32

2.5K 201 13
                                    

No sabía muy bien a dónde ir. De hecho hasta estaba empezando a pensar que había sido una idea pésima el salir sola pensando que me divertiría de algún modo.

Sopesando  que hacer se me ocurrió que estaba bastante cerca del pub donde solían hacer conciertos de bandas poco conocidas pero que solían encantarme. No sabía si esa noche habría algún concierto, ya que no lo había mirado previamente, pero decidí acercarme a echar un vistazo.

Antes de llegar a la puerta, debido al volumen de la música que salía del lugar, supe que había tenido suerte.

Pagué la entrada y fui a la barra a pedir una cerveza. Después me dirigí a la zona del escenario. Siempre solía ponerme hacia el lateral,  al lado de los altavoces. Era un modo de estar cerca y a la vez poder estar sentada en el suelo disfrutando de las actuaciones.

El grupo que estaba tocando en ese momento estaba bastante bien. Lástima que dijeron que era la última canción, me hubiese gustado escucharlos más. De todos modos no era el último grupo que actuaba, así que me quedaba tiempo para poder disfrutar de la música en directo.

Noté que alguien se sentaba a mi lado. Un poco demasiado cerca para mi gusto, así que me giré para fulminarlo con la mirada y que se retirara un poco. Y me encontré a un Jacob sonriente.

—Hola. ¿Qué haces aquí?— Me preguntó entre el asombro y la risa.

Pero yo no era capaz ni de responder. Lo miraba extrañada. Era Jacob, pero no lo parecía. Sólo su cara.

Llevaba una camiseta negra con las mangas cortadas, de modo que se veía el hueco hasta casi su cintura. Un vaquero que parecía bastante ancho. Y su pelo, siempre peinado y tan de niño bien, estaba completamente alborotado. Lo cual no lo hacía menos guapo. Más bien todo lo contrario.

Pensé que tal vez estaría trabajando. Seguramente estaba haciendo el papel de rockero con esa clienta. De hecho en ese momento recordé que me dijo que debía irse pronto del cumpleaños de Megan porque tenía algo que hacer.

—¿Te ha tocado trabajar?— Le pregunté mirando al rededor al mismo tiempo. No sería de muy buen gusto que quien fuera su clienta apareciera y nos viese charlando tan tranquilamente.

—No. Sí.— Se rio mirando hacia el suelo—Esta noche tocamos aquí.

No parecía el chico seguro, que te miraba a los ojos, que siempre tenía la frase correcta preparada. Parecía estar cortado, cohibido. Me pareció adorable.

—Vaya. Eso es genial.—Le respondí.— A mi me encanta venir a ver estos conciertos. Mola mucho que estés en un grupo.

— Ya...bandas de garaje —Dijo con una sonrisa.— Me gustó cuando lo dijiste, por cierto. Aunque insinuaras que yo era pijo.

—¿Y yo que iba a saber?...¿tú has visto como te vistes para las citas? ¡Si pareces un estudiante de Harvard!—Me burlé con tono simpático. —No podía ni adivinarlo...No nos conocemos apenas.

— Corrección: tú no me conoces. Yo a ti si. Hablas por los codos. Creo que me sé tu vida—Respondió con una sonrisa aún más amplia. Vaya, nos había salido divertido el amigo.

—No hablo tanto. Eso es lo que te parece pero  porque tu hablas muy poco.

—Pues ahora te estoy hablando.

Puse los ojos en blanco. Si dos palabras para él ya era hablar...Bueno, cada uno con sus percepciones.

—¿Quieres beber algo?— Me preguntó.

—Ya voy servida, gracias— Le dije levantando mi cerveza.

Pero al final cuando se estaba alejando le dije que pidiese otra, para aprovechar ahora que estaban en la pausa entre grupos. 

El precio del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora