El Capítulo Final

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Mientras Adalís acariciaba a la pequeña joven que tenía en sus brazos, llegaron como imágenes arrebatadas a su memoria, los días en el hospital, luego los días sin ella. No quería alejarse de aquella joven, había traído a su vida un color diferente. Era irónico, puesto que Alice era una joven introvertida, además, se habían conocido de la manera más inusual y, peor aún, se habían enamorado a causa de una ensoñación. Indudablemente esta chica traía consigo un mar de sensaciones desconocidas para Adalís. Cada vez qué la veía sentía que era afortunada, nunca había recibido tanto cariño de nadie, nunca la habían tratado como si fuera una auténtica maravilla, sin duda la afortunada era ella, por tener a ese pequeño jade junto a ella.

Adalís observó el rostro de la joven, sus ojos eran preciosos; se veía realmente preciosa con ese vestido, el tono rosa le daba un toque infantil, aunque, sin duda alguna, esa jovencita era dulce e inocente aún cuando ya no era exactamente una chiquilla. La trenza caía de forma delicada sobre el hombro despertando en Adalís el deseo de soltarla, al tiempo que deslizaba aquel delicado vestido para dibujar un camino de besos en los hombros de la joven.

Mientras Adalís estaba en su ensoñación, Alice se separó un poco y la observaba con mirada espectante.

—¿Qué ocurre Dulzura? —preguntó Adalís al tiempo que acariciaba el contorno de la trenza con su dedos índice y corazón.
—Yo quiero... —murmuraba atropelladamente hasta que fue presa fácil de sus nervios y no pudo continuar.
No podía ser un fiasco ahora, no podía echar a perder el momento que tanto había deseado solo por su timidez. Finalmente la parte valiente venció en la guerra interna de la joven y esta se acercó a los labios de Adalís, le dio un beso más apasionado y con dulzura tomó su mano, se acercó a su oído y le susurró:— Te deseo...

Ese fue el detonante para Adalís, quién no se lo pensó y tomó a la joven de la mano y la dirigió a toda prisa a la habitación, apenas ingresaron la empujó contra la pared con el cuidado necesario de no hacerle daño; profundizó el beso al tiempo que sus manos viajaban por el cuerpo de la joven. Cuando Alice trató de tomar el vestido de Adalís, está tomo sus manos y las llevo arriba de su cabeza para luego entrelazarlas con las suyas, luego la liberó delicadamente al tiempo que tomaba el vestido y se lo sacaba. Alice no tenía un cuerpo perfecto, pero era realmente bonita, para Adalís era la mujer más bonita, porque ya no quería ver o desnudar a nadie más, porque no quería compartir sus más profundos pensamientos con nadie más, porque solo quería entenderla y besarla a ella. Su abdomen no era exactamente plano, pero cuando Adalís lo recorrió entre besos y llegó a sus pechos le pareció el paraíso. La ansiedad se apoderó de ella y en un rápido movimiento la llevó a la cama, le quitó el sujetador rosa y la besó desesperadamente. Luego se quitó el vestido de un tirón, volviendo a sus labios con vehemencia. Alice deslizaba las tiras del sujetador de manera parsimoniosa, al tiempo que dejaba delicados besos.

—Supongo que eres una niña responsable... —inquirió Adalís con un suspiro mientras besaba los pechos de la joven.

Alice la miró expectante.

—Tendrás que asumir las consecuencias... —dijo, al tiempo que entrelazaba su mano con la de la joven y la llevaba hacia la parte superior de su cabeza, que reposaba en la cama, luego tomó con su mano libre la de Alice y la llevó a su entrepierna.

Finalmente Alice fue consiente de lo que Adalís trataba de decirle, así que sin pensárselo dos veces introdujo dos dedos en la cálida humedad de la mujer que tenía entre sus brazos. Así comenzó un baile de caricias y besos sin tregua. Sin duda alguna ella era el paraíso.

—Eres realmente una dulzura... —dijo mientras mordía su labio inferior—. Contigo soy realmente yo, en todas mis facetas, eres la responsable de mi eudaimonía.

Alice le besó tiernamente al tiempo que le acariciaba el contorno del rostro.

—Acendrada...

—¿Qué?

—Shh —posó un dedo en la boca de Adalís, el cual sustituyó por su boca—. ¡Calla!

Luego de llegar al éxtasis nuevamente Adalís tomo entre sus brazos a su joven pareja y se arroparon con la manta.

—¿Dulzura, cómo le llamamos a esto que tenemos? —preguntó Adalís mientras le daba un beso en la mejilla.

—¿Es necesario un nombre? —preguntó Alice curiosa.

No tenía idea de cómo funcionaban las relaciones de pareja, así que, sin pensarlo mucho, —realmente no había nada qué pensar—, le dio un beso con el que trato de manifestarle todo el amor que sentía y lo prolongó el tiempo suficiente para que entendiera que la quería junto a ella toda la vida si era posible.

—Llámalo sempiterno.

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