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Había pasado un mes penoso. Aún no terminaba de asimilar lo sucedido en aquella cena casi treinta días antes. Algo mejor estaba, pero no lograba desprenderme del todo de mi apatía que a veces luchaba por no convertirse en melancolía o añoro.

Me apunté a las clases de teatro, pero no me gustaron tanto como esperaba, lo dejé a los pocos días y al final no me apunté a nada más. No quería obligarme a hacer cosas, quería desear hacer esas actividades, pero al final me vencía la desgana.

Sin contar mi preocupación por mi estado mental. Era algo asombroso...Cuando, por ejemplo, veía una pareja por la calle me invadía la tristeza. A los pocos segundos lo que asomaba era la rabia, que era sustituida por la sensación de vacío y las imágenes de mi solitaria vida amorosa, y luego me daba por reír. Pero reír en plan loca en mitad de la calle.

Por suerte me sentía algo mejor, no para lanzar cohetes, pero cada día me sentía un poco más yo misma, si es que tenía alguna idea de como era yo antes de Peter.

No me costaba todo por el hecho de terminar la relación en si. El problema es que no le había perdido solo a él. Había perdido muchas más cosas.

Cuando salíamos, Pete y yo, solía ser con sus amigos, que obviamente ya no querían saber nada de mí. Cenábamos en los restaurantes que él escogía. Veíamos las películas que él deseaba en el cine...si ¡hasta cuando discutíamos era porque él decidía hacerlo en ese momento!

Y sin embargo, a pesar de pasarlo mal, una parte de mi se sentía aliviada por que todo eso se hubiese acabado. Ahora yo podía elegir. Sólo que me sentía incapaz de tomar mis propias decisiones. No sabía como seguir un camino sin ser guiada previamente.

Claire y Matt me apoyaban mucho, respetaban mi espacio pero se animaban en cuanto yo aceptaba a hacer algo con ellos. No me apetecía, pero sabía que no era mala idea y que encerrarme en mí misma pocas veces me había aportado cosas buenas. Yo solía ser mi peor compañía en esos casos.

Claire era la que más loca me volvía. Insistía en que lo que necesitaba para salir de todo eso era tener una cita. Insistía fervientemente en ello.

Le había dicho mil veces, por activa y por pasiva, que era pronto, que no me gustaban las citas a ciegas, que necesitaba tiempo, pero ella siempre hacía su gesto con la mano, insinuando que estaba diciendo tonterías, con ese "bah" tan típico de ella. 

Ese viernes por la tarde, cuando quedamos para tomar un café me volvió a sacar el tema, y le respondí con las mismas palabras de siempre.

—Amanda, no te estoy diciendo que te cases ni te compres un adosado con tu cita; sólo que te des la oportunidad de ir...¿Qué puedes perder?

-Mmmm, veamos—respondí yo— ¿Te refieres a a parte de perder el tiempo, las ganas y de que no me apetece para nada? No se, el dinero, por ir a tomar algo con alguien que no quiero conocer.

— ¡Pfff!—Bufó sonoramente— Matt, dile algo, a mi no me escucha.—Adoraba esa costumbre de Claire de hablar como si yo no estuviese presente.

Matt la miró con cara de "a mi no me metas en esto" pero me sorprendió dándole la razón.

—Sólo es una cita, Amy.—Dijo él —Y de todos modos, hasta que no la tengas Claire no dejará de incordiarte con ello. Es elegir entre la cita o cambiar de amiga, creo yo.

—Fácil, cambiar de amiga.—Respondí riendo.

Mattie se rio conmigo y Claire se hizo la indignada mientras intentaba que no se le escapara la sonrisa.

—Os quiero.—Dije de pronto- Los momentos con vosotros son los que de verdad me hacen mantener la calma.

—Pues sé agradecida.—Dijo Claire.

—Vale—respondí resignada.

Se lanzó a mis brazos dando saltitos de alegría.

—Espera, espera.—Dije— Pero tengo unas condiciones.

—Tú siempre tienes condiciones. Le quitas la diversión. Ya me las pasarás por escrito. Ahora vamos a planear esa cita para mañana.

—¿Mañana?- Preguntamos Matt y yo al unísono con asombro.

—Es sábado, es lo lógico.

Lógico no era, pero sabía que era el modo de Claire de demostrarme que me quería y que creía que era una seductora que encontraría al hombre ideal. Y, por supuesto, ya tenía la lista mental de posibles candidatos.

Sí, claro, en una cita a ciegas. Seguro que quien aparecía era un Brad Pitt soltero, independiente, con gran carisma...seguro, porque todos sabemos que quienes se apuntan a este tipo de citas no son para nada personas desesperadas que no se comen una rosca...

El precio del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora