Ternura y Deseo

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Adalís condujo en completo silencio hasta la casa de Alice observándola siempre a hurtadillas; le parecía tan dulce... «es una completa dulzura» pensaba.

La entrada de la casa se hizo finalmente visible para Alice y está no había podido pronunciar una sola palabra en todo el camino, sus manos y su nariz se perlaban de diminutas gotas de sudor, era realmente prisionera de la ansiedad. Pensó en darle un beso a Adalís antes de bajar del automóvil, pero «¿Será muy atrevido de mi parte? ¿Y si solo le apetecía un beso, o sexo, o simplemente burlarse de este manojo de nervios?».

Alice estaba tan absorta en sus intrincados pensamientos que al sentir los delicados labios de Adalís se quedó helada. El beso fue delicado y dulce; Adalís deslizó delicadamente dos de sus dedos por el cuello de Alice; la caricia era tan superficial, casi imperceptible, pero lo que consiguió con ello no lo fue, dado que mientras sus dedos jugueteaban en la primera barrera hacia sus deseos, -la camisa-, Alice soltó un leve suspiro, miro a los ojos a Adalís y a esta le pareció que su mirada era especial, nunca nadie la había mirado con tanta ternura y deseo juntos.

Se despidieron y quedaron en reunirse a tomar algo en un sitio diferente.

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