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Tras el gran banquete, en el cual debo admitir que me excedí ingiriendo comida como una cerda, me entró esa modorra tan maravillosa que suele dar al combinar pocas horas de sueño y un gran atracón de comida.

Decidí ir a dormir un rato ya que esa noche era la gran fiesta de conclusión del fin de semana y tenía ganas de aprovecharla al máximo con mis amigos.

Me despertó la llamada de una preocupada Claire, avisándome que era ya muy tarde. Había dormido cuatro horas, pero aún así hubiera seguido durmiendo por lo menos unas veinte más.

¿Sabéis esto que le pasa a ciertas mujeres que ante la adversidad sacan su parte más segura y sexy y de este modo potencian mucho más su belleza? Pues bien...a mi eso no me pasaba. Ni por asomo. Yo era de las que cuando se sentían mal lucían incluso peor y más apagadas de lo que su maldito estado de ánimo mostraba. Así que me puse el primer vestido que saqué y me maquillé de cualquier manera.

Cuando llamaron a la puerta esperaba encontrar a una apremiante Claire. Pero, sin embargo, lo que encontré fue  un serio Jacob.

—¿Estás lista?—Me preguntó.—Deberíamos bajar juntos, ya están casi todos en el cóctel previo a la cena.

Me limité a asentir, agarrar mi bolso y salir de la habitación. Me cogí a su brazo y bajamos juntos la escalera. 

Al llegar a nuestra mesa me apartó la silla para que me sentase, muy caballeroso a pesar de que su semblante no podía estar más impasible. 100% puro Jacob, Nate y su chispa se habían esfumado. Sólo quedaba ese chico tan guapo que sabía hacer extremadamente bien su trabajo.

Él permanecía prácticamente en silencio, haciendo simples comentarios sueltos mientras Matt, Claire y yo no parábamos de hablar sin pausa.

Hubo un momento en el que nuestras manos se rozaron accidentalmente al ir a coger las copas para beber. Los dos las apartamos rápidamente, como si no soportáramos el hecho de tener el mínimo contacto. Fue un momento horrible para mí, sobre todo al ver su rostro serio, como si todo le diese igual. Y probablemente así era.

Por lo tanto, me forcé a que a mí también me importase poco y nada. Iba a aprovechar para beber, comer y divertirme. Y todo esto esperando que el tiempo volara, que llegara el día siguiente y marcharme. No veía la hora de estar sola en casa y dejar de tener esa presencia que me alteraba y movía el mundo tan cerca de mí.


El precio del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora