Shey
Jamás me había sentido así. El corazón me palpitaba con una fuerza dolorosa, pero a la vez era como si se saltase latidos que me producían una extraña sensación de caída dentro del pecho. El estómago se me estremecía y las manos me temblaban. Según Lehaké eran nervios y era de lo más normal. Pero yo no era normal y esos sentimientos eran horribles.
Paré de pasear por el sitio y miré a la gente que permanecía en completo silencio. Tan nerviosos como yo, a juzgar por sus rostros pálidos y las miradas perdidas. Nos habíamos refugiado en la casa de Dominic. A partir de entonces, todo el plan se ejecutaría desde allí. No podíamos arriesgarnos a juntarnos con traidores, no podíamos fiarnos de nadie más y aquel lugar, según los vampiros, estaba muy bien protegido.
Mi mirada se cruzó un momento con la de Samantha, que me dedicó una sonrisa triste y nerviosa y le devolví el gesto, incómoda. Si salía mal... Si alguien moría... Todo sería mi culpa. Absolutamente mi culpa.
Junto a Samantha, sentados en el sofá, estaba Ezequiel. Aunque el mueble era largo y grande ambos estaban en un lateral, muy cerca, como si se necesitasen mutuamente. El licántropo, llamado Enkar, permanecía en un lado, mirando al exterior por una ventana. Lehaké también permanecía de pie, aunque se había apoyado en la pared y tenía los brazos y los tobillos cruzados. Era el único que no parecía mirar a la nada, de hecho, no dejaba de mirarme a mí.
Y no sabía cómo debía sentirme. Si sus amigos y su hermana morían por mi causa... Jamás me lo perdonaría. No estaba segura de si él podría perdonarme, pero no quería que tuviera que decidirlo. Me disculpé en un susurro y salí del salón, porque el ambiente era aplastante.
La casa era grande, pero no me sorprendió encontrar a Zacarías en la cocina. No debía querer alejarse demasiado de los demás, como me había pasado a mí. Estaba sentado en una encimera y jugaba con un anillo dorado entre sus dedos.
―Perdón, te dejaré solo ―le dije, porque ni me miró.
―No importa, Shey. ―Apretó el anillo en su puño con fuerza y alzó la mirada hacia mí―. ¿Estás nerviosa?
―Eso dice Lehaké, que son nervios, yo creo que mi cuerpo trata de destruirse ―bromeé sin ánimo, apoyándome frente a él en otra encimera.
Zacarías se rio con suavidad y asintió un poco, como si pudiera entenderme. Quizá era así. Para mí no había sido fácil quedarme fuera de mi propio plan, para él debía ser incluso peor, era un guerrero, llevaba milenios luchando. Quedarse al margen debía ser muy difícil para él.
―Saldrá bien. Dominic sabe lo que se hace.
―Confío en vosotros. Es un sentimiento extraño, pero es real.
―Lo entiendo. Tu esclavitud ha durado menos que la mía, estoy impresionado.
―¿De qué hablas? ―pregunté confusa.
―El Primero nos creó y nos convirtió en esclavos sin voluntad, en... marionetas. Sabía lo que hacía, pero no me interesaba el porqué. Me gustaría poder decir que recuerdo cada alma que segué en su nombre, pero no es así. Ni siquiera puedo recordar rostros, nombres o números. Y un día, un día como cualquier otro, Anuja me miró con sus grandes e infantiles ojos, porque por entonces era muy pequeña y me dijo: «¿por qué tenemos que hacer esto? ¿Por qué hacemos daño?». Y la idea no volvió a abandonarme. Entonces cada vez que el Primero me ordenaba hacer algo me preguntaba por qué lo hacía. Nunca me atreví a preguntárselo a él, porque ya había visto qué hacía con los detractores, pero dejé de ser su esclavo y empecé a mover hilos. Conseguí poner a Dominic en contacto con Ketiel y los otros y no volví a luchar por las órdenes de nadie más. Lucho por lo que creo, y será así hasta mi muerte.
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Crónicas de Morkvald: Luna Oscura #4 - *COMPLETA* ☑️
FantasiaLa guerra contra el Primero atraviesa su momento más cruento. El Caebiru ha creado al más poderoso guerrero para derrotarle de una vez por todas. Shey baja a la Tierra sabiendo cuál es su misión. No duda, no se cuestiona y, sobre todo, está segura d...