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—¡No!—Exclamé al ver la abolladura  en el capó. 

Un hombre se acercó para ver si estaba bien.

—Yo sí, pero...¡pero él no! —Dije señalando mi coche.

Le agradecí de todos modos que preguntara, y entré al asiento del copiloto para buscar mis papeles del seguro. Debería llamar a la grúa.

—Amanda, ¿Qué ha pasado?—Preguntó Jacob, acercándose.

Por lo visto había dado la vuelta al párking porque su coche estaba en el otro lado. Y al ir a salir se había encontrado el panorama.

—No he visto la mierda de la farola.

—Pues se ve bastante bien.—Respondió con el amago de una sonrisa.

—¡Pues no la he visto! Ni se te ocurra reírte.— Lo amenacé, advirtiéndole con un dedo en alto.— ¿Qué hago? ¿Llamo a la grúa o lo llevo yo al taller?

—¿Tu taller está cerca? Porque arrancar creo que podrás. Es más que nada el daño visual, por estar el capó un poco hundido.

No quise añadir nada acerca de ese "poco hundido" porque básicamente estaba todo lo abollado que podía estar. Pero tampoco iba a entrar en pánico. Al menos no más.

—No se donde está el taller. Peter era quien se encargaba de llevar los coches a talleres y revisiones.—Respondí.

—Buscaremos por Internet alguno cercano, y te seguiré por si te fallara el coche.

—¿Cuánto?—Le pregunté.

—¿Qué?—No entendió a qué me refería.

—¿Cuánto me cobrarás por eso?

—Por Dios...No te voy a cobrar nada, Amanda. Es algo que haría por cualquiera, y no tardaremos nada tampoco. Sólo quiero asegurarme de que consigues llegar al taller más cercano. Y si falla o vemos que no llegamos al taller llamaremos a la grúa. 

—Gracias.—Le dije.

El taller estaba bastante cerca y llegué enseguida. Bajé del coche para acercarme a hablar con el mecánico y le hice un gesto a Jacob con el pulgar hacia arriba, para que se pudiera marchar tranquilo.

Ay señor...en cuantos líos me había metido ya en mi vida por la maldita costumbre de soñar despierta. A veces pensaba antes de dormir. Todo cosas irreales, por supuesto, y cuando ya se me cerraban los ojos, hasta el punto de sentir que no podía más, me obligaba a permanecer un rato más pensando. Siempre lo lamentaba al día siguiente, pero era algo que no podía evitar....Y que pensaba que se iría con la edad. Pero no. O de normal debería irse pero yo tenía algún problema, ya no estaba segura. 

El precio del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora