¿Saben que es lo que pasa
cuando una brasileña intenta
enseñarle a bailar a un japonés?
Exacto.
Un completo ¡DESASTRE!
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Otra pesadilla.
Verónica se levantó jadeando mientras se apoyaba en sus codos, el sudor recorría su frente. El episodio 40 de Dragon Ball estaba llegando a su final y a su lado se encontraba en pelirrojo dormido, cruzado de brazos y tocando la camilla con las yemas de sus dedos de forma sutil.
La morena volvió a recostarse y extendió su mano para tomar su móvil, eran las 4 de la mañana. Shoyo había estado yendo por 4 días seguidos, incluso Pedro estaba empezando a extrañarlo. Jugaba voleibol, cumplía su horario de medio turno de repartidor, y corría al hospital para estar junto con la morena. Verónica dormía las horas en las que Hinata no estaba, así que sentía que nunca se había ido de su lado.
Verónica llevó su mano a las hebras pelirrojas del jugador de vóley, acariciándolo. Sus dedos se enredaban entre cada hebra, solo podía oír los ronroneos de Shoyo quien disfrutaba de las caricias de forma inconsciente. La crespa se acercó a su cabeza y aspiró el olor de su shampoo, era un aroma dulce de naranja, y estaba combinado con su perfume de hombre, algo sumamente embriagante. Bajó su vista al rostro del asiático y llevó su mano a su mejilla, tomándola. Estaba fría, pero aquello no parecía afectarle a sus tonos morenos cálidos.
Soltó una pequeña risa, estaba tan concentrada admirando tanto el rostro del japonés, tan pasional. Su dedo acariciaba su mejilla y bajaba a una parte de su cuello. Entonces recordó aquella canción que su madre solía cantarle a su padre cuando eran jóvenes ―comentado por la misma mujer―.
―― Eres todo en mí, por siempre y para siempre desde que te vi... ―― Canturreaba, llevando su mano de nuevo a la mejilla del pelirrojo ―― Nunca más tendré temor pues con tu amor volví a sentir y a renacer ―― Estaba tan hipnotizada cantando y concentrada en el profundo sentir de su pecho que se exaltó al ver sonreír a Hinata.
―― Cantas hermoso ―― La crespa hizo un rostro de horror y sacó su mano con rapidez, carraspeando su garganta.
―― ¿Ya estás sufriendo de esquizofrenia o qué? ―― Preguntó, mirando a otro lado con un tono orgulloso.
―― Me encantaría sufrirla si fuera con tu voz ―― Oliveira gruñó y lo miró de reojo.
Sus ojos estaban entrecerrados y adormilados, miraba a la mujer con claros signos de interés y se veía desconcertado y a la vez, feliz.
―― Deja de mirarme así, lárgate y cumple con tu horario habitual ―― Murmuró, cerrando sus ojos y volviendo a recostarse, sin embargo, su corazón no demostraba el exterior tan sereno, sino, todo lo contrario.
