Nectar y ambrosía

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Alice estaba al borde de un ataque de pánico y no percibió la presencia de Daniel, este colocó las bebidas en la mesa y les sirvió una copa a cada una. Adalís tomo su copa y antes de probar el aromático vino dio un pequeño respingo consiguiendo así que toda la atención de Alice se centrará en ella y en su copa, dió lentamente un pequeño sorbo y disfrutó del aroma del vino para luego relamerse delicadamente los labios.

Para Alice aquella escena fue como estar en una exposición en la mejor galería de arte, se dice que una obra realmente buena es aquella que despierta sentimientos y sensaciones en sus espectadores, eso era Adalís para ella. «Es una obra de arte en sí misma», pensó, pero no tardó en llevar su mirada hacia un sitio más específico, su delicada boca del color del carmín quien acariciaba dulcemente la orilla de la copa pero el dulce vino, el cuál acababa de probar en un misero afán por cambiar sus pensamientos le jugaba una mala pasada a su mente a causa de ser demasiado dulzón.

«¿A qué sabrá el dulce vino si proviene de su boca? ¿Qué se sentiría besar su delicada boca?»

Imaginó que Adalís se acercaba lentamente a su boca luego de un alejamiento casi tortuoso de la copa, juntaba lentamente sus labios a los suyos en un delicado roce —casi imperceptible— ocasionándole un mar de sensaciones que para Adalís solo serían perceptibles en la escasa separación de los labios de Alice, pero en el momento en el que recobró la cordura descubrió que no había sido producto de su imaginación, ya que Adalís volvió a su boca lentamente proporcionándole un nuevo roce delicado en el que los labios de Adalís se encontraban ligeramente más separados entre sí, hasta aumentar es espacio y tomar una pequeña distancia. Alice sintió un pequeño escalofrío y una tensión creciente en su entrepierna que jamás había sentido y sin pensar más en lo sucedido se abalanzó en un profundo beso hacia Adalís.

Su boca le parecía la mismísima abrosía, el sabor del vino proveniente de los labios de aquella mujer le parecía el néctar más extraordinario que combinado con las sensaciones que despertaba en ella le pareció escuchar de si un pequeño jadeo, casi imperceptible. Se separó sin saber qué decir o como reaccionar, era como si el beso le hubiese robado toda la vitalidad.

—Eres una dulzura —le dijo mientras daba un pequeño roce a su labio inferior con el pulgar.

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