corriendo a la casa.

Según iba entrando por el salón, este se iba quitando la ropa y acto seguido se tiró sobre Zee, el cual sonrió y comenzó a besarle el cuello y  las clavículas, mandando corrientes eléctricas, a sus más que abultadas pollas.

El más joven, comenzó a quitarle la ropa hasta dejarle tan solo con los boxes, los cuales marcaban su pronunciado bulto.

-¡Oh joder!, ¡eres tan jodidamente sexy, Zee!, ¡Hazme el amor!-Exclamó este muerto de deseo.

—A tus órdenes mi preciosa dulzura— dijo este incorporándose y empujando a Saint hasta dejarlo bajo suya.

-Estás temblando Pruk, eso me pone aún más-le susurró Saint al oído.

El maestro gruñó.

-Joder, eres tan increíblemente guapo.... No puedo esperar más, quiero verte gozar mientras te hago el amor.

-Oh joder si... follame- le susurró el más joven mientras gemía con ansia.

El mayor no necesitó más, empezó a besar y morder las tetillas y el torso de su ardiente chico, provocándole excitantes y dulces sensaciones.

Saint jadeaba y suspiraba enloquecido por el tacto y con sus dedos acariciaba la cabeza de Zee, mientras sus abultados y deseosos miembros se frotaban causando estragos en sus sentidos y humedecidos boxer.

El mayor bajó por su torso, besando y mordiendo cada centímetro de su suave y delicada piel, entonces le quitó la única prenda que le quedaba, desvelando así el maravilloso jardín de locura que éste tenía entre sus piernas.

-Comela-le suplicó Saint abriendo sus extremidades inferiores.

Zee lo miró nervioso pero dudar comenzó a besar el interior de sus muslos y a continuación le agarró la polla, luego se la metió en la boca y comenzó a chuparla y lamerla, mientras que Saint se retorcía de placer.

-¡Oh joder!... ¡si!, ¡si!.

Una sonrisa de satisfacción salió de los labios del mayor, el cual intensificó el ritmo.

-¡Oh Zee!, ¡Oh joder!...¡me voy a corr...¡Oh mierd...!-gritó el menor tras un soltando su semilla en la boca de su compañero.

El mayor se incorporó y sonrió, volviendo a tumbarse sobre este y siguió besando y mordiendo sus tetillas.

-Mé-Métete los dedos, Zee- balbuceó el más joven cuando recuperó el aliento.

Este asintió y dejó que Saint se diese la vuelta, relamiéndose al ver su rosadita y deseosa entrada, entonces chupó uno de sus dedos y lo introdujo poco a poco en el interior de este entre chillidos y jadeos.

-¡Oh joder!...

Pronto estos se convirtieron en suspiros de placer pues el veterano comenzó a meter y sacar el dedo de su interior, hasta que introdujo un segundo dedo, metiéndolos y sacándolos en forma de tijera.

-¡Zee, oh jo-joder!... ¡te ne-necesito!... ¡métemela ya, por fa-vor!- gritó este desesperado cuando sintió tocar su próstata.

Este volvió a besarlo y a dejar pequeños mordistos por todo la espalda de su compañero.

-Ahora voy cariño... no te desesperes.... Déjame disfrutarte al máximo- dijo con una voz lasciva.

Después de unos besos más y roces por todos sus cuerpos, Zee se quitó el boxer y tras bombear un poco su necesitada polla, se puso un condón y la alineó con la entrada de este, introduciéndose poco a poco.

Cuando lo penetró totalmente, esperó a que Saint se adaptase a su grosor y cuando este le dijo, comenzó un vaivén de estocada, sumiéndoles a los dos en un inmenso y erótico placer.

-E-Esto es increíble aaah... e-estás tan apretado- suspiró Zee.

-¡Oh joder!, ¡Aaaah!, ¡ooh joder!-gemía el castaño enloquecido.

Esas palabras provocaron una sonrisa en Zee, el cual realmente estaba disfrutando con verle gozar de esa manera y le parecía increíble volverlo a tener así.

Unos minutos después, Saint volvió a correrse.

-¡Oh mierda!...¡Oh joder...e-eres i-increíble!.

Las contracciones del esfínter este comprimieron la polla de Zee, haciendo que estremecerse y llegara al clímax repentinamente.

-¡Oooh joderrr...!, ¡Woooow...!- exclamó eufórico desplomándose sobre el cuerpo de este.

Tras unos minutos de jadeos, suspiros y risas postcoitales, el mayor salió del interior del castaño, se quitó el condón, lo cerró y lo puso en el suelo.

—Te amo, Zee.

—Y yo a ti pequeño.

—¿Eso quiere decir que me perdonas por ser un idiota?—preguntó Saint mirándolo.

El maestro sonrió y lo besó en los labios nuevamente.

—Yo nunca podría estar molesto contigo mi dulce amor.

......

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21. Dulce como la miel -Zaintsee TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora