Bajón de glucosa

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—Tranquila bonita, ya pasó todo —le decía mientras la abrazaba con toda la dulzura que ella me inspiraba.

Adalís estaba en estado de shock, no emitía palabra alguna y estaba completamente fría.
Pasé una mano por su espalda, hasta su hombro y la llevé caminando hasta el primer sitio en el que había comida que encontramos a algunas cuadras del lugar, pedí un chocolate y agua. De un sólo intento casi bebo el contenido de mi botella de agua, mientras que Adalís ni siquiera había mirado su chocolate.

—Cariño, tómate el chocolate, tus niveles de glucosa están por el piso, por favor. —Ella dio un gran sorbo a su taza de chocolate y finalmente decidió romper el silencio —para mí alivio—.

—Está bueno.

—Eso parece. Anda, tómatelo todo.

Terminamos las bebidas, cancelé a toda prisa, llame un taxi y me dirigí hacia ella.

—¿A dónde te llevo?

—Pensé que iba a violarme... —habló con una voz tan débil que daba la impresión de que se extinguiría antes de llegar al final de su frase.

—Eso no sucederá, tranquila, anda, te llevo a tu casa, dime por dónde es, acaba de llegar nuestro taxi. Ella indico al conductor la dirección y estuvo junto a mi en todo el trayecto, mientras yo acariciaba su mano de manera dulce con mis dedos apenas en un leve roce. Parecía estar más tranquila, así que, al llegar nos despedimos y quedó en escribirme al día siguiente.

«—No puedes escapar. Te vigilo, siempre lo hago».

Adalís Donde viven las historias. Descúbrelo ahora