Aterrizamos en un viejo y gran edificio que parecía rodeado de bosque. El sitio era... desesperanzador, tétrico, aterrador o una de esas palabras nuevas que me había enseñado Lehaké. Un escalofrío me recorrió al ver las paredes rotas y llenas de pinturas, con palabras que ni entendí y símbolos extraños.
―Menuda fiesta de cuartel general ―murmuró Lehaké con desagrado, y tuve que darle la razón, aunque no le entendí del todo, el tono era bastante descriptivo.
Aquel sitio no me gustó, pero Safira no nos dejó opinar, en cualquier caso. Nos llevó por un pasillo y ordenó a un caenuna que se encargase de mis heridas y de que descansase. Luego le hizo un gesto a Lehaké y siguieron avanzando por el pasillo. Yo dudé.
Me sentía agotada, pero también quería enterarme de lo que hablaban. Sentía que me dejaban fuera del todo, lo había sentido desde Caebiru. Y Lehaké llevaba razón, yo necesitaba muchas cosas, entre ellas, información y aliados.
―En realidad, prefiero dormir ya, la herida está bien y me siento muy cansada ―me excusé con el caenuna, que me llevó hasta una habitación.
Aquel sitio parecía decrépito, y más destinado a encerrarme que a darme descanso. Sentí la energía del caenuna al otro lado de la puerta y supe que no me dejarían salir de allí. Miré el sitio. Era pequeño y estaba sucio. Le faltaba un pedacito de techo circular y la ventana tenía barrotes, aunque no cristales. La suave brisa exterior se colaba dentro. El suelo estaba lleno de escombros y solo había un colchón con una pinta pésima en un rincón.
No me lo pensé mucho. No estaba segura de si me habían hecho curiosa o había sido una cualidad adquirida sin querer, pero no iba a quedarme encerrada mientras otros decidían por mí. Yo era el Arma, ¿no? No valía con dar espadazos, Lehaké llevaba razón. Necesitaba saber qué pasaba si quería ganar.
Moví el colchón para que quedase debajo del agujero y evitar así el ruido. Subí usando las alas para ampliarlo con dificultad. Estaba cansada, pero con un poco de fuerza y de energía agrieté el techo. Me asomé lo justo para comprobar que la habitación de arriba estaba desierta y redoblé mis esfuerzos.
Un pedazo especialmente grande se desprendió casi sin esfuerzo y aterricé para disimular, pero nadie entró. El colchón había amortiguado la caída lo justo para que no me delatase. Emprendí el vuelo de nuevo, usando las manos para ayudarme a subir al piso superior. Estaba realmente cansada y me costaba seguir usando las alas.
Estaba en otra habitación, pero esta no tenía barrotes en la ventana, así que salí por allí, asegurándome de quedarme cerca de la casa, por si había gente vigilando en el tejado que no me viesen, y descendí en busca de Lehaké. Podía sentir su energía, era realmente diferente a la del resto, por algún motivo. Como si brillase más pura, pese a que no era más fuerte. Quizá era porque estaba mejor integrado en su humano.
Aterricé, porque seguían en el piso de abajo, y me moví despacio en busca de la ventana. Llegué hasta ellos antes de lo que me esperaba. Su ventana tampoco tenía barrotes, ni cristal. De hecho, faltaba un trozo de pared tan grande que me planteé que fuese la ventana y no un roto sin más. Frené en seco para que no me vieran y me asomé con disimulo.
Safira y Nilhem estaban de espaldas a mí, sentados en sillones roñosos. Lehaké permanecía de pie. Serio, formal, como no me lo había parecido en esa torre. ¿Me había «secuestrado» de verdad? Como mínimo tenía unas habilidades muy interesantes, porque ni me había dado cuenta. Antes no lo habría creído posible, pero dudé. ¿Y si de verdad yo no lo sabía todo?
―Entonces... ¿Eso es todo lo que tienes que decir? ―le preguntaba Safira y parecía descontenta.
―Sí. Fracasé en mi misión. Es todo. No tengo un buen motivo, simplemente no lo conseguí.
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Crónicas de Morkvald: Luna Oscura #4 - *COMPLETA* ☑️
FantasíaLa guerra contra el Primero atraviesa su momento más cruento. El Caebiru ha creado al más poderoso guerrero para derrotarle de una vez por todas. Shey baja a la Tierra sabiendo cuál es su misión. No duda, no se cuestiona y, sobre todo, está segura d...