10. La Última Salida

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ADVERTENCIA: el siguiente capítulo podría contener texto sensible para algunas personas, se sugiere discreción.

Había escuchado unas últimas palabras salir de su boca, no entendió del todo, estaba sumergido en sus pensamientos; una única palabra rondaba su cabeza.

"Mátala"

Se repetía una y otra vez, mientras ahí parado en el marco de la puerta la veía alejarse.

"Mátala"

Pensó cuando la mujer se giró sobre sus pies para advertirle una vez más sobre su comportamiento.

"Mátala"

Se dijo a sí mismo apretando los puños con fuerza, un nudo en la garganta se instauró. Su pecho dolió.

Soltó un tibio y tembloroso suspiro antes de cerrar la puerta, apretó los parpados con fuerza, su imaginación se llenaba de vividas imágenes sobre crueles escenarios donde con sus propias manos ejecutaba el climax de su vida criminal.

Manteniendo los ojos cerrados deambuló con lentitud por la casa, dejándose llevar por el torbellino de sanguinarios deseos homicidas.

Lo había sopesado desde días pasados, se había comprobado a sí mismo, que su decisión se traduciría al último de sus crímenes.

A pesar de ello, una parte de él, esa diminuta, aún inmadura e infantil parte de él, se detenía a hacerlo.

"Mátala"

La acción se albergó en su psique con tanta fuerza, que sus sanguinarias fantasías se sentían casi reales.

El criminal abrió los ojos.

De un momento a otro ya se encontraba en su habitación, justo frente al gran armario junto a su cama, aquel mueble que albergó la cabeza degollada de la última víctima a la que había acechado. Esa infortunada universitaria que tontamente se había acercado a él y a quién probablemente nunca iban a encontrar, ni a ella ni a la niñera que recogió en medio del camino.

Se sentía tan confiado en sus acciones, no había escuchado nada sobre sus crimines pasados en las noticias, no había leído sobre ello en los periódicos.

Pero no podía estar tan seguro, no después de haberse enterado casi por error, que las dos primeras chicas a las que había asesinado estaban en el radar de investigaciones. Sonrió al saber que el departamento de policías estaba muy lejos de lograr una conjetura concisa que lo llevara hasta él.

Con la impericia de cometer su último crimen, decidió meterse entre las cobijas de su cama, dormitar y explorar entre sueños una alternativa.

Si lo pensaba a profundidad, realmente no quería hacerlo, pero sentía y de urgente manera, que debía hacerlo.

El criminal cerró los ojos, está vez, para dejar que su cerebro se desconectara de la tangible realidad que vivía y que su consciencia y todo el mapa mental dentro de su cabeza viajaran libres entre las curvas y caminos de lo irreal.

Sus sueños habían sido un constante recordatorio de lo que era y el por qué lo era, la autoconsciencia nunca había sido tan reafirmante respecto a sus acciones.

En medio de la inhóspita madrugada, en el silencio que la vehemente oscuridad que albergaba los más intensos anhelos, el sujeto abrió los ojos de manera abrupta.

Un estruendo proveniente de la cocina lo despertó; el sonido de los vasos de plástico caer y estrellarse contra el suelo lo alertaron. Se removió en las sabanas, tallando sus ojos con pereza.

CRIMINAL-MENTE [ChanSoo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora