―¿Dónde vamos? ―pregunté entre risas a Lehaké, que caminaba cubriendo mis ojos con sus manos.
―Ahora hay un centenar de escalones, ten cuidado ―respondió, tan cerca de mi oreja que me hizo estremecer.
Olía a sal y a ceniza del volcán. Tal como dijo tuvimos que subir un montón de escalones. Por suerte mi magia me ayudaba a sentirlos y no necesitaba la vista para poder subirlos. Más allá de eso, no tenía ni idea de dónde me llevaba.
Después del ataque de Nilhem volvimos a Eldmâne, la ciudad de los elementales, para que les contase mi plan. Fue una discusión acalorada. No era el mejor plan del mundo, yo ya había avisado, pero tampoco teníamos nada mejor. Entre todos cerramos algunos detalles y cabos sueltos y, pese a que pensé que no lo aceptarían, la desesperación por vencer a Lucifer debía ser mayor que el deseo de protegerse a sí mismos. No es que Lehaké y Ezequiel no se hubieran negado durante mucho rato y muy fervientemente a que Samantha tuviera que acercarse tanto a Lucifer. Pero, al final, era nuestra última opción. No teníamos tiempo para un plan menos arriesgado.
Tras ello, Zacarías había puesto el sello en mi mente. Esperaba que fuese algo doloroso o... Algo. Realmente ni lo había notado. Ni siquiera hubo imágenes raras, ni fuimos dentro de mi mente. Me miró a los ojos durante unos segundos muy cortos y acto seguido aseguró que el Primero no podría entrar a mi mente. No era algo eterno e insistió en que debíamos revisar el sello a menudo. Pero me gustó la idea de sentirme protegida de esa forma, aunque no notase nada diferente en mí.
Así que, tras un día de planes, discusiones y sellos mentales, Lehaké me dijo que debíamos descansar antes de poner en marcha el plan, cosa que haríamos al día siguiente. Algunos elementales tenían que encargarse de la primera parte del plan antes de alertar a Lucifer, así que no podíamos hacer más que esperar mientras tanto. Pensé que Lehaké me llevaría a un dormitorio sin más, pero me dedicó una sonrisa perfecta y aseguró que primero cenaríamos algo.
―Cuidado ahora ―me pidió con suavidad, haciendo que de nuevo su aliento impactase en mi oreja.
Me estremecí entre sus brazos y me pareció que lo notaba. Y que no le disgustaba lo más mínimo. El aire fresco de la noche nos sacudió con algo de fuerza entonces. Aun así, no logró molestarme. El olor a sal y a arena se hizo mucho más intenso también. Lehaké deslizó las manos para apartarla de mis ojos, pero me acarició los brazos en un tierno movimiento descendente, mientras yo me apoyaba con suavidad en su pecho.
Tuve que parpadear un par de veces para aclarar mi vista. Estaba anocheciendo. El sol rojizo se ponía por el horizonte, tras un mar embravecido que llenaba el aire de susurros. No estábamos tan cerca como parecía, pero aquel lugar alto se alzaba sobre las murallas de la ciudad y parecía que nos colocaba casi sobre el mar.
De hecho, estaba segura de que la torre que teníamos justo al lado (por dónde habíamos subido) y el trozo que sobresalía de ella dónde estábamos, pertenecían a los restos de una antigua muralla que habría protegido la ciudad. Era un poco más alta que la que teníamos delante y que la protegía ahora.
Aunque no pude prestar tanta atención a la interesante arquitectura como me habría gustado, porque el atardecer se llevó toda mi atención. Era precioso. La luz roja se reflejaba en el mar y hacía que pareciese fuego, en movimiento.
―Pensé que merecía la pena ver algo hermoso, por si acaso tu infalible plan no sale tan bien como nuestro optimismo prevé ―bromeó Lehaké.
Agité la cabeza. Sabía que mi plan no era infalible y que era muy posible que algo saliese mal. Sin embargo, tenía fe. Debía creer en que funcionaría o no podríamos seguir adelante. Lucifer debía morir y debía ser durante el eclipse.
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Crónicas de Morkvald: Luna Oscura #4 - *COMPLETA* ☑️
FantasíaLa guerra contra el Primero atraviesa su momento más cruento. El Caebiru ha creado al más poderoso guerrero para derrotarle de una vez por todas. Shey baja a la Tierra sabiendo cuál es su misión. No duda, no se cuestiona y, sobre todo, está segura d...