Flor silvestre

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—¡Jean!, ¡Jean!

—¿Qué ocurre? ¿Por qué me despiertas a gritos a mitad de la noche?

—¡Jean, no veo nada! —dice entre sollozos —¡he perdido la visión Jean! —las lágrimas se derramaban con urgencia sobre el pálido rostro de Alice.

—Ya, tranquila —dijo Jean mientras encendía la luz, acto seguido abrazo a Alice y le dio un beso en la cabeza -sólo ha sido una pesadilla, tranquila.

Luego de media hora Alice respiraba pesadamente, se había dormido.

* * *

Alice se despertó con un sonido familiar, su teléfono.

—Hola, dulzura. ¿Cómo estás?

—Bien, ¿y tú?

—Ahora que te escucho estoy muy bien, me gustaría verte, creo que debemos hablar...

—Si, si quieres pásate por mi casa en la tarde...

—Perfecto dulzura.

Alice no se concentró en todo el día, solo podía pensar en Adalís y sus besos, en la delicada caricia que la había hecho temblar. La tarde llegó y con ella también las cotas elevadas de timidez. Alice se encontraba en el sofá leyendo un libro cuando del otro lado alguien llamaba a la puerta, Alice se levantó y extendió su mano temblorosa hasta el pomo de la puerta y al abrirla sintió que sus piernas se debilitaban, se encontró con los ojos penetrantes y escrutadores de Adalís y ya no supo cómo reaccionar, simplemente se corrió a un lado para permitirle la entrada.

Adalís la miró un instante y luego se acercó a retirar un mechón de cabello mientras la miraba a los ojos, luego terminó de acortar la distancia para alcanzar sus labios. Primero los rozó delicadamente, luego se abalanzó a ellos en un beso más profundo.

Alice no sabía cómo reaccionar, simplemente se dejó llevar por la cantidad de emociones que sentía, disfrutó de las delicadas caricias que le proporcionaba Adalís, sus respiraciones se tornaron un tanto superficiales, al tiempo que Adalís se separó lenta y delicadamente de Alice.

—Eres una dulzura...

—¿Quieres ver el jardín? —preguntó Alice con voz temblorosa.

—Si, me encantaría.

Caminaron en silencio hasta llegar a una banca entre las flores y se sentaron.

Alice no dejaba de observar a Adalís, llevaba un vestido con forma de gabán negro, de corte formal y el cabello recogido dejando solo unos delicados mechones sobre su rostro, mientras que Alice vestía solamente con un delicado vestido negro de tira ancha, con pequeños puntos blancos y cerezas en la parte de la falda, y unos delicados zapatitos negros con cintillas rojas, su cabello suelto y enmarañado le daba un toque dulce e inocente. Tal vez en ese momento si era una completa dulzura, como le decía Adalís.

Adalís la observaba con dulzura, al tiempo que inquirió: —Eres tan diferente a las demás chicas... Eres dulce y apasionada, tímida y madura a la vez, afable aun cuando no eres sociable —observaba las flores detenidamente, luego se levantó y tomó una delicada y diminuta flor del color del carmín, poseía un aspecto silvestre, se acercó a Alice y la colocó delicadamente en su cabello, al tiempo que se acercaba a su boca.

Alice respondía delicadamente al beso, luego acerco sus manos al rostro de Adalís y lo acarició delicadamente mientras la acercaba más, rozó su labio inferior con la punta de su lengua y el beso de hizo más profundo.

Alice sentía una creciente presión en su entrepierna, deseaba a Adalís, deseaba sus caricias y sus besos, deseaba sentir su piel junto a la de ella. Adalís se separó y se acercó al oído de Alice y le susurró: —¡Quiero más! —La tomó de la mano y la dirigió hasta la casa—. ¿Dónde queda tu habitación?

Alice solo la miró, la tomo de la mano y con urgencia la dirigió hasta su habitación, luego se giró para quedar frente a ella, la besó delicadamente mientras la observaba, se quitó la pequeña flor del cabello y le rozó los labios, seguido de un pequeño beso, repitiendo el proceso en las comisuras de la boca, a lo que, acto seguido, Adalís busco la suya con fervor. Ubicó nuevamente la flor entre su cabello y comenzó a deshacer los intrincados botones del vestido de Adalís al tiempo que está se despojaba de su calzado. Alice comenzó a deslizar de manera parsimoniosa el vestido a lo largo de sus brazos mientras observaba cada detalle del contraste que hacía la suave piel con la lencería escarlata. Una vez terminado el tortuoso trayecto, el gabán cayó al piso mientras que Adalís besaba a Alice como toda una amateur.

Adalís quito muy a prisa el delicado vestido de Alice, dejando al descubierto su lencería de color negro y luego se acostaron en la cama entre besos. Alice tomo nuevamente la flor y comenzó a recorrer lentamente el cuerpo de Adalís, inició en su boca, pasó por su cuello arrancando un pequeño suspiro y, cubriendo el camino de la flor con delicados besos húmedos llegó hasta el sostén, lo quito de manera rápida para recorrer la piel con la flor. Trazaba pequeños círculos alrededor del pezón a lo que Adalís respondió con un leve jadeo, Alice se acercó y beso la aterciopelada piel y luego se llevó el pezón hasta su boca, trazo círculos con su lengua y luego le dio una leve mordida arrancando un pequeño gemido de Adalís.

Alice bajó sus bragas y jugueteo con la diminuta flor sobre su clítoris.

—Alice, dulzura, quiero tu mano en la parte de mi anatomía que más lo necesita.

Alice le dio un beso profundo, al tiempo que con sus dedos exploraba cada uno de sus pliegues, luego trazaba delicados círculos alrededor de la entrada de su vagina, causando que Adalís buscará más fricción en un intento desesperado, por lo que Alice, comprendiendo al fin la magnitud de la excitación de la mujer que tenía entre sus brazos, mordió delicadamente su labio superior, al tiempo que introducía un dedo lentamente en su vagina, luego acarició delicadamente su clítoris al tiempo que hacía una leve presión. La respiración de Adalís se aceleró, al tiempo que Alice llevaba sus dedos dentro y fuera de ella, y en unos instantes Adalís temblaba rítmicamente al borde del éxtasis, el cual llegó acompañado de un apasionado beso. Alice acariciaba su cabello y el contorno de su rostro con la flor mientras la frecuencia de su respiración decrecía.

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