XIII

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―¡Haces trampas! ―me quejé, sujetando la mano de Lehaké y dándole la vuelta para ver su palma, como si así fuera a encontrar la trampa.

―Sí ―respondió sin más.

Aún tenía su mano ancha y caliente entre mis dedos y solo pude mirarle boquiabierta. Trató de contenerse, pero sus comisuras temblaron brevemente y acabó mostrando una sonrisa.

―Pero... ¡Eso no vale!

―¿Por qué?

―¡Porque tienes que seguir las reglas!

―¿Por qué?

Agh, ¡eres insoportable!

Empujé su mano de vuelta hacia él que se dejó caer en la hierba partiéndose de risa. Cruzó los dedos detrás de la cabeza y centró la vista en el cielo, que ya estaba oscureciendo.

―Tienes muy mal perder, Shey ―me dijo, sin mirarme siquiera.

―¡Porque no vale hacer trampas y tú las haces! ¿Cómo las haces?

Llevábamos horas jugando y me había ganado todas y cada una de las partidas. Pero no tenía ni idea de cómo lo hacía. Estaba claro que algo no estaba bien. Era estadísticamente imposible que yo no hubiera ganado ni una partida.

―Tienes un mal perder horrible, Shey ―insistió.

―Es que no es normal que no gane ninguna...

―Te has planteado que, no sé, ¿Safira no es tan buena como se cree y que lo que sabes no es tan impresionante?

Fruncí el ceño. No se me había ocurrido que hubieran podido enseñarme algo mal y me pudo la inseguridad.

―¡¿Y si también me han enseñado mal a pelear?! ―grité nerviosa.

Lehaké me mandó callar, o bajar el tono, quizá, pero yo estaba muy nerviosa y retomé la palabra sin dejarle meter baza.

―¡¿Y si hay más cosas que debería saber y no sé?! ¿Y si todo lo que me enseñó Safira está mal?

―Vale, eso se llama ansiedad, deberías respirar.

―¡No quiero respirar! ¡Los cuerpos humanos son estúpidos!

―Deja de gritar antes de que llames la atención de todos ―me pidió, sentándose de nuevo y acercándose mucho a mí―. El ajedrez no tiene por qué ser un indicio de cómo te han enseñado el resto de cosas. Supongo que tiene mucho que ver con la vanidad de Safira. Ella se cree la mejor en todo y de ahí que crea que es muy buena al ajedrez. Pero luchar es diferente.

No supe cómo sentirme, ni si creérmelo del todo. Me indicó que respirase despacio y le seguí, sin saber qué pretendía conseguir. Pero sirvió. Me relajé poco a poco y se me pasó el miedo que me apretaba el estómago humano. Los cuerpos eran muy complejos.

―No puedo confiar en nada que me enseñase Safira.

―Mira que eres dramática ―se quejó Lehaké―, aunque es una buena lección: los caenunas también se equivocan. ¿Qué más aprendiste de ella?

Me tomé un momento para pensarlo. Era difícil separar lo que sabía por ella de lo que sabía por los demás, o lo que eran enseñanzas de libros.

―Recuerdo algo ―le dije―. Cuando me creó estaba pensando en procreación humana.

―Ah. ―Lehaké se apartó de mí de golpe y juraría que volvía a tener las mejillas rojas―. ¿En eso piensa Safira? ―Se partió de risa de golpe―. A Sarah le encantará saber que le tocó una parca novata porque Safira estaba dándole al tema...

Crónicas de Morkvald: Luna Oscura #4 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora