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La cita del sábado no fue tan mala como había esperado...fue peor. Y no era por exagerar.

El chico no era feo. Fin, eso es lo único que tenía positivo. Se idolatraba...a un extremo casi enfermizo.

Exaltaba sus virtudes de un modo brutal, como si todo lo que hiciese fuese algo grandioso e increíble. El ego no le cabía en el cuerpo. 

Intenté ser cortés, aguantar al menos hasta finalizar la cena. Me tocó engullir la comida para poder poner fin cuanto antes. Ya solo faltaba el postre. Y antes de que lo trajeran él me dijo con una sonrisa:

—No te ofendas, me has caído muy bien, pero la verdad es que no eres mi tipo. Soy un hombre honesto, es una de mis tantas virtudes, por eso prefiero serte franco. 

Me hubiese sentido mal en cualquier otra circunstancia, pero en esa ocasión sentí alivio. Ya no tenía que esperar al postre. Me despedí educadamente y me largué. 

Cuando salí por la puerta vi como se acercaba a la barra para entablar conversación con una chica que estaba sentada sola.

Pobrecilla, pensé con una sonrisa compasiva.

Luego fui al bar de copas en el que había quedado con Matt y Claire. Se sorprendieron de que hubiese llegado tan pronto.

—¿Cómo ha ido?— Me preguntó Claire con una sonrisa, imaciente.

—Ha sido horrible.—Le dije—Pero lo he hecho, fin del asunto. Ya está.

—Bueno, es una pena que no haya cuajado la cosa...a la próxima seguro que sale mejor.

—Ah, no, ¡de eso ni hablar!— Le espeté casi chillando.

—Amy, ¡si sólo has tenido una cita!

—Pues mira si ha sido impactante que ya ha valido por todas las de los próximos tres años, por lo menos.—Le respondí.

—Vale, pues hagamos un trato.— Sugirió Matt.

—Me da miedo lo que se te haya podido ocurrir.—Le dije mientras le miraba atenta.

—Ten dos citas más. Dicen que a la tercera va la vencida, ¿no? Si no sale bien nos olvidamos y nunca nunca jamás te volveremos a presentar a nadie.

—¡Matt!—Lo regañó Claire con los ojos desorbitados.

—Hecho.—Dije yo en seguida. Hasta estreché su mano para darle énfasis al acuerdo.

Tenía claro que iba a poner todo mi empeño para que esas dos citas pasasen a la apología como las peores de la historia. Era pan comido. Ese trato iba a ganarlo yo. Y después ellos no podrían insistir más en el tema. No pude evitar sonreír pensando en mi futuro triunfo.


El precio del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora