¿Saben que es lo que pasa
cuando una brasileña intenta
enseñarle a bailar a un japonés?
Exacto.
Un completo ¡DESASTRE!
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La suave y fresca brisa abrazaba todo Río de Janeiro junto con el caluroso sol que hacía parecer verano cada momento del año en aquella tropical ciudad.
El cabello crespo y castaño oscuro de cierta joven se meneaba con el viento mientras trotaba de regreso a casa.
El aparato electrónico metido en su bolsillo vibró, desconcentrándola y obligándola a parar su trote.
Pedro ¿Estás en casa?
Verónica Voy hacia allá, ¿Pasa algo?
Pedro En tu estudio, ahora.
La de orbes chocolate frunció su ceño, confundida. No estaba sorprendida por la respuesta de Pedro, después de todo este solía ser siempre directo.
Pedro y ella eran compañeros de la universidad, ambos antisociales lograron llevarse bien a excepción de Oliveira quien era más cascarrabias y de un fuerte carácter.
La brasileña siguió su camino a casa.
Verónica había tenido toda su vida planeada hasta el punto donde estaba, desde su posición ya no sabía qué hacer. Desde muy joven visualizó su futuro, ahorró por años para comprarse una pequeña casa, tiene un lindo gato de mascota, es bailarina desde que tiene 7 años, lo único que le faltaba era entrar en los carnavales de Río de Janeiro siendo reina de una caravana mientras luce su hermoso traje de plumas azules como una hermosa guacamaya azul.
Sacudió su cabeza al estar entre sus pensamiento y tomó las llaves de su casa para entrar a está.
―― ¡Estoy en casa! ―― Gritó la chica. Su compañera de hogar se acercó con rapidez y alegría.
―― ¡Vero! ―― Saludó Yarah.
Yarah era compañera de Verónica desde hace dos años. Era una joven bella, de cabello teñido de rojo y tenían una relación muy buena ⎯en realidad son amigas con beneficios⎯.
―― Tardaste en regresar, siempre venimos juntas ―― Se quejó la de orbes claros.
―― Si, si, como sea ―― Verónica se dirigió a su habitación y se encerró en ella. Tiró su mochila a su cama y soltó su cabello amarrado en una coleta alta, dejó que algunos mechones cayeran sobre sus hombros y terminaran cerca de sus muslos. En realidad cepillar su cabello cada mañana era una tortura pero nunca lo admitiría, era orgullosa.
