Adalís

¿Existe limite para la tímidez?

El tiempo transcurría mientras estaba absorta en mis pensamientos, nunca me había agradado alguien a tal grado, de hecho, ni siquiera tenía claro si me había agradado alguien realmente. Mi vida había transcurrido en una forma simple y minimalista en cuanto a interacciones sociales se trataba. A lo largo de la misma solo me había agradado un chico, admiraba su gran conocimiento y elocuencia, además de su gusto por la literatura, pero no había sentido otro tipo de atracción hacia nadie. Siempre que veía a las demás personas me preguntaba qué era diferente en mi, así transcurrió el tiempo.

El aroma a frutos rojos me generaba diferentes sensaciones placenteras, olvidé mis pensamientos y me concentré en ese instante, en la mujer que tenía junto a mi. Sus ojos negros me observaban de manera insistente, a lo que mi timidez busco protagonismo, y como si de una pintura de una roja ciruela se tratase, mi rostro cambió drásticamente del color de la nieve al color del carmín. Mi mirada descendió en una búsqueda furtiva de auxilio y con mis pensamientos hechos un ovillo de nervios.
No sabía qué decir, sentía que me observaba detenidamente y finalmente dijo: —¡Qué interesante!

Le dijo al conductor que se detuviera en la siguiente parada mientras buscaba en su bolso, así que me llené de valor y le dije: —Descuida, yo pago.

—¡De ninguna manera! —espetó en tono autoritario.

—Yo pago el taxi y tú invitas el próximo café, ¿está bien?

Sentía mi corazón a tal velocidad que era casi doloroso, ¡era tan fuerte!
¿¡Cómo carajos podría ser tan tímida!?

¿Existe límite para la tímidez?

—Perfecto dulzura. —me dedicó una espléndida sonrisa antes de bajar del auto.

Esa mujer irradiaba luz, alegría y calidez, creo que era perfecta.
Solo sabía que me gustaba verla, quería verla una vez más. Es increíble cómo el deseo de algo se antepone sobre nuestra naturaleza, como evolucionamos según lo que necesitamos.