Revisé las hojas rotas y descoloridas que tenía delante. Estaba claro que habían sufrido muchos percances. Una de ellas tenía incluso una gran mancha de sangre. Pero, sin duda, pertenecían al libro de Ketiel. Lehaké y yo nos habíamos repartido la mitad cada uno, más o menos, porque el resto no sabían leerlo y me centré en las páginas tratando de desenmarañar las letras en el idioma del Caebiru entre las manchas, los borrones y los trozos descoloridos.
Aparté otra página de información inútil con un suspiro y empecé con una nueva hoja. Si tampoco ponía nada importante y era un nuevo fracaso... Miré a Lehaké sobre los papeles. Parecía concentrado en lo que leía. Tardé en darme cuenta de que sus ojos no se movían por las páginas, estaba pensativo en realidad. Deseé que me mirase y que me dedicase una sonrisa para saber que todo saldría bien. Le hubiera dicho algo si la sala no siguiera tan llena como cuando habíamos llegado. Al parecer no querían perderse el desenlace. Y yo temía que no fuera a acabar bien y tener que dar la mala noticia.
―¿Podéis dejar las miraditas para luego y acabar de leer esas páginas? ―nos preguntó Dominic de golpe.
El calor me golpeó las mejillas, aunque no lo entendí del todo, me sentí mal por estar mirando a Lehaké en lugar de leyendo. Y sus mejillas también se tiñeron de rojo, como si se sintiera tan descubierto como yo, aunque no le había visto mirarme.
―Me duele la cabeza, me cuesta centrarme ―me excusé, devolviendo la vista a las páginas.
―¿Qué te pasa? ―me preguntó Lehaké con tono bajo.
―No es nada... ―murmuré.
No quería decirle que Safira se estaba diluyendo del todo. Entre ellos había algún tipo de vieja amistad (aunque muy rara porque ella había querido matarle). En cualquier caso, no quería decirle que mi estancia con Lucifer había costado vidas a los caenunas. Que había oído a Safira gritar y no había hecho nada porque estaba embelesada con Lucifer. No quería decirle lo mucho que, durante unos días, me había perdido. Ni el peso extra que iba cargando sobre mis hombros, que me encorvaba sin remedio y me hacía más débil.
No necesité mirarle para saber que esta vez era él quién tenía la vista fija en mí, con preocupación. Al menos hasta que Dominic le dio un golpecito. El vampiro estaba de pie, detrás de nosotros. Zacarías también se había alejado, aunque él había cogido el libro de Ketiel, como si pudiera leerlo, y lo ojeaba con interés apoyado en una pared.
―¿Las páginas no están numeradas? ―preguntó este último de pronto.
―Claro que sí, por eso estamos volviéndonos locos ―le respondió Lehaké sarcástico.
―Es que acaba interesante ―se quejó el vampiro, lanzando el libro de vuelta a la mesa.
―Pero ¿lo entiendes? ―pregunté desconcertada.
Él se limitó a guiñarme un ojo. Y fui yo la que no entendí nada. ¿Con qué los había creado Lucifer para que tuvieran los ojos amarillos y pudieran leer nuestro idioma? ¡Solo los caenunas podían! Decidí ignorarle, porque sabía que no iba a contarme sus secretos. Y quizá, era lo mejor. No podía fiarme de mi mente. Ni de cuánto sabía Lucifer ya por mi culpa... Eché un vistazo rápido a Lehaké, que había vuelto a leer, y después decidí centrarme.
Solo necesité una ojeada a la siguiente página para darme cuenta de que era importante. Quizá no lo que buscábamos, pero algo era mejor que nada.
―Aquí dice algo ―llamé la atención de todos, antes de empezar a leer en alto―: «Nunca supimos si se trataba de un error de Padre o, quizá, nos hizo vulnerables unos a otros para que pudiéramos controlarnos. Darah solía decir que éramos perfectos, a imagen y semejanza de Padre, pero solo en Caebiru, donde estas debilidades que nos acuciaban a todos eran insignificantes. En la Tierra no solo éramos más débiles de base por estar lejos de nuestro hogar, es que además teníamos puntos débiles que nos adolecían y nos provocaban graves vulnerabilidades. Lo descubrimos por error cuando Lihám estuvo a punto de perecer a causa de...». Esto está tachado, como si se hubiera arrepentido de escribir la debilidad de su hermano. Luego sigue ―expliqué, antes de continuar―: «No fue fácil descubrir la debilidad del Primero, tuvimos que arriesgarnos mucho y nos llevó más años de los que nos hubiera gustado, pero dimos con ella. El Primero es notablemente más débil bajo la luz de la Luna o, mejor dicho, lo es con la ausencia de la luz solar».
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Crónicas de Morkvald: Luna Oscura #4 - *COMPLETA* ☑️
FantasiaLa guerra contra el Primero atraviesa su momento más cruento. El Caebiru ha creado al más poderoso guerrero para derrotarle de una vez por todas. Shey baja a la Tierra sabiendo cuál es su misión. No duda, no se cuestiona y, sobre todo, está segura d...